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Ovación de pie para Roberto Díaz Gomar. Adiós a un grande del arte y la cultura

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Créditos: portada+créditos Eslly Melgarejo y Diego Silva
Tiempo de lectura: 5 minutos

Por Lucía Escobar

El actor guatemalteco Roberto Díaz Gomar falleció este martes por la madrugada en Casa Picot, su refugio en Antigua Guatemala.  Desde temprano las redes sociales se llenaron de fotos y recuerdos de este actor, ya sea como Macbeth, sacerdote o de viejito gruñón con su característico sombrero o su barba poblada, en formato de teatro, televisión o cine. Fue un ícono y un pilar, como lo llamó el presidente de Guatemala en un mensaje de despedida.

Sus amigos cuentan que, a sus 78 años, el actor y abogado y notario estuvo en el concierto de Manu Chau en la Antigua y asistiendo a obras de teatro. Lo vieron hace poco en el festival que el mismo ayudó a fundar hace 11 años, el Aguacatón de Oro, entregando premios a una nueva generación de cineastas; también el Festival Ícaro, y compartiendo escenario con el músico Joaquín Orellana.

Foto: Ancris Cabezas

Una vida especial

Aparte de ser actor, Roberto era un gran contador de sus aventuras de vida, que fueron muchas. Nació en una familia de artistas que fue dueña de cines en Escuintla, de donde era originario, aunque la Antigua Guatemala lo adoptó como uno de sus más queridos ciudadanos. También vivió en Madrid, España. Se inició en la actuación a los cuatro años en una obra de la escuela. En 60 años de carrera artística, Roberto protagonizó más de 32 películas, 12 nacionales. Actuó con Antonio Banderas en Baton Rouge (1981); y con Javier Bardem en Las edades de Lulú (1990). Estuvo exiliado 20 años en España, luego de vivir los años de represión en Guatemala, de perder amigos por la violencia y de recorrer las aldeas más alejadas llevando teatro con conciencia social.

Salió en 40 series de televisión y medio centenar de obras de teatro. Durante dos años hizo teatro callejero en Madrid. Fundó la compañía de teatro de la URL y apoyó el teatro en la USAC. También fue uno de los principales impulsadores y, el primer presidente de AGACINE, la asociación que empuja la Ley del cine y aglutina a videastas y gente del séptimo arte. Roberto fue un mecenas. Fundador de Casa del Río en Antigua Guatemala, un lugar donde se reverencia el cine.  Y no sólo hacía arte sino también lo consumía, asiduo asistente de obras de teatro y presentaciones de libros y exposiciones.

Foto: Lucía Escobar

El jueves santo ya no será igual

Roberto Diaz Gomar se volvió antigüeño y adoptó la tradición de realizar una alfombra pagana, cada Jueves Santo, para el recorrido del Nazareno. Entre las que hizo y escandalizaron estaban: La imagen de un volcán erupción con un texto que decía urge la educación sexual, otra denunciando el genocidio o pidiendo la ley de cine, una dedicada al alto a la violencia contra la mujer con forma de vulva y recientemente dibujó una para pedir la libertad del periodista Jose Rubén Zamora.

En esos días de Semana Santa, su casa siempre estaba abierta con tamales, pan, cerveza y vino para los amigos. No solo en esa época del año sino en muchas. En su hogar siempre había arte y un espacio especial para San Simón, o el gran abuelo, del que era seguidor.

Foto: Lucía Escobar

El internet se llenó de anécdotas como la de la cantante Mercedes Escobar, quien recuerda las madrugadas de encuentro en su casa abierta a la comunidad de artistas y amigos, un lugar que ya quedó en la historia de la cultura y la tertulia. Amigo de tantos. Generoso. La casa Picot siempre estaba llena de cantantes, actores, periodistas, gestores culturales cantando o contando historias. Muchos lo escucharon declamar algún poema de Luis de Lión o cantar alguna canción en guitarra.

El actor Domingo Lemus, desde Estados Unidos, le agradeció su existencia y su apoyo en la película Puro MulaDesde el Palacio de Bellas artes en la ciudad de México, el cineasta Julio Hernández y la actriz Alejandra Estrada también lo recordaron con una candela y flores.

FOTO 4. Créditos Lucía Escobar

La escritora Eugenia Gallardo, desde Carolina del Norte, lo describió como un “eterno niño en los ojos, eterno viejo en el plantón, mitad cacique mitad shakespeariano, rey eterno, patojo chingón, eterno adolescente tierno. En su expresión cabe: curiosidad, regaño, ternura, asombro, picardía, reflexiva seriedad, respetuosa distancia, acuciosa mirada de cirujano. Imán de bohemios. Epicentro de artistas, entusiastas, soñadores, realizadores, arregladores del mundo. Puente de generaciones”.

No llores sobre mi tumba

Alejandra Hidalgo, artista y amiga de Roberto, recuerda que hace poco le pidió que en su funeral tocaran La Martiniana, aquella canción que dice: Niña, cuando yo muera, No llores sobre mi tumba, Cántame un lindo son, ¡ay, mamá! Y así fue, en la despedida abundó el vino y el ron Zacapa, las risas y las anécdotas, con mucha gente de distintas edades y profesiones.

Jose Peñalonzo, actor y gestor cultural, cuenta que en su funeral Roberto Díaz Gomar logró lo que siempre supo hacer en vida: reunir una alquimia de almas, recordándonos el poder de la conexión humana. “Hace mucho tiempo no vivíamos algo así. Comentábamos con Wicho Pineda (actor de teatro), en medio de esta suigéneris concurrencia, que estar aquí era lo mínimo que podíamos hacer. Después de todo, él estuvo en todas nuestras obras de teatro, vio cada una de nuestras películas. Por malas que fueran, nunca dejó de ser sincero”.

Roberto Díaz Gomar supo disfrutar de la vida. Pero al mismo tiempo era generoso y comprometido con las causas justas.  “Roberto no solo vivió, sino que soñó en grande. Era un sibarita en el mejor sentido de la palabra: amaba lo bueno, lo bello, pero también aspiraba a algo trascendental. Creía en un arte que rompiera barreras, en un teatro y un cine que dieran voz y espacio a este pequeño, pero vibrante, país que tanto amó, Guatemala”, agrega Peñalonzo.

La arquitecta Ancris Cabezas, amiga de Gomar, cuenta que el médico forense que lo atendió en su partida preguntó si Roberto tenía el corazón grande. Entre risas y llanto, Ancris contestó: en efecto, yo le decía Roberto Corazón de león.

Algunos amigos del actor y gestor cultural han expresado que un buen homenaje sería renombrar la calle dónde vivió en La Antigua Guatemala con su nombre.

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