Por Miguel Ángel Sandoval
“Cuando se pierde de vista al enemigo, se comienza a pelear con el compañero”, el autor de esta máxima es Fidel Castro, que si de algo sabía era de mantener la vista puesta en los enemigos, así como cultivar a los amigos y las alianzas indispensables.
Por ello trascendió como un estadista de talla mundial. Señalo esto pues por lo visto en unos cuantos comentarios o ataques dirigidos al gobierno actual, me parece que no se ha entendido de la misa la mitad, como se dice popularmente cuando por precipitación se hacen afirmaciones sin mucho conocimiento o sentido. Veamos.
Una de las principales acciones de los demócratas, revolucionarios o progresistas, en la situación de hoy día, es cerrar filas para que el gobierno que encabeza Bernardo Arévalo se pueda fortalecer y así dar paso a muchos de los compromisos que están pendientes. Entre los compromisos centrales están los Acuerdos de Paz, por si hace falta recordarlo.
Si vemos con objetividad la propuesta del gobierno, nos damos cuenta de que constituyen en su conjunto un llamado a fortalecer la democracia, ese modelo político que en nuestras latitudes es realmente esquivo y motivo de muchos ataques, que, en su mayoría, no tienen mayor sentido. Aunque si crean obstáculos, muchos de los cuales sin mayor futuro pero que si entorpecen.
Esa idea de cerrar filas, sin perder el espíritu crítico, es debido a que el hecho mayor que generalmente se deja de lado cuando se critica la falta de cumplimiento con las aspiraciones personales o imaginadas, la medula del actual periodo, que es como señalo en otra nota, es el hecho de que llevamos un año sin la hegemonía de las mafias en el ejecutivo. Y eso no es poca cosa. Lo que se confunde es que al decir que no tienen la hegemonía se piensa que ya desaparecieron y que dejaron de luchar por conservar sus privilegios, del modo que sea, advierto. Y esa visión simple nos conduce a cometer errores.
De la misma forma, cuando se critica, con el corazón henchido de patrio ardimiento, que se negocia con los diputados en el congreso, y se dice como argumento central, que son los corruptos de toda la vida, hay que pensarlo dos veces. La pregunta obligada se cae de la mata.
¿Con quiénes hay que negociar para juntar en el congreso 81 votos o en su defecto 107 votos? Si lo único que tiene el partido de gobierno son 23 votos. Que alguien me explique con razones, argumentos, el fundamento político para no negociar con quienes, por una razón o por otra, forman parte de los diputados que no son del partido oficial. Y que muchos se oponen ferozmente al gobierno de Bernardo Arévalo.
En igual circunstancia pregunto a quienes exigen que se quite a la fiscal no importa cómo, pero que se haga, pues de lo contrario el gobierno, se afirma, carece de hormonas. Parecería que en estos casos se olvida en toda la línea que si algo existe en nuestro país en la actualidad es que el sistema de justicia completo está en contra del gobierno, lo mismo que el MP, y la CC, y que ya constituye una real dictadura judicial. No me detengo en las interpretaciones jurídicas o legaloides. Y esto no se resuelve por arte de magia. Por ello la importancia que tenía la discusión sobre las nuevas cortes, que como vemos no quedo como muchos soñaban, ni como otros cuestionan. Es la realidad monda y lironda. No se puede inventar realidades.
Pero el tema no termina con estas constataciones. Aún hay más, como decía un mal programa de televisión. De manera reciente se anunció de forma unilateral, esto es por parte del presidente Arévalo, que se aumentaban los salarios mínimos en un 10%, al tiempo que no pocos dijeron, indignados, que eso era poco. No pasaron dos días sin que los dueños del país, CACIF y otros de sus aliados, gritaran que eso era mucho, insostenible por la economía y que el mismo traería consecuencias. Pero ante la posición patronal los críticos del aumento se callaron. ¿Solo quisiera saber las razones para callarse?
Recuerdo que, en Colombia o México, el alza fue alrededor del 10/12% y que la reacción de la patronal o de la oligarquía, o de la clase dominante, igual que en Guatemala, dijo que ese aumento era contra la economía, contra el país, contra la democracia. Pero ante esto, los críticos del `pequeño aumento, se hacen los que no saben, los desinformados. Hay que ser serios. Se trata de buscar el desarrollo económico del país por la vía del aumento del consumo interno, o, dicho en otras palabras, de ampliar el mercado interno. No creo que esto sea difícil de entender.
La misma historia con el presupuesto. Hay críticas de diverso calado. Unas dicen que tiene errores técnicos, otras que es mucho dinero, o se alega que se le transfieren demasiados fondos a los Consejos de Desarrollo y que por inútiles no van a poder ejecutar, y un largo etcétera. Y no se me escapa que puede haber rasgos de todo lo anterior. Pero el punto central es que los progresistas, demócratas y revolucionarios críticos callan, ante la orientación de fondo del nuevo presupuesto, que está dirigido al gasto social, en educación, salud, infraestructura y otros programas, que no se pueden ni deben concentrar solo en la urbe capitalina, en contra de lo habitual en nuestro país.
Estas puntualizaciones tienen razón de ser pues queda la impresión, que se ha perdido el norte en muchos compañeros y amigos, que antes de apoyar con hechos, argumentos y acciones, al gobierno que finalmente expresa la mejor posibilidad de avanzar en la construcción de un mejor país, se opta por la crítica fácil, incluso en ocasiones con improperios, antes que valorar las realidades del país y los esfuerzos que se hacen. En los temas de negociar con diputados que por cierto fueron electos, así como en el del presupuesto, o del sistema judicial corrupto, o el alza de salarios, el adversario, enemigo o contrincante que se debe derrotar, no es el gobierno y eso hay que tenerlo clarito. A quien hay que vencer, arrinconar en términos políticos, es al pacto de corruptos, con el ropaje que tenga, con la máscara que utilice. Pero no se debe perder de vista ni un momento, que son ellos el objetivo principal a derrotar por las fuerzas progresistas, democráticas y revolucionarias.
De la misma manera ocurre que muchas de las críticas se hacen en una especie de actitud desligada de la realidad y de los hechos concretos. Desde otra perspectiva de ignora el tema de los tiempos políticos, los pasos tácticos y la estrategia. Y se critica por lo que no se hace, o mejor dicho por lo que está pendiente de realizar, olvidando la correlación de fuerzas realmente existente. Es algo parecido a una lucha de sombras pues no hay objetivos concretos. Por supuesto que la crítica es necesaria, indispensable diría, pero que en ocasiones si algo hay que hacer es cerrar filas en torno a objetivos comunes, de alcance nacional.
Dicho lo anterior será indispensable reconocer que la base de las alianzas sociales que respaldan al actual gobierno arranca con las autoridades ancestrales y sus expresiones organizadas más reconocidas, entre las que están las alcaldías de lugares como Sololá, los 48 cantones, las autoridades Ixiles. Así como que otra vertiente de esas alianzas se encuentra ahora en los sindicatos organizados, salvo aquellos patronales y otros actores sociales, como los barrios populares que dijeron presente en el levantamiento social nacional del año 2023 y que defendieron la victoria electoral de Arévalo. A pesar de las críticas, sectores que se ubican en los cristianos de base, ven con simpatía al gobierno de Arévalo. Es algo que se debe entender. Las alianzas son sociales y no dependen del ruido de las redes.
Por ello la cita de lo que Fidel Castro expresaba en su momento. No se puede perder de vista el objetivo estratégico ni darles patadas a las alianzas tácticas, pues hoy por hoy, el polo progresista si bien no es claramente hegemónico, tiene la capacidad de impulsar parte de los objetivos que nos deberían de aglutinar, de unir. Ello lleva a recordar otro de los temas centrales en la política de alianzas, dicha por el sociólogo brasileño Rubén Cesar Fernández hace unos buenos años: “no hay alianza que sirva a todos los propósitos, ni cariño que cubra todos los afectos”. Se trata como siempre de tener el pie en tierra, con claridad en los objetivos.
Despotricar por las redes sociales o desahogarse, es fácil, aunque el desempeño del gobierno no depende del ruido y rumorología que se ha instalado en las redes de manera anónima en la mayoría de los casos, lo mismo que invocar con lenguaje encendido la revolución social, sin darse cuenta de que hoy vivimos con la urgencia de construir la mayoría social y política que el gobierno actual necesita para avanzar, con más celeridad y mayor seguridad. Y la construcción de esa mayoría, es tarea cotidiana, que debe aprender a separar la paja del trigo en cualquier circunstancia. Lo contrario no ayuda mucho a construir la democracia que queremos y necesitamos.