Por Miguel Ángel Sandoval
Son varios los componentes de la salud en una sociedad. De una parte, los servicios médicos y de otra las medicinas y su precio. No sé puede dejar todo ello al mercado. Hay un componente social en todo ello. La pandemia del COVID puso sobre la mesa ese tema. La salud es un asunto público y como tal se debe de abordar. Es un mandato constitucional que dice velar por el bien común. La idea de que el mercado resuelve todo es falso, o por lo menos esconde la realidad social de cualquier país. Y en el caso nuestro con mucha mayor crudeza.
Uno de los problemas que se espera se trate y se resuelva desde el Congreso de nuestro país, es el del precio de las medicinas. El Caos ilustra poco si queremos definir el comportamiento de los precios. Es la barbarie y la impunidad lo que impera en las cadenas de farmacias. No exagero nada. Los precios se fijan de forma arbitraria y no tienen ningún control de calidad y por supuesto de precios. Es como digo, la barbarie. No hablo del precio del guaro o los cigarros. Es el precio de las medicinas que sabemos muy bien su importancia en la salud de los guatemaltecos.
Un ejemplo: recientemente fui a una farmacia Galeno, que es una cadena con los mismos precios que Batres y Cruz Verde. Las variaciones son pocas. El producto que busque es ciprofloxacina, un antibiótico para las vías respiratorias, en un blíster de 10 pastillas con el precio más bajo unos 70 quetzales y el más alto 500 quetzales. Entre estos dos extremos otros de 250/300 quetzales el blíster, mientras los genéricos que esas farmacias no venden, pueden tener precios desde 15, 20 o 25 quetzales. Como se puede ver las diferencias son abismales.
Lo mismo ocurre con otras medicinas. Para el hígado, la diabetes, la presión, la tiroides, etc. Dónde las diferencias son de 100 o 200 quetzales sin incluir en ello a los genéricos. En otras palabras, enfermarse cuesta una fortuna y con eso lucran las farmacias, los hospitales privados o las consultas médicas. Pero en este caso me interesa destacar el tema de los precios de las medicinas en Guatemala. Que es bueno decirlo, son dos o tres veces más caras que en países vecinos como El Salvador o México.
Un país como El Salvador vende en farmacias la misma ciprofloxacina, mucho más barata que en Guatemala. El precio más bajo es sin tomar en cuenta el cambio de dólar por quetzal, de unos 10 quetzales menos que en Guatemala. Y el precio más caro en El Salvador es de 140/150, mientras que en Guatemala es de 500 quetzales o, dicho de otro modo, el mismo blíster cuesta en Guatemala alrededor de 350 quetzales más caro que en El Salvador. Cómo es fácil concluir, en el país vecino, son más accesibles los precios. No hablo de los genéricos sino me limito a las medicinas de “marca”. En México la historia es semejante. La misma ciprofloxacina tiene precios mucho más bajos que en Guatemala.
En el caso mexicano, sin incluir los genéricos, el precio más bajo es de unos 40 quetzales, mientras el más caro es de unos 300 quetzales. O sea, la diferencia es de unos 30 quetzales más barato y de unos 200 en la presentación más cara. Todo ello puede ser un poco más bajo, pues el cambio peso/quetzal es un poco menos de 2/1. Quizás se pueda hacer una discusión técnica sobre las razones por las cuales una aspirina y otros productos, cuestan tres veces más en Guatemala que en el Salvador o México, pues esa es la relación. Y como sabemos, las marcas no definen la calidad del producto. Sino la formula química que está en el fondo. Y quiero creer que la aspirina tiene una fórmula igual en todo el mundo. ¿Y entonces?
Aquí podríamos pensar en una campaña nacional para que las medicinas genéricas sean bien recibidas por nuestra sociedad, que vive bombardeada todos los días por las marcas, por el prestigio, por la calidad supuesta de las medicinas de marca, contra la dudosa calidad de los genéricos, la poca confianza, y todo lo que se dice de los genéricos. Hay países como India que producen buenos genéricos a precios razonables. Es algo a explorar.
En otras palabras, algunos podrían pensar que los empresarios salvadoreños o mexicanos son más “buena gente” que los empresarios guatemaltecos…. O en dónde está la razón o las razones para esa diferencia de precios en países que tenemos tratados comerciales o de integración económica y toda esa historia, que como vemos no aterriza en nuestro país. No se trata de empresarios buena o mala agente Se trata de normas que se cumplen o no, de la visión de la salud como un bien público, como una obligación del Estado, como un compromiso se gobierno. Ese es el tema.
No es nada casual que la gente que viaja entre Guatemala, México y El Salvador, tenga entre los encargos de los amigos, las medicinas como algo que nunca falta. Ni hablar de “contrabando” hormiga entre Guatemala y México, o entre Guatemala y El Salvador. Negar esto sería una necedad. No se trata de si el gobierno de México o de El Salvador es de izquierda, centro o derecha. Lo de las medicinas no es asunto de orden ideológico, es un tema de impunidad, de voracidad, de monopolios, de corrupción.
Todo lo señalado tiene nombre y apellido. En Guatemala eso se llama monopolio y amarres con el poder de turno. Hay casos conocidos. Son los mercaderes de la salud en nuestro país. Y ante esta realidad los flamantes diputados se hacen los pendejos. Sí, así como se lee, se hacen toda clase de bobos. Las razones son muchas. Quizás la más fuerte es la corrupción. Las coimas, las champurradas, y lo que ya se sabe. Viajes, puestos, y todas las transas que conocemos desde hace mucho tiempo y que esperamos cambiar. Pero también vemos que existe el temor para poner límites a las vulgaridades de ciertos empresarios.
Por ello sería interesante que los diputados se animarán por lo menos a dos cosas: a) limitar la impunidad en los precios de los monopolios de las medicinas b) poner en nuestro país los precios más bajos del mercado salvadoreño o mexicano. Esto se puede hacer casi por la vía de un decreto y declarar abiertas las fronteras para medicinas con El Salvador y México. Con los precios que operan en Guatemala, seguro que las empresas que lo hacen quebrarían en los países vecinos. Hay que ser desalmados para mantener esos precios. Aquí es donde los inefables diputados y sus remedos de partido, bien podría tener una postura, un análisis, una propuesta para abaratar los precios de las medicinas. Pero creo que sueño despierto. No son capaces de hacer algo semejante.
A continuación, una ley integral sobre las medicinas en nuestro país. Así veríamos una disminución sensible de los precios escandalosos de la actualidad. La salud de los guatemaltecos y también su bolsillo, bien merecen ese esfuerzo. Es un tema de urgencia nacional.