Miguel Ángel Sandoval
En verdad es difícil encontrar una forma cortés para referirse al “Quilombo” de la novena avenida, o al desorden inaudito de la casa embrujada. Digo esto pues en verdad, si algo esta ausente de las actividades del organismo legislativo, es la política en su versión de intercambio de ideas, de debate político, de lluvia de opiniones, de convergencia de objetivos, de alianzas o acercamientos con contenido. Lejos de ello.
Ahora vemos con inquietud que los partidos políticos presentes en el congreso, si algo tienen en común, es la ausencia de ideología, la falta de propuestas políticas y, de hecho, se han convertido todos, habrá alguna excepción, en tramitadores de amparos, de oficios legales, recursos “legales” del tipo que sean. Han dejado de ser oficinas políticas para pasar a convertirse en oficinas de procuradores. Adiós a la política, bienvenida guizachería.
La ultima semana es prodiga en eso que, desde hace mucho tiempo, años quizás, escribí en diversos medios sobre ese hecho, por lo demás incontrovertible, de que la política abandono las salas o salones del palacio legislativo. Hoy, lo que merodea entre las butacas del hemiciclo, es la mediocridad jurídica (en verdad guizachería) en su mejor expresión, o si se prefiere, la banalidad en su forma mas grotesca. Como en todo, siempre hay algunas excepciones.
La semana anterior en el Quilombo de la novena avenida, el hecho que desencadeno una especie de locura de unos y otros, o de tirios u troyanos, fue que la junta directiva optó por devolver los derechos políticos ilegalmente quitados, al partido movimiento Semilla. Ello después que se había modificado una ley para impedir que temas políticos y asuntos electorales, fueran juzgados por lo penal. En otras palabras, que el TSE y la ley electoral y de partidos políticos, con rango constitucional, no podía bajo ninguna circunstancia ser parte de las atribuciones de un juez de lo penal.
Simultáneamente, hubo un zafarrancho en el partido VOS y a continuación una serie de comunicados de la Une y de Viva, entre otros, para exigir que la junta directiva fuera pareja y no dejara de lado las quejas de unos y otros. En todos los casos se trato de expulsiones de unos y de otros, de disputas grotescas por los cargos directivos o por la existencia de procesos de unos en contra de otros. En todo esto, la política ausente de forma absoluta de las posturas de unos y otros.
En medio de toda esta manifestación del Quilombo del congreso, no hubo de parte de nadie una expresión política coherente, de una propuesta política para un país que necesita, como escribí en el título de un libro, “Recuperar la política o perder el país”, una forma metafórica de señalar el desastre democrático nacional. Hoy estamos más que claros que se ha perdido la política, y que el país desde el 25 de junio del 2023, se encuentra en riesgo por el abandono absoluto de la política por el pacto de corruptos y sus corifeos en el hemiciclo, y la entrada en escena de los jueces, fiscales y abogados que pretenden hacer del país el Quilombo más grande del mundo.
Hoy, la mayoría de “políticos” en el congreso, antes que posiciones de principios políticos, de expresiones ideológicas, acuden a los recursos de amparo y actos similares. La política bien gracias, y los amparos solo ocultan la ignorancia en los usos de la política por parte de los políticos que mejor se arriman a un juez, un fiscal o un magistrado de la mano de abogadetes que no tienen la menor idea de la política. Así de jodida esta la democracia en nuestro país, y por ello es que cada día que pasa, queda la certeza que debemos pensar seriamente en la depuración del Quilombo de la novena avenida.
Ante la crisis política en el congreso, de pronto aparecen los “rescatadores” de la democracia, encabezados por el inefable Masto Rodríguez y el partido de Giammattei, y en coro infantil infame, el junior Arzú, para dirigirse a la Corte suprema de justicia para que actúa de emergencia, y esta, ni lenta ni perezosa se encarga de poner las cosas en su lugar…. Esto es realmente inaceptable, y constituye el fin de la política.
Escribo esta columna, cuando pseudopolíticos vestidos de diputados, trancan las sesiones del congreso, con el objetivo de que actúen los jueces o magistrados. Ello es equivalente a cerrar la tienda y admitir la incapacidad de conseguir por medio del dialogo y la negociación la salida a la crisis del legislativo. Todo como resultado de malas decisiones de unos y de otros.
Es un momento acaso tardío, para esa depuración del Quilombo de la novena avenida, que, además, debería dar paso a la reforma judicial que se cae de madura desde hace ya varios años, pero que en los últimos meses dice con gritos que es inevitable. Es la única manera de rescatar la democracia y de paso la política como la herramienta indispensable y consustancial a la vida democrática. Parece que no hay alternativa.