Search
Close this search box.

Reflexiones sobre la situación del gobierno de Guatemala a un año del inicio de las jornadas de octubre de 2023

COMPARTE

Créditos: Arte de Rosario Lucas
Tiempo de lectura: 8 minutos

Por Mauricio José Chaulón Vélez*

Las jornadas de movilizaciones sociales de octubre del 2023 a enero del 2024 en defensa de los resultados de las elecciones generales en Guatemala fueron trascendentales por varias razones. 

Desde los distintos territorios del país, los pueblos se atrevieron a enfrentar la intentona golpista de varios sectores conformados por poderes tradicionales y recientes, ligados todos a la corrupción y a las prácticas sistémicas de explotación y acumulación. Desde las formas organizativas históricas hasta las que fueron surgiendo en el proceso de movilización, se comprobó que solamente con la organicidad es posible resistir y contrarrestar la dominación.

De no haber salido el pueblo a las calles, ocupando distintos espacios durante más de cuatro meses, las corruptas redes políticas se habrían enquistado más con el apoyo de los grupos más conservadores de la clase dominante. 

Sin embargo, es importante no caer en idealismos que nos hagan creer que solamente las movilizaciones populares lo lograron, ya que la realidad es mucho más compleja. El papel que jugó una parte significativa de la comunidad internacional, encabezada por los Estados Unidos, la Organización de los Estados Americanos (OEA), la Unión Europea (UE) y la Organización de Naciones Unidas (ONU) fue central para detener las argucias de quienes conspiraban en contra de lo poco de democracia que queda en este país. En las condiciones reales de Guatemala, el pueblo no podía hacerlo solo. Por ello es por lo que el 14 de enero fue de muchas tensiones, a tal punto que sin importar que hubiese delegaciones internacionales acreditadas para la toma de posesión presidencial, los golpistas intentaron evitar hasta lo último que el nuevo gobierno asumiera. 

Ya en el ejercicio gubernamental, el contexto de la administración de Bernardo Arévalo y de Karin Herrera demostró que llegar a la Presidencia no significa que necesariamente se profesa el poder. Puede ejercerse algo de poder, pero si no se logran reunir las fuerzas necesarias a través del manejo adecuado de la coerción y el consenso, será poco lo que pueda hacerse. Y hasta el momento, es en lo que estamos. 

El idealismo y la emotividad que se observaron durante las movilizaciones de octubre de 2023 a enero de 2024 hacían pensar en que otra Guatemala se aproximaba. No cabe duda de que el gobierno de Arévalo y Herrera presentaban otras posibilidades en comparación a gobiernos anteriores como el de Otto Pérez Molina, Jimmy Morales o Alejandro Giammattei; sin embargo, la realidad concreta no es lo que los ideales plantean: es lo que es, sin más. 

Una de las demandas puntuales de las protestas era la salida de la fiscal general del Ministerio Público (MP) Consuelo Porras, así como de su círculo de colaboradores encabezado por el fiscal Rafael Curruchiche. Nada de eso ha sido posible. El gobierno de Arévalo y Herrera han optado por las vías institucionales para buscar que la jefa del MP y sus adláteres salgan, pero la correlación de fuerzas les ha sido favorables a estos últimos. 

Aunque no es que tengan a todos los actores de poder de su lado, sí se benefician de una buena parte. El «Desayuno de Oración», actividad realizada por diversos sectores ultraconservadores del país y que se llevó a cabo a finales del mes de agosto de este año, lo demostró. Participaron políticos ligados a las estructuras corruptas del país, miembros de las diferentes cámaras empresariales del poder dominante en Guatemala, integrantes del Partido Republicano de Estados Unidos y la camarilla que dirige el MP actualmente, entre otras personalidades de similares corrientes ideológicas y semejantes prácticas económicas y políticas. 

Así mismo, ni la Corte de Constitucionalidad (CC) ni la Corte Suprema de Justicia (CSJ) se han querido comprometer para iniciar procesos legales que puedan allanar el camino a una destitución de Porras y su grupo. Pero tampoco lo han querido hacer contra el presidente y la vicepresidenta de la República. Sucede que todos los actores que han estado ligados a la corrupción están midiendo fuerzas en un contexto que en lo local y en lo internacional presenta cambios importantes. 

Por ejemplo, el denominado Pacto de Corruptos había venido apostando por una victoria electoral de Donald Trump para la Presidencia de los Estados Unidos. Todo parecía ir viento en popa para ellos debido a los graves errores del actual mandatario estadounidense, Joe Biden, pero los demócratas cambiaron su estrategia y lanzaron como candidata a la vicemandataria Kamala Harris. Esto transformó la prospectiva. Harris subió en las encuestas, sin embargo perdió. Esto ha beneficiado en Guatemala a quienes tenían preparada la estrategia de buscar protección por parte de un eventual gobierno de Trump e incluso que se cortase el apoyo a la administración de Arévalo y Herrera. Pero el panorama es otro y ha generado que varios diputados y funcionarios de justicia se detengan en sus maniobras o al menos las han moderado, resultando esto incluso en apoyar iniciativas del gobierno central o de los y las congresistas de Semilla, deteniendo también algunas persecuciones, aunque no todas. 

La administración de Arévalo y Herrera ha logrado que se apruebe el aumento presupuestario para el 2025 porque el Congreso de la República los dejó atados en 2023 de manera intencional, lo que ha redundado en que no se pueda ejecutar obra pública como se necesita. Esto genera malestar en la población, sobre todo cuando no se tiene claridad en cómo funciona el Estado y cómo funcionan las relaciones de poder que están hechas precisamente para favorecer al sistema en su conjunto. Eso pretenden provocar los opositores del gobierno en la opinión pública y en las mentalidades, mayormente en las situaciones de las carreteras y las condiciones de las escuelas y del sistema de salud. 

El gobierno ha definido estrategias para reparar, mas no ha logrado llevar a cabo ninguna política pública de peso debido a las ataduras que el mismo sistema le dejó. No se ha promovido ninguna política de rebaja de precios a la canasta básica o al transporte público, por ejemplo. Todo es una especie de activismo, pero no de políticas públicas consistentes. Es importante tener en cuenta que muchas de las condiciones del país son históricas y estructurales, por lo que no cambiarán de un año a otro y el responsable no es el gobierno actual. Pero tampoco puede restársele compromiso y en esto radica su contradicción. 

La realidad concreta ha hecho que el actual gobierno necesite del apoyo de la administración demócrata de los Estados Unidos y esto no es ningún secreto. Siguiendo esa línea, Arévalo ha sido muy cuidadoso de que su gobierno no genere suspicacias en Washington D. C. y ha preferido no actuar fuera de la corrección política marcada por el sentido liberal de la democracia hegemónica en el mundo occidental, homogenizada en esta región por los Estados Unidos. Por lo tanto, Arévalo prefiere que no lo vinculen con posiciones revolucionarias, aparte que esa no es su ideología. 

Sin embargo, ha mostrado una extrema cautela de no relacionarse directamente con los movimientos sociales de una sociedad civil que demostró que puede tomar el país en caso de ser necesario. Si bien esta nunca ha sido la tendencia ideológica de Arévalo y de las bases fundadoras de Semilla, no significa que no lo debieran de haber hecho ya que un gobierno que se represente como democrático y progresista debería de confiar primero en su pueblo. 

Pareciera que Arévalo piensa que perdería el apoyo de los Estados Unidos si se estrechan sus relaciones con las organizaciones sociales. En otros países latinoamericanos donde ha habido experiencias políticas de transformaciones, desde reformistas moderadas hasta revolucionarias, los pactos y consensos entre la clase política que asume el gobierno y el pueblo han sido fundamentales, aunque también el saber negociar y consensuar con sectores que posiblemente no sean allegados ideológicamente, pero que son actores vitales según el contexto de cada nación. 

En el caso de Guatemala esto se ejemplifica en el sector empresarial. Sin embargo, pareciera que Arévalo ha entrado en una especie de pacto de no agresión con la clase dominante con el objetivo de que no utilicen sus poderosas influencias para propiciar un posible golpe de Estado. Se comprende que la situación concreta genera que el gobierno sea prudente en sus decisiones, pero ha llegado a extremos que son cuestionables y merecen ser criticados y debatidos. 

Aún siguen dándose las persecuciones contra defensores y defensoras de derechos humanos y de causas justas; todavía siguen en el exilio o en la cárcel varias personas que desde su labor jurídica o periodística buscan combatir la corrupción; la narrativa hegemónica en materia ideológica se sigue imponiendo, a pesar de que el gobierno ha tenido tres efemérides para contrarrestarla: los 500 años de la invasión española a los pueblos indígenas de Centroamérica, los 70 años de la contrarrevolución de 1954 y los 80 años de la Revolución de 1944. Si bien es cierto que desde el gobierno central se alude a algunos símbolos e ideas distintas a lo que el poder dominante ha establecido por mucho tiempo sobre estas fechas, no es suficiente y se podría tener mayor contundencia.

Todo parece indicar que Arévalo no desea entrar en polémica para que se le acuse de revolucionario y se inventen más motivos para buscar su destitución. Lo mismo sucede con la inexistencia de políticas económicas que alivien la situación de las mayorías, en el acceso a alimentos, medicamentos, vestuario, transporte, educación y recreación. Por el momento, todo ha sido meramente paliativo. Ha de ser una de las mayores contradicciones de las que no dudo que Arévalo es consciente, pues con toda razón y sentido ha evocado el gran trabajo que realizó su padre, Juan José Arévalo Bermejo, como el presidente del segundo gobierno de la Revolución, ya que el primero fue el del triunvirato del 20 de octubre de 1944 al 15 de marzo de 1945. Pero cada contexto debe ponerse en su sitio y las cosas en Guatemala hoy son muy distintas a ocho décadas atrás. 

Otro espacio que muestra cómo se encuentran las condiciones es el de las Comisiones de Postulación para magistrados. A las estructuras de poder tradicional no les ha ido como esperaban, aunque tampoco han quedado desfavorecidas del todo. Se ha llegado a un pulso que logró depurar a determinados sujetos que eran los más peligrosos para la democracia y la aplicación digna de la justicia, no obstante, han quedado algunos y algunas que siguen ligados y ligadas a la corrupción. Pero también se dio el logro de que puedan darse renovaciones en el Organismo Judicial que puedan hacer las cosas de manera diferente, más apegado al derecho real, lo cual, por supuesto, tampoco es garantía de cambio sustancial. 

Mientras, en la política exterior y la diplomacia el gobierno de Guatemala sigue evidenciando de que no busca que se le signifique de comunista o de izquierda, llegando incluso al punto de sumarse a las voces de gobiernos reaccionarios como el de Javier Milei de Argentina para condenar y desconocer el triunfo legítimo de Nicolás Maduro en Venezuela, o de hacer silencio ante el genocidio contra el pueblo palestino en Gaza. Esta es otra contradicción para un gobierno que se precia de ser defensor de la democracia, ya que por principio se debe sostener la libre autodeterminación de los pueblos en cualquier asunto internacional, lo que implicaría dos acciones: respetar las voluntad soberana del pueblo venezolano y a su gobierno electo, y exigir el cese al fuego sobre la población civil desarmada en Palestina, reclamando la histórica Resolución 181 de Naciones Unidas de 1947 en la que se estableció la legítima existencia de un Estado Judío pero también de un Estado Árabe Palestino en la región. Pero (otro pero, dentro de muchos que la realidad nos presenta) la hegemonía ultraconservadora en Guatemala mueve sus hilos para buscar desaforar al canciller guatemalteco desde el Congreso de la República en tanto se ose tener una postura distinta a la del sionismo. 

Aquí es donde Arévalo vuelve a pecar de un extremismo de cautela, lo cual no sería necesario si desde el principio hubiese mostrado mayor contundencia confiando en el pueblo organizado y esa firmeza lo podría haber llevado a que las alianzas en el Congreso le favorecieran. No fue así y se siguen teniendo consecuencias negativas. Para este momento, la ruta del gobierno seguirá siendo lo estrictamente institucionalista para que se pueda reformar lo que alcance, pero siempre dentro del sistema, con lo que no saltan las alarmas de la clase dominante y la administración puede esperarse a que termine el periodo de la fiscal general, confiando al mismo tiempo en que sea Kamala Harris la ganadora de las elecciones en Estados Unidos, pero esto no ocurrió, y en el sistema internacional Guatemala continúe siendo vista como ejemplo de la corrección política. 

Muchos sectores del pueblo organizado seguirán esperando transformaciones más profundas que no llegarán, pero también, como todo es dialéctico y funciona desde las contradicciones, al menos no estamos ante un gobierno como el de Otto Pérez, el de Jimmy Morales o el de Alejandro Giammattei. Esto puede abrir o gestar las posibilidades de seguir organizándose, de dialogar con el gobierno y al menos de no ser perseguido por lo que se piensa. 

Pero (otra vez el pero) el gobierno debería actuar con mayor contundencia cuando haya condiciones favorables, porque si no se hace, se pierden y eso es cada vez más nocivo. Los enemigos de la vida digna no perdonan y hay muchas personas justas viviendo en este momento un infierno ya sea en la cárcel, en el exilio, en la persecución o en la incertidumbre cotidiana. Que la confianza de los pueblos que salieron a defender lo poco que queda de democracia no se vea minada, y en eso el gobierno debe trabajar más. Ha habido acciones distintas, pero la decisión de mejorarlas está del lado de este gobierno que obtuvo la delegación de un pueblo que decidió darle una oportunidad a la esperanza. Lo demostró en las urnas y en las calles. Si el gobierno da pasos más firmes, la patria y la historia lo sabrán reconocer.

COMPARTE