Juan José Hurtado Paz y Paz
Paxil Kayala (Guatemala), Kajib’ Ix (1 de enero, 2025)
El 29 de diciembre pasado se cumplieron 28 años de la Firma de la Paz que puso fin a una guerra interna de 36 años, que tuvo un costo humano altísimo. Desde mi opinión, ni la necesidad de la guerra ni de la Firma de la Paz pudieron ser de otra manera. Sin embargo, la Paz aún no llega; las heridas de la guerra no cicatrizan aún y, por el contrario, continúan y se agudizan las causas profundas que motivaron la guerra. Se siguen cerrando espacios democráticos, siguen los asesinatos de líderes comunitarios, persecución política contra quienes abogan por la democracia y la defensa de la Madre Tierra.
Asimismo, iniciamos un nuevo ciclo en el Calendario Gregoriano: 2025. Por lo general, es un momento de reflexionar sobre nuestras vidas individuales y colectivas, para trazarnos nuevas metas y propósitos.
Pienso que un desafío colectivo fundamental de aquellas personas que estamos por la transformación de este país y este mundo por algo humano, justo, que dé lugar a la dignidad de todas las personas y pueblos, es construir convergencias y unidad de acción.
Entre quienes nos decimos personas progresistas, democráticas y hasta revolucionarias, tendemos a la desunión, lo cual nos debilita. Competimos por recursos, por protagonismos, por querer imponer nuestra manera de pensar y de actuar. Somos implacables en la crítica y en descalificar totalmente a quien no piensa o no actúa como nosotros, creemos que es lo correcto y pretendemos siempre tener la razón.
Con frecuencia, no tomamos suficientemente en cuenta el contexto en que nos desenvolvemos y olvidamos quiénes son los verdaderos enemigos contra quienes luchar. Nos cuesta entender los procesos y quisiéramos que ocurrieran cambios de la noche a la mañana, cuando nosotras y nosotros mismos arrastramos lastres propios del sistema. El sectarismo nos sigue corroyendo.
Si somos honestos con nosotras y nosotros mismos, debemos comenzar por reconocer que estos momentos, en lo inmediato, no son de Revolución. Son tiempos de resistencia, resiliencia y acumular fuerzas, que comienzan con cambios en el pensamiento y práctica individual y colectiva, desarrollo de organización real autoconvocada, alianzas, movimientos y acción coherente. Es tiempo de dar pasos, por chiquitos que parezcan, para salir del hoyo en que nos encontramos sumidos.
Para el caso de Guatemala, ¿quiénes son esos enemigos inmediatos contra los cuales debemos luchar?
En primerísimo lugar, es lo que se ha llamado el “Pacto de Corruptos” que, sin ser una alianza formal, reúne a los sectores más retrógrados para perpetuar la corrupción y la impunidad que les favorece. Incluye a grandes empresarios, crimen organizado, sectores militares, políticos, “ideólogos” y medios de comunicación a su servicio, y sus operarios dentro del Estado. Son quienes han cooptado al Ministerio Público y Sistema de Justicia para manipularlo y perseguir a quienes defienden los derechos de las personas, los Pueblos y de la Madre Tierra, favoreciendo a los corruptos, criminales y genocidas.
Es a ellos que debemos neutralizar y eso solo lo podemos hacer unidos, en una unidad diversa, que reconozca y respete las diferencias, que ponga al centro lo común en lo que convergemos. No se trata de pensar igual, de aportar todas y todos de igual manera, sino de complementarnos mutuamente en lo que compartimos, con honestidad, sencillez y responsabilidad.
No todo está perdido. Hay espacios que debemos aprovechar y ensancharlos para abrir paso a la democracia. Es imperativo establecer alianzas y abordar las diferencias en los espacios y momentos correctos. No se trata de negar la crítica y el debate necesario, pero sabiendo cómo hacerlo para no favorecer a quienes pretenden restablecer la dictadura absoluta.
Una vez más, el futuro está en juego. Si la oportunidad histórica que aún podría avanzar en un sentido positivo fracasa, el fracaso no es solo para quienes están en el ejecutivo, sino para toda la sociedad guatemalteca y el retroceso será aún mayor y por un tiempo prolongado.
Por eso, asumamos la responsabilidad que nos corresponde para construir en conjunto a favor de la paz, la democracia, la justicia y la dignidad para todas las personas y pueblos.