Por Miguel Ángel Sandoval
Por lo cargado de la agenda nacional, no había encontrado el espacio para hacer referencia a una de las expresiones del nuevo orden mundial, que se está desarrollando ante nuestros ojos, lo veamos o no, pero de manera harto pronunciada.
Quizás el mejor ejemplo es el del ocaso de la monarquía española que en nuestra región ya no representa en nada al pueblo de España ni a sus instituciones de gobierno, pues a ojos vista pierde el paso.
Una serie de incidentes diplomáticos o políticos, han indicado que hoy por hoy, tanto la república española, como la monarquía de ese país, están tocando a las puertas del cielo como en la canción de Dylan. Pero, si la república tiene opciones para reinventarse por la vía de las elecciones democráticas, la monarquía no puede, así pues, parecería que viene tocando fondo sin opciones. Para esta afirmación hay incidentes en lo interno y lo externo.
La primera expresión reciente de su desconocimiento de las realidades de nuestro continente, la dio el padre del actual rey. El famoso y multicitado “porque no te callas” en el marco de la cumbre XVII en 2007 igualmente iberoamericana, espetado contra el fallecido Hugo Chávez, lo cual marco el inicio de la debacle.
Un rey en terrenos de la política que no le correspondía y en una muestra excesiva de abuso “diplomático”; se vio en el continente, como un exabrupto, como algo innecesario, pero, sobre todo, como expresión de altanería y de desconocimiento de la historia que había pasado desde la invasión-conquista a la fecha. En este continente ya no quedaban súbditos de nada ni de nadie.
Más adelante, en 2024 supimos de una carta, escrita 5 años antes, en la que Andrés Manuel López Obrador (AMLO), le había solicitado a la monarquía de España que pidiera perdón por los hechos acontecidos durante la invasión-conquista-colonia y la única respuesta fue el silencio. De ello nos enteramos a los 5 años de que la carta fue escrita.
Esto se produce con las invitaciones para la toma de posesión de la nueva presidenta de México Claudia Sheinbaum, pues solo se invita al jefe de gobierno, no así a la monarquía. La crisis estalló y desde entonces hay una tensión inocultable en las relaciones entre México y España.
Pero la mejor expresión del cambio de época y de las nuevas realidades del mundo multipolar en gestación, fue el resultado de la XXIX cumbre Iberoamericana en Ecuador, hace apenas unos días.
En esta ocasión, la monarquía española, ignorando la profunda herida que había significado para México la invasión a su embajada en Quito, y la condena de dicha invasión en la Organización de las Naciones Unidades (ONU), aceptó participar en dicha cumbre y el resultado fue la ausencia de todos los mandatarios de Latinoamérica invitados, pues el único mandatario presente fue el del país anfitrión.
No hubo declaración pues no hubo consensos. Duro golpe a las pretensiones monárquicas que consideran la diplomacia para la región como algo inherente a las actividades del rey.
Pero esto se refiere solamente a las gaffes diplomáticas, no a la situación por la que atraviesa la monarquía en su propio país. El tono del rechazo que se produjo con la visita a una localidad de Valencia, en crisis por un desastre de las inundaciones, con enorme responsabilidad de las autoridades.
En esa visita, la gente indignada tiró lodo al flamante monarca, insultos y todas las muestras de rechazo imaginables. Las imágenes vistas en el mundo dejaron la sensación de que la monarquía española tocaba fondo. Si antes lo que se imponía eran las genuflexiones y el besamanos, hoy son los insultos, las andanadas de lodo, que la gente presa de una indignación sin límites tiró al representante de esa entelequia llamada monarquía.
Ahora, con España como anfitrión para la XXX Cumbre Iberoamericana, no se sabe si habrá asistencia de los presidentes de Latinoamérica, pues previo a ello se encuentra el pedido de disculpas o perdón que México demanda, y al cual sin expresarlo muchos países de la región se deben sumar.
Parecería entonces que la XXX cumbre debería de buscar sede alterna, y el monarca pensar dos veces si asiste o no. No parece que hoy, los presidentes de Latinoamérica estén en la disposición de tenderle un cable al rey de España. Ni que estén dispuestos a que sean visto por el pueblo español como corifeos de una monarquía que se bate en retirada. Son los nuevos tiempos.
A pesar de mucho silencio mediático, en Latinoamérica el estruendoso fracaso de la cumbre denominada como iberoamericana, todos los gobiernos le enviaron un mensaje claro al monarca y a la diplomacia española. En el continente estamos por la democracia, no por la monarquía añeja como innecesaria. Los tiempos cambian, y los latinoamericanos lo vemos conforme pasan los días.
Decimos eso sí, que las relaciones de los latinoamericanos con los españoles gozan de buena salud, que los intercambios continuaran, que muchos aspectos de una cultura compartida son permanentes y que la amistad es eterna, así como que con la monarquía no nos identifica mayor cosa, salvo en algunos sectores con una especie de nostalgia. Son los nuevos tiempos.