Por Miguel Ángel Sandoval
Coincidí alguna vez con Raquel Blandón luego de la firma de la paz, con otros amigos san carlistas, y conversamos de forma amena, alrededor de una mesa degustando una copa de vino, en uno de los hoteles en donde se realizaban actividades vinculadas a los compromisos de la paz, y lo hicimos como amigos de años. En verdad solo la encontré en esa ocasión. Luego las referencias. Acaso por el apellido común el diálogo fue más franco. Pero eso es otra historia.
Ahora con su fallecimiento, por cierto, inesperado, a causa de una infección por beber, en Izabal, agua contaminada, creo justo señalar aspectos de su vida pública. Raquel Blandón fue activista del FESC-, lo que sería el ala juvenil del partido Democracia Cristiana y en sus años de estudiante, tuvo reconocimiento en Belem y, sobre todo, en la facultad de derecho de la USAC, en dónde fue una de sus más connotados lideres y oradores y de mucho reconocimiento. Esto ocurre en los años convulsos de marzo y abril de 1962. Amigos de la época me comentan que fue ella quien llevó a Vinicio a la militancia democristiana y a la presidencia.
Sabemos, como todo el mundo, que fue esposa de Cerezo y, en consecuencia, primera dama del país, en un momento de la historia nacional en el cual se apostaba por construir la democracia, tarea en la que hoy seguimos inmersos. Pero eso de primera dama es algo circunstancial en su quehacer, pues con sus acciones rompió todos los protocolos de usanza en esos años y que por desgracia se mantienen.
Aunque para muchos su veta popular que iba más allá de los discursos, y más allá de su propio partido. Así la recordamos en manifestaciones frente al Palacio Nacional, en la plaza central, exigiendo la tierra para el campesino, acompañando al sacerdote Andrés Girón, que en esos días dirigía un amplio movimiento campesino que, además, había desarrollado la práctica de ocupaciones de tierra. No me quedan muchas dudas que eso iba más allá de lo que el partido y el gobierno democristiano podían impulsar en esos años.
En espacial debido a que la DC, como en algún momento había señalado Vinicio Cerezo, quien era su esposo y presidente del país, había entrado al poder con apenas un 25% del mismo. Eran los años en donde la doctrina militar de la contrainsurgencia y la
seguridad nacional predominaban en los cuarteles. No es un momento como el actual en donde se conoce de un proceso que lleva a los militares, luego de la firma de la paz, a valorar la necesidad de la seguridad democrática y de la efectiva subordinación del ejercito al gobierno civil.
Por ello se le recuerda ahora como una mujer libre, leal a sus principios, luchadora. Que, a pesar de los pocos espacios existentes, dio su lucha en condiciones complejas. No contaba con el apoyo claro del partido, ni tampoco del gobierno, debido a esa situación que se señala. La DC en el gobierno estaba amarrada de una mano, y en ocasiones de las dos. No son casuales pues, dos o más intentos de golpes de estado con carros de asalto y tropas rodeando la casa presidencial y el palacio nacional. Como tampoco son cosa de chiste, el paro nacional convocado por el sector empresarial para oponerse a una reforma fiscal en el año 1987.
Y recuerdo de esos años, el inicio del dialogo del gobierno con la insurgencia para poner fin a la larga guerra interna, con el clima político creado en la región por los Acuerdos de Esquipulas, de los cuales ese gobierno había sido coautor y gran impulsor. Son los años de la política de Neutralidad Activa, que permitió a ese gobierno mantener relaciones cordiales, tensas en ocasiones, con los distritos actores del ajedrez político que se jugaba en esos años en la región centroamericana.
Es en ese contexto que Raquel Blandón, una primera dama fuera de lo común, impulsaba su apoyo a la lucha por la tierra, por los derechos de las mujeres cuando eso era algo más que una aspiración, y que podía viajar a la Habana para entrevistarse con Fidel Castro en una muestra de autonomía de sus actuaciones, pero también, del gobierno que impulsaba su marido. Todo esto, con los pelos de punta de muchos dentro del gobierno y dentro del partido, así como en sectores de las elites del país. Rompió paradigmas.
No en el estilo de sus semejantes, primeras damas dedicadas al rol de floreros buenos para la decoración, o eventualmente a realizar viajecitos de representación, a lugares incómodos, o en el caso más rutinario, al Impulso de obras de caridad desde la oficina de la primera dama, creada para el efecto. Raquel llego y dijo, esto no es lo mío y somató la mesa. Que en paz descanse.