En el marco del Día Internacional de la Mujer Indígena, reivindiquemos la fuerza del arte para tejer comunidad y alzar la voz en contra de las injusticias que históricamente han afectado a los pueblos originarios.
Por Sara Curruchich
Yo abracé la música y la música me abrazó a mí. Pero esto no fue casualidad, ya que la historia de los pueblos originarios no puede contarse sin hacer referencia al fuerte vínculo que tenemos con el arte. Las mujeres indígenas somos músicas, cantautoras, literatas, escultoras, pintoras, tejedoras, danzantes y más… Las expresiones artísticas, a través del tiempo, nos han permitido luchar, resistir, acuerpar, dialogar y sanar.
Según la Organización Internacional del Trabajo (2019), somos más de 238.4 millones de mujeres indígenas en todo el mundo; sin embargo, los espacios para dar a conocer nuestro arte siguen siendo insuficientes. Esto es consecuencia del racismo y el machismo sistémico e histórico que hemos sufrido durante siglos. Por ello, quiero que mis palabras y canciones, además de ser un canto de lucha y resistencia, también representen un homenaje a nuestras madres, abuelas y ancestras. Todas ellas fueron las guerreras que nos abrieron el camino para que hoy podamos expresarnos con certeza, fuerza y sin miedo. Todas ellas han sido, son y serán la energía ancestral que me llena de fortaleza y alumbra estos caminos en el mundo del arte.
Las mujeres indígenas aún tenemos sobre nuestros hombros el estigma de lo que la sociedad nos impone. Tal parece que, si nos dedicamos al arte, debemos hacerlo desde la folclorización o la exotización de nuestro idioma o nuestra vestimenta, puesto que con constancia y naturalización exigen eso de nosotras muchas de las audiencias, los medios y las instituciones. Es necesario que, como país, cuestionemos estos convencionalismos sociales que siguen generando estereotipos y paradigmas insanos.
Lo mismo ocurre en la música. Nos quieren encasillar y limitar a ciertos estilos. Nosotras, si es nuestra elección, podemos experimentar con otros géneros contemporáneos, como el rock y el pop, y eso no nos hace menos indígenas. Crear arte en libertad debe ser nuestra consigna diaria.
La música me ha permitido conocer, convivir y aprender de muchas mujeres de diferentes territorios. Estas experiencias me han hecho comprender que nuestras historias tienen similitudes y diferencias. Por ello, cuando me subo a un escenario o tengo un micrófono enfrente, no pretendo hablar en nombre de otras mujeres indígenas, puesto que ellas tienen su propia voz y están tejiendo comunidad desde sus espacios. Lo que sí busco es generar diálogos que nos permitan honrar nuestro pasado, comprender nuestro presente y proyectar nuestro futuro; es decir, caminamos y construimos juntas.
Que el Día Internacional de la Mujer Indígena sea un recordatorio sobre el trabajo de liderazgo comunitario que las mujeres indígenas estamos gestando en diferentes ámbitos como el activismo, la defensa de los derechos humanos, la política, la educación o el arte. Es nuestra labor garantizar que las nuevas generaciones de niñas y adolescentes hereden la sabiduría ancestral que les permita expresarse artísticamente en libertad.
Que cada día sea para recordarnos la justicia que merecemos como mujeres indígenas, que cada momento la consigamos más, porque de eso también se trata la dignidad.