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¿Deben las ONG recibir financiamiento del gobierno?

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 2 minutos

 

Juan José Hurtado Paz y Paz

Está próximo a realizarse el V Congreso de Organizaciones No Gubernamentales –ONG- organizado por ASINDES, que ha sido antecedido por distintos Precongresos en las diferentes regiones del país.

Como parte de las reflexiones, en un momento en que la Cooperación Internacional hacia Guatemala pareciera que disminuye, ha surgido el tema de financiamiento de las ONG. Algunas propuestas van en el sentido de que el gobierno debe financiar las que cumplen una función social de manera eficiente y eficaz, cubriendo vacíos que el Estado no cubre.

Parecería razonable, pues hay ONG que han demostrado eficiencia y eficacia, quizás por ser unidades pequeñas, descentralizadas, sin mucha burocracia y con personal comprometido con lo que hacen, con verdadera mística de trabajo.  (No estamos hablando aquí de las ONG de cartón que sirven a la corrupción de diputados y funcionarios de gobierno. Hay ONG de ONG y nos referimos a las honestas y que trabajan en favor de los derechos de las poblaciones que han sido marginalizadas).

Sin embargo, resulta un contrasentido llamarse Organizaciones No Gubernamentales y trabajar con fondos del Estado, a mi entender, por varias razones.

En primer lugar, debemos resaltar que las ONG no son un fin en sí mismo sino un instrumento de servicio a las poblaciones.  Es decir, lo más importante no es asegurar la sobrevivencia de las ONG, sino que se debe trabajar para que a quienes les corresponde, asuman plenamente sus responsabilidades: el Estado como garante de derechos y las personas, familias y comunidades como protagonistas de sus propias vidas.

Al final de cuentas, las ONG somos intermediarios, y los intermediarios se debe procurar que desaparezcan.  Mientras sean útiles y necesarios, hay que hacer uso de ellos; pero si se puede prescindir de ellos, es mejor hacerlo así, sin intermediarios. Lo más importante es que las personas, comunidades y liderazgos locales asuman pleno control de sus procesos.

Las ONG debiéramos ser facilitadoras y acompañantes de procesos, no benefactores en una relación vertical de poder. Debemos ser verdaderos servidores de población con la que decidimos trabajar y que son nuestra razón de ser, procurando relaciones horizontales.  Acompañar no significa sustituir el protagonismo de las personas y comunidades, sino brindar información y formación, brindar recursos útiles para los procesos, aportar ideas, tender puentes y facilitar relaciones, al mismo tiempo que aprendemos y desarrollamos capacidades con la población con la que trabajamos.

Una frase multicitada de una aborigen australiana, Lilla Watson, dice: “Si has venido aquí para ayudarme, estás perdiendo el tiempo. Pero si has venido porque tu liberación está ligada a la mía, entonces trabajemos juntos”.

Por otro lado, que las ONG cuenten con financiamiento estatal les resta autonomía y, muy probablemente, también pérdida de su función crítica. Más bien se crean relaciones de dependencia económica que, por lo general, se traducen también en dependencia política y de acción. Es muy difícil actuar con criterio propio cuando se es parte de definiciones estatales y se está amarrado a los fondos que éste brinda.

Debemos ser muy honestos con nosotros mismos y hacia los demás en cuanto a cuál es nuestro papel, en qué podemos aportar que represente avance, e inclusive reconocer en qué momento debemos dejar de existir o por lo menos tomar otro camino, si fuera el caso. Si somos herramienta de trabajo, como un machete, por supuesto que debemos procurar que tenga filo y corte bien, pero en un momento dado, por más filo que le echemos, el machete ya no agarra filo.  Entonces se llega el momento de desechar lo que ya no sirve y hacerse de una herramienta nueva.

Las ONG estamos para servir y eso debe definir nuestra existencia.

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