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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 2 minutos

 

Por Miguel Ángel Sandoval 

Puede sonar exagerado pero es la única opción que queda, dado que la CC es la última instancia de la armazón legal o jurídica del país, y no hay nadie que la supervise. Veamos. Si su función es la defensa de la constitución pues no lo están haciendo.

Dejaron de ser la instancia máxima, no tienen el respeto de la sociedad, se han convertido en el hazmereir nacional. 

Hoy sus resoluciones dan cólera o pena, tristeza o frustración, pero en ningún caso permiten un sentimiento de satisfacción, simpatía por lo bien hecho.

Todas sus intervenciones son gallo-gallina, y no reflejan la constitución, ni en espíritu ni en la letra.

Se han inmiscuido en política, al grado de actuar con prepotencia, violando leyes, usurpando funciones del TSE, en asuntos internos de los partidos políticos, aunque sean partidos que dan pena ajena. Le dan órdenes al congreso con actitudes que rayan en lo absurdo e ilegal, pero lo más grave, a ciencia y paciencia de un congreso devenido en huesero, negociante y encima de todo, pusilánime, que no es capaz de ponerle un alto a los abusos de la que ni en chiste puede ser denominada como la Corte Celestial.

Antes bien, se han convertido en violadores del texto constitucional, todo porque desde hace años inauguraron el reinado de todo vale. Retorcer la ley o estirarla no lo vieron como violación sino como picardía de los corruptos, o como justificación al delito constitucional, sobre la base de que finalmente todo dependía de como se interpretaba. Así le dieron rienda suelta a una especie de prevaricato constitucional. Se que el término puede no ser exacto pero sí describe las vulgaridades seudo legales que hacen.

En ese proceso los magistrados se olvidaron que finalmente y como está establecido en el mismo texto de la carta magna, no se pueden aceptar órdenes ilegales o acciones que violen lo que en la misma se estipula. Lo contrario sería aceptar una especie de dictadura constitucional sobre la base de la violación sistemática de la misma constitución y eso no lo podemos aceptar, y antes bien, tenemos el deber ciudadano de rechazar.

Hace algunos años escribí que la CC había que cerrarla y un exmagistrado se dió la tarea de explicarme que eso sería un error. Ahora a la luz de las actuaciones de la gavilla en que se ha convertido ese grupo de impresentables, le preguntaría, al mismo magistrado, si volvería a insistir en la necesidad de mantener esa instancia buena para nada, cómo no sea, escalar la corrupción y aceptar las violaciones al texto constitucional. Es triste pero los hechos son testarudos.

Y como la guinda del pastel, ahora se dan el lujo de limitar el derecho de manifestación, amparados en un falso y vergonzoso puritanismo, propio de pastores lavadores de dinero . Se oponen a que los niños vayan en una marcha de la comunidad LGBTIQA+ acompañando a sus padres, pero no se oponen a la trata de niños “siempre que no violen la ley”, una vez más, el chiste se cuenta solo. 

En la actualidad, como lo vemos de las más diversas formas, actúan a pedido del pacto de corruptos, oponiéndose a las iniciativas y acciones del gobierno,  en temas de absoluto interés nacional. Se han convertido a la vista de todos, en la punta de lanza de la corrupción, del nepotismo, de la impunidad. Ya hace mucho que dejaron  de ser los guardianes de la esencia, en forma y contenido, del texto constitucional. Hoy, son sus más “conspicuos” depredadores. Merecen ir a la cubeta de los desperdicios.

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