Por Miguel Ángel Sandoval
En los últimos días vimos que se construyó el escenario de una supuesta crisis, en la frontera guatemalteco-mexicana, por la llegada de unos 600 refugiados mexicanos, huyendo de las balas perdidas de las peleas entre los narcos mexicanos, mejor dicho, de los carteles de la droga que funcionan en esa parte del país. Pero no hay que perderse. Se trata de hermanos mexicanos que por seguridad buscaron la frontera común y pasaron al lado guatemalteco. En donde seguro, van a encontrar, compadres, primos, hijos, familias que los reciben. Esa es la naturaleza de las cosas. Es una frontera compartida como el título de esta columna, o acaso una región compartida, pues desde siempre, los intercambios son múltiples entre la población de esa zona.
Aunque ahora es importante recordar que la región fronteriza en la parte de Huehuetenango o Quiché, Petén o San Marcos, fue durante los años de la guerra interna en nuestro país, lugar de población que salió huyendo de Guatemala, ante la ofensiva de las fuerzas del estado contrainsurgente guatemalteco, que hizo todo lo posible por terminar con esa población con políticas que no debemos olvidar para que no se repitan. Es algo que nos debe servir para ver en el fenómeno actual, de mexicanos huyendo hacia Guatemala, algo puntual y que responde a un tema igualmente puntual, como es el narco y sus desbordes, no una política de estado.
Pero el tema es que, si ahora nos preocupa que unos 300 mexicanos pasan a nuestro lado, recordemos que, en los años 80 del siglo pasado, los refugiados guatemaltecos que fueron a México fueron unos 45 mil, oficialmente atendidos por el estado mexicano, por lo cual los guatemaltecos deberíamos estar eternamente agradecidos. Son fenómenos no comparables ni en su dimensión ni en su naturaleza. Lo único en común es que se trata de población civil que opto por buscar un lugar seguro ante las amenazas sobre su vida. En un caso se habla de 250 o 300 personas, lo cual ya es bastante, mientras que en el caso que recordamos ahora, se trató de 45 mil, con un subregistro que pudo haber llegado a un 25% de no identificados, que se fundieron con la población mexicana, con la que hay lazos históricos, étnicos, culturales, familiares.
En ese sentido, la frontera no es una línea imaginaria, sino una región que comparte muchas cosas. Hay compadres, historia como ya se dijo. Un lugar en donde la línea nunca se mira, pues eso es en realidad, una abstracción de los geógrafos y de los gobernantes. Recuerdo a un amigo que contaba muerto de risa, que una ocasión en plena campaña electoral del lado guatemalteco, iba con su altoparlante haciendo campaña del otro lado de una frontera invisible. O para tener una idea más ajustada, en las fuerzas zapatistas, fenómeno más reciente, que guatemaltecos estuvieran junto con sus compadres mexicanos exigiendo lo mismo.
Hay un tema cierto. Hoy el narcotráfico es un tema transnacional. Hay narcos de los dos lados de la frontera y los migrantes de ahora lo son porque huyen de las disputas de territorio de los carteles mexicanos, así como de sus conexiones con los carteles guatemaltecos. Y no podemos perder de vista que la gente, las comunidades, huyen de la violencia, que en este caso tiene origen en una actividad delincuencial, como antes la gente huía de un gobierno represivo, ante el temor de perder por el levantamiento nacional que hubo en esos años, los privilegios que había obtenido de forma histórica, y con el uso siempre, de la fuerza.
En la actualidad lo que corresponde es el impulso de una política solidaria con los hermanos mexicanos. Se impone una mirada humanitaria y esto es lo que entiendo se hace por las organizaciones locales, es lo que señala la gobernadora de Huehuetenango, y lo que dice el gobierno del presidente Arévalo. No es un tema de soberanía nacional, es un asunto humanitario. Se trata de que los guatemaltecos debemos ser solidarios con hermanos mexicanos que, por razones distintas al éxodo de guatemaltecos en la década de los años 80, vienen ahora a refugiarse en territorio nacional. Guatemala tiene el compromiso moral de ser solidaria, y acoger a los hermanos mexicanos con las mejores muestras de cariño y hermandad.
Estoy seguro de que los mexicanos han sido recibidos en casas de guatemaltecos que en los años 80 fueron refugiados en México, o por sus hijos. Y ello merece un reconocimiento. Las políticas de gobierno son una cosa, la hermandad, la amistad y el calor humano, es algo que se produce entre iguales. Mis mejores votos para que esa minicrisis se pueda resolver cuanto antes y con los menores costos para una población que merece vivir en paz.