Señal de 500 años
en el tiempo,
en la milpa
y en el llanto.
(Ricardo Cajas Mejía)
Por Carlos Fredy Ochoa García, Pakal Rodríguez Guaján, Esteban Gómez Toj y Rafael Flores[1]
La invasión española significó la aniquilación progresiva de todas las ciudades preexistentes
Según el registro arqueológico actual, para 1500 existían en Guatemala unas 30 ciudades con juego de pelota[2], un símbolo de su autonomía política. La caída de estas ciudades fue larga y penosa, en su mayoría se cumplió entre 1524 y 1540, en el curso de una sola generación. Los detalles de su caída no los conocemos. Incluso hoy resulta difícil relacionar sus sitios arqueológicos con las poblaciones actuales, incluso con los nombres que registraron las crónicas. De algunas ciudades tampoco se localizan sus vestigios, aunque esto podría explicarse porque algunas ciudades se subsumieron en los nuevos pueblos, como Xe Laju’ o Xe Tulul. Además, hubo ciudades cuya caída se consumó siglos después, como el caso de Tayasal, en el Petén, que cayó bajo dominio español hasta 1697[3].
Cuatro documentos mayas registraron los sucesos de 1524, el Nijaib’ (en cuatro versiones), Koyo’i, Huitzitzil Tzunun y El Memorial. Los tres primeros se limitan a los sucesos K’iche’ de Xelajú, pero todos muestran la importancia estratégica de sus ciudades (siwan tinamit o ciudades rodeadas de barrancos); misma que es invisibilizada en los relatos de guerra castellanos del siglo XVI y en general en toda ideología de ‘conquista’. Sin embargo, las ciudades eran pieza clave de los patrones de guerra mesoamericanos, y los españoles tenían perfecto conocimiento de ellos y de las costumbres de la guerra. Oudijk y Restall han identificado la estrategia de avance secuencial en el uso “del territorio que recién habían conquistado, incluyendo gente y recursos, como un trampolín para la siguiente conquista”[4]; y la captura de ejércitos completos para engrosar el propio[5]. Los castellanos lo comprendieron y usaron de esto; también una vez identificadas las ciudades objetivo, que movilizaban la ambición, investigaban los antagonismos locales, forzaban alianzas y lanzaban campañas de intimidación. Para esto se valieron de la captura y tortura de espías y de un sistema muy antiguo y bien constituido en Mesoamérica de correos y mensajeros[6], por esta vía operativizaban el llamado “requerimiento”, es decir, conminar a los gobernantes a declararse vasallos del rey, aceptar su religión, y darles gente para la guerra; so pena de tener guerra y ponerlos esclavos.
Para los estrategas mayas, ninguna defensa era posible al margen de su ciudad y el Memorial organiza sus relatos en función del ataque a las ciudades. Los gobernantes invariablemente enviaban embajadas a sus enemigos invitándolos a entrar a ellas[7]. Tunatiw siempre se rehusó, más bien, denunciaba que se trataba de engaños para asesinarlo, pero atribuyendo este conocimiento a la delación y a la traición. Es el mito de un Tunatiw alertado por delatores y traidores, dicho para ocultar que sabían perfectamente que no podían entrar y permanecer en una ciudad porque allí serían derrotados. De algún modo, como fuerza invasora lograban que las batallas se sucedieran a campo abierto. Ejecutaban matanzas y sin duda genocidios que se presentan separados de la ciudad, pero una vez adentro, dedicaban los días subsiguientes al saqueo, correrías y asolar sus territorios. Sabían que estas ciudades eran capitales con control sobre muchos pueblos y ciudades. De Q’umarkaj los arqueólogos han identificado unos 32 sitios arqueológicos contiguos[8], esto explica que luego de la quema de la ciudad, Tunatiw pasara 34 días corriendo la tierra y saqueándola. Ya una vez en la ciudad tomada, enviaban mensajes intimidatorios a las siguientes ciudades objetivo, para luego avanzar sobre ellas. Las descripciones de esta estrategia se repiten una y otra vez tanto en Cortés y Tunatiw, como en Bernal Díaz del Castillo.
Documentos como el título de Totonicapán, registran el termino yik’ (K’iche’- yik’: “pisar, hollar; dominar, por extensión derrota), típicamente traducido como “conquista”[9]. En el mismo sentido, el título Koyo’i: “Salir a pisotear las tierras”[10]. En Basseta la idea es la de aplastar, en el sentido de dominar o derrotar en guerra (patear, dar de patadas, abatir, hollar, ultrajar), todas denotadas por la noción de hallarse derrotado, vencido (chakataj)[11]. En el título de Cristóbal (Xpal) Ramírez el término payik, “lugar donde se pisó” (Folio 11r) se refiere a las tierras ganadas (conquistadas lo traduce Carmack) por sus abuelos y abuelas[12]. El Título relación de Paxtok’a (1545) relata (en castellano) las “conquistas” que hicieron sus antepasados, por las cuales “ganaron” sus tierras, para luego asimilarlo a una segunda “conquista” por la cual fueron “acristianados” [13]. Pero a diferencia del siglo XVI, en las invasiones de la antigüedad mesoamericana, aunque las guerras implicaban tributo, no conllevaban dominio político y religioso, ni la esclavitud o el trabajo forzado pasaba a ser la base de las relaciones económicas y de la sociedad.
La guerra Kaqchikel detiene el avance de Tunatiw
El Memorial informa que 600 días después del comienzo de la guerra y estando todo el territorio en guerra (lab’al), en el día 4 Kamey, Tunatiw irrumpió en Chi Iximche’, incendió la ciudad y luego se marchó[14]. Ese año los Kaqchikeles se negaron a pagar el tributo; los señores Ajaw Kajii’ Imox y B’eleje’ K’at no vivián en la ciudad y continuaban la guerra. Este término lab’al (guerra) no está más en el habla actual y no debe ser traducido como rebelión o levantamiento (yakataj), parece que cayó en desuso junto a los estados de la antigüedad aniquilados por el colonialismo.
Aquel año los castellanos se establecieron en Chi Xot[15] (Comalapa), pero como la guerra continuaba partieron de allí para establecerse en B’ulb’ux’ya[16] (Almolonga), donde finalmente fundaron una ciudad, pero esto no lo hizo Tunatiw sino su hermano Jorge de Alvarado[17].
Después de 1,900 días de guerra[18] (un poco más de cinco años) a esta ciudad llegaron los Ajpo’ Sorz’il y Xajil a presentarse ante Tunatiw, en el día Ocho No’j, esto marcó el inicio del tributo a los Kaqchikeles. Tres años después, el día siete Kej, el ajpo B’eJeje’ K’at murió forzado a lavar oro[19].
La guerra la continuo del Ajaw Kajii Imox, el Memorial informa que dos años después, el día 1 Aj, el ajpo’ llegó a la ciudad de Chi Iximche’, pero se dice que solo pasó a verla[20]. Finalmente, el día Trece Q’anel, después de 16 años, el señor Kajib’ Imox, junto con el señor Kiyawit Ka’oq, fueron ahorcados en Santiago de Guatemala por orden de Tunatiw[21].
El relato Kaqchikel del Memorial no tiene paralelo historiográfico, por su crónica, como por la intencionalidad con que fue escrita, mientras Tunatiw y de Bernal Díaz se dirigen a la autoridad española, el Memorial, como los otros relatos K’iche’ (los documentos Nijaib’, Koyo’í, Huitzitzil Tzunun, y los documentos de Totonicapán), se dirigen a sus descendientes, a sus hijos, a sus retoños, el futuro.
El relato de Tunatiw está en dos cartas escritas a Hernán Cortés, donde lo relatado abarca los primeros seis meses de 1524. Esta acotación temporal es muy importante, sobre todo si se toma en cuenta que, publicadas en 1525 (Toledo, España)[22], fueron pronto del dominio público; la centralidad de sus relatos enfocados en 1524, tiene un discurso de ‘conquista’ que contrasta con la larga duración que se lee en las probanzas de méritos subsiguientes, las que exaltan los largos años de servicios[23].
El otro testimonio de esta época es el de Bernal Díaz del Castillo, quien no fue testigo presencial de los sucesos de 1524, en el brevísimo capítulo 164 de su obra apenas los refiere, para refrendar lo dicho por Alvarado; otro capítulo, el 214 es menos detallado aún, revisa ciertos sucesos de 1526. En Bernal nada sugiere que la ‘conquista’ o el dominio de estos territorios se simbolizara por lo hecho en 1524. En cambio, sí dejó claro que en 1526 el territorio y todos los pueblos estaban en guerra, cuando acertó a cruzarlo y pasar por Chi Iximche)[24], sin sugerir siquiera que a su paso quemaron la ciudad (esto lo dice el Memorial)[25] .
Las referencias de Tunatiw a las ciudades invadidas son por ahora difíciles de valorar; sobre todo, si se toma en cuenta que sus descripciones son muy escuetas y las ciudades quedan ocultas tras un lenguaje muy impreciso, con el que pareciera ir clasificando lo que ve en ciudades, pueblos, peñoles, comarcas y provincias, también se ocultan tas el uso de los gentilicios. A pesar de ello, el termino ciudad lo menciona tantas como cuarenta veces en ambas cartas, pues la sola idea de ciudad alimentaba su ambición: “Aquí supe de muy grandes tierras, la tierra adentro con ciudades de cal y canto”, “cincuenta o cien leguas adelante de Guatemala (Chi Iximche’), donde me dicen y tengo nueva de los naturales de esta tierra de maravillosos y grandes edificios y grandeza de ciudades”, y se vanagloriaba de la “conquista de muchas ciudades”. Por esto obligaba a sus prisioneros a que declararan e informaran sobre sus ciudades; afanosamente buscó a Zapotitlán, Atitlán (Chiya) y Ezcuintepeque. Muchas ciudades lo impresionaron, de la ciudad de Xe Laju’ dijo “le hallé despoblada y no persona ninguna en él, y allí me aposenté y estuve reformándome y corriendo la tierra, que es tan grande población como Tascalteque” (Tlascala); de Tepalan escribió que, “era tan grande como esa de Méjico, de grandes edificios de cal y canto y azoteas”. Las ciudades de Utatlán, Chi Iximche’ y Cuscatlán fueron las que más le llamaron la atención. Su mayor enfadó fue hallar ciudades despobladas o abandonadas a su paso. Quemó por lo menos a tres de ellas, a Chi Q’umarkaj, Chi Ezcuintepeque y Chi Iximche’, y de ellas como de Chi Xe Laju’ y Chi Xe Tulul dijo haber “corrido” sus tierras. En su campaña a Cuscatlán asoló por lo menos a otras doce ciudades. Pero de todas ellas, el haber aniquilado Chi Q’umarkaj fue su mayor gloria, de ella dijo: “Esta Ciudad es bien obrada y fuerte a maravilla y tiene muy grandes tierras de panes y mucha gente sujeta a ella, la cual con todos los pueblos a ella sujetos y comarcanos…”. “mandé quemar la ciudad y poner por los cimientos porque es tan peligrosa y tan fuerte”.
Tunatiw registró unos dieciocho nombres (topónimos), de ciudades por él atacadas en 1524, todos en náhuatl, infortunadamente, aquellas del lado oriental en su mayoría no han sido identificadas. Infelizmente, tampoco el lienzo de Quauhquechollan los aclara porque detiene su narrativa en el lado oriental. El Lienzo, recién conocido en 2002[26], provee una narrativa cronológica en su escenario geográfico, permite identificar unas 17 ciudades vinculadas a las guerras de 1524, las demás corresponden a la invasión de 1527. De estas ciudades el simbolismo de Chi Q’umarkaj es supremo para 1524, algo compresible porque esta era la gran capital caída, así como Chi Iximche’, símbolo de la ciudad indomable, es la menos conocida, incluso negada, en la historia oficial sobre 1524.
[1] Carlos Fredy Ochoa García (antropólogo K’iche’) <carlos.ochoa@profesor.usac.edu.gt>; Pakal Rodríguez Guaján (lingüista Kaqchikel) <pakalbalam@yahoo.com>; Esteban Gómez (arqueólogo K’iche’); <ajpugomez@gmail.com>; Rafael Flores (historiador otomí) <arfhistoria@gmail.com>.
[2] Fox, 1991, pág. 216; Pugh, 2012; Castillo,2022; Akkeren 2008, 2010.
[3] Pugh, 2012, Pág. 2; Medina 2002, Pág. 337 ss.
[4] Oudijk y Restall, 2008, Pág. 36.
[5] Nijaib’, en: Carmack y Mondloch, 2009, Pág. 103.
[6] Oudijk y Restall, 2008, Pág. 29; Nijaib’, en: Carmack y Mondloch, 2009, Pág. 106.
[7] Diaz del Castillo, capítulo 144, 1934, Tomo II, Pág. 107; Carta al emperador, Méjico, 15 de octubre de 1524, en: Gayangos, 1866, Pág. 184; Alvarado, Carta del 11 de abril de 1524.
[8] Gómez Toj, Comunicación personal, 2012.
[9] Vico, citado en Carmack, 1983, folio 7r, nota 61. Pág. 212.
[10] Título Koyo’i, fol 26, en: Carmack 2009, Pág. 41.
[11] Basseta, 2005, Pág. 316.
[12] Carmack 1989, Pág.199.
[13] Archivos comunitarios de Paxtoca; ver también: Chinchilla Mazariegos, 2009, Págs. 153–150.
[14] Memorial, Otzoy (158), 1999, Pág. 188; Bernal Díaz del Castillo, Capítulo 193, Pág. 857-858.
[15] Memorial, Otzoy, 1999, Pág. 188; Lovell, Lutz y Kramer, 2016, Pág. 126.
[16] Memorial, Otzoy, 1999, Pág. 188.
[17] Lovell, Lutz y Kramer, 2016, Pág. 126. Asselbergs, 2002, Pág. 23.
[18] Memorial, Otzoy, 1999, Pág. 188.
[19] Memorial, Otzoy, 1999, Pág. 189.
[20] Memorial, Otzoy,1999: Pág. 189.
[21] Memorial, Otzoy, 1999, Pág. 190.
[22] Gall, 1968, Pág. 77.
[23] Gall, Probanzas de Alvarado y Chávez, Anales, Tomo XI, 1967, Págs. 193 ss; Gall, Probanzas de los León y Cardona, 1963, Pág. 63 ss.; Matthew, 2015, Págs. 621 ss.
[24] Diaz del Castillo, Tomo II, capítulo 193, Pág. 218,
[25] Memorial, en: Otzoy, 1999, Pág. 188.
[26] Asselbergs, 2002, Pág. 34.