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Créditos: Luz divina del alma. bordado y crochet sobre almohada -1996
Tiempo de lectura: 13 minutos

 

La obra del artista paraguayo Feliciano Centurión (Paraguay 1962 – Argentina 1996) sigue vigente en la creatividad de nuestra generación. Su propuesta atravesó los grandes problemas sociales del sur global de la década de los 80 y 90: la migración, la postguerra, el VIH y la propia introspección cuir.

Su obra no es necesariamente una referencia directa a su contexto, sino más bien una propuesta estética y emocional frente a su propia vivencia.

Por Juan José Guillén*

A menudo lo que se escribe de la vida y obra de Feliciano Centurión transcurre a lo largo de tres actos: la migración, la identidad queer y el VIH. El trabajo del artista paraguayo ha sido redimensionado, en los últimos años, desde nuevas sensibilidades estéticas que han aparecido en los museos postpandemia y recuperado la obra de un Feliciano que respondió desde el lenguaje del afecto y la resiliencia a su propia vivencia, estetizando lo típicamente sencillo.

Feliciano tejió y pintó una importante declaración política sin recurrir al panfleto o al activismo. Su trayectoria estuvo marcada por una carrera artística incansable y, una corta, pero brillante producción que permite una aproximación a su trabajo.

Centurión nació en San Ignacio, en la región sur de Paraguay un territorio marcado por la fatídica guerra de la triple alianza[1] (1864-1870) que mató al 90% de la población masculina y tuvo enormes consecuencias demográficas y culturales en su población. Pronto se verá por qué Feliciano crece en un entorno femenino, porque este país sudamericano también fue uno de los que vivió un episodio de dictadura, terror y represión[2] propias de los señores de la guerra y el patriarcado.

La otra faceta de Paraguay, importante desde nuestro territorio para comprender su obra, está en un país cuya población es la más mestiza étnicamente, uno de los pocos territorios donde el Estado reconoce al idioma guaraní como oficial, pero que sobre todo, es hablado por el 90 por ciento de la población.

El país de Centurión tiene una herencia cultural distinta a la de nuestro territorio mesoamericano, pero que comparten los síntomas del sur global. Es posible partir de estas consecuencias históricas en común, tragedias repetidas a lo largo de Latinoamérica, para entender que su vivencia y obra no busca ser una declaración política, aunque termine siéndolo. Feliciano está ligado a la historia y sentir del sur de Paraguay y este se nos presenta también en su obra.

Obra por Feliciano Centurión, vía Oxigeno Feria de Arte.

Como una consecuencia histórica, Centurión crece rodeado de mujeres de las que aprende a coser y hacer crochet, prácticas de la tradición guaraní y mestiza de Paraguay. Un tiempo y lugar en la infancia del artista que luego marcará profundamente sus referencias animales, estéticas y oníricas.  “Cuando era niño, Centurión se sentía atraído por las artesanías tradicionalmente asociadas con las mujeres y también se sentía incómodo por no seguir intereses más convencionalmente masculinos”. Se lee en el comentario introductorio que Gabriel Pérez-Barreiro, el curador de arte brasileño, elabora para la muestra Abrigo. Décadas después de la muerte de Centurión su obra fue dimensionada en el extranjero, especialmente cuando llegó a la galería Americas Society, el espacio más antiguo de Estados Unidos, dedicado a exhibir el trabajo de artistas latinoamericanos, el caribe y Canadá.

Feliciano migra del sur a las ciudades, una historia repetida

¿Cómo comienza Feliciano sus inquietudes artísticas? En 1980 se traslada a Buenos Aires, Argentina para estudiar en la Escuela Nacional de Arte, en donde comenzaría sus primeras inclinaciones creativas. Entonces Paraguay le estaba quedando pequeño a un artista que también urgía de la liberación de su propia identidad homosexual. Acá encontramos otra historia repetida del sur, las grandes migraciones de comunidades de la diversidad sexual empujadas, en la mayoría de casos al desplazamiento hacia las ciudades. El vibrante entorno cultural de Buenos Aires será importante para la formación “académica” de Feliciano. En 1987 ya se encontraba exponiendo de forma grupal junto a un brillante grupo de artistas que será vital para su carrera.

Es importante analizar que Centurión era descendiente de tejedoras, por lo que sus inquietudes estéticas y creativas debieron venir desde su infancia al lado de sus tías, abuelas y su propia madre, de esta forma podemos entender por qué de la atmósfera de niñez, ternura y maternidad están presentes en su obra.

Retrato e Feliciano Centurión CIRCA 1990

Al final de la dictadura militar de 1983, Argentina resurgía de un régimen brutal y artistas e intelectuales disfrutaban de nuevas libertades y posibilidades en la escena, un entorno postguerra caracterizado por la incasable producción artística destacó en Buenos Aires a principios de los noventa. El artista Marcelo Pombo[3], amigo de Centurión, definió la política cultural de la época como “el metro cuadrado que rodea inmediatamente a los artistas: amigos familia, vecinos”.

El Centro Cultural Rojas

Para 1987, Feliciano se volvió activo dentro del círculo entorno al Centro Cultural Rojas en Buenos Aires que sería un espacio clave para la escena del arte en los años 80 y 90 un lugar donde varios artistas plásticos que, desde la hermandad y el autoaprendizaje marcarían la década del 90 de la escena argentina.

Como con cualquier sexualidad negada por el sistema, en Argentina Centurión encontró en la creación una herramienta, se sintió liberado no sólo por este nuevo espíritu artístico que conoció en Argentina, sino también por la posibilidad de ser abierto en su sexualidad.

Es importante tomar en cuenta el contexto de Sudamérica a finales de los 80 y durante los 90: Las corrientes de pensamiento queer y feministas comenzarían a hacer ruido en las ciudades latinoamericanas, las disidencias sexuales reivindicarían, como hasta ahora, la naturaleza de sus migraciones, el cuerpo mismo se comenzó a dimensionar como un “territorio” en disputa, como lo demuestra la frase: “Lo personal es lo político”[4], para este grupo de jóvenes el cuerpo y sus inmediatos eran centrales en sus obras, el concepto de arte mismo era lo primero que urgía liberarse, “la libertad política no tendría sentido si el artista no puede expresarse en lo más personal y cotidiano”, afirmaba el grupo. Todas estas ideas fueron reflexionadas desde la colectividad por quienes pasaron en esa época por el Centro Cultural Rojas, una institución clave para comprender la primera época del artista.

1993 Pintura sobre frazada de cama 232 X 193 cm

“Una elaboración que hago, psicológica, en estos últimos tiempos, es permitirme trabajar con cuestiones femeninas. Cuando yo era chico y vivía en el mundo femenino, con hermanas y mi madre y mi abuela, tenía prohibido hacer ciertas cosas porque eran de mujeres: “¡No estudies piano, eso es para mujeres!” “¡No bailes, eso es para mujeres!” ¡Todo era para mujeres! Todo lo que yo quería hacer era para las mujeres. No podía agarrar la escoba, no podía hacer muchas cosas.

-Feliciano Centurión

A finales de la década de 1980 el Centro Cultural Ricardo Rojas (El Rojas), se volvió el epicentro de una revolución en las artes visuales, a partir de los 90, la escena plástica de Buenos Aires no volvería a ser la misma. Bajo la dirección del artista Jorge Gumier Maier, la institución se convirtió en el nuevo espacio para estos artistas y sus inquietudes creativas, preocupaciones colectivas que como comentamos, incluían lo cotidiano, la autoexpresión, el interés por la estética kitsch, de Feliciano conoceremos la forma en que desmitifica el material con que se construye la obra. Al final su valor intrínseco también está asignado por el material que le compone, Centurión retuerce esta premisa y privilegia entonces objetos de la cotidianidad como frazadas y juguetes, y los interviene como recuperando el uso del objeto más allá del material.

Feliciano Centurión, de la serie Frazadas, 1990-1993, acrílico sobre frazada, 204 x 146 cm

“Una de las características del arte contemporáneo”, explica el teórico Ticio Escobar, “es perder el miedo a lo decorativo, a lo kitsch, a lo ornamental, a lo que es incluso banal, fútil, o aparentemente muy trivial y, a través de eso, conducir el objeto hasta su límite; buscar la intensidad profunda que tienen todas las creaciones humanas. Tomar lo cotidiano e impregnarlo con las vivencias, con las pulsiones, con la vida interna del artista”.

-Feliciano Centurión
Es probable que este grupo discutiera sobre estas ideas alrededor de la desmaterialización del arte y la inquietud a la que respondía, este espacio sería el crisol de un primer discurso hacia una identidad queer en la obra de Centurión pues también eran explorados por el artista temas entonces tabú como la ternura, la religiosidad y el propio tejido, que en aquella época de militancia y posicionamiento, pasó desapercibido a la escena latinoamericana. Centurión creaba pequeños rituales plásticos que respondían a su situación, no por ello menos política, pues Centurión vivió las marginalidades propias del sur global, así, se convirtió en un miembro central de este grupo de artistas, exponiendo varias veces en el Centro Cultural Rojas.

Feliciano Centurión, Surubí, 1992, acrílico y barniz sobre frazada.

Por esta época, comenzó a involucrarse con telas, crochet y bordados. A menudo recolectados de los mercados de los barrios populares, especialmente de “El Once” un distrito textil de Buenos Aires. A partir de entonces Feliciano abandonó el lienzo y se volcó a las frazadas como parte de su producir artístico, el centro cultural rojas despertó la madurez creativa del artista, comenzaría una corta pero brillante carrera.

La sacralización de lo cotidiano

A medida que Centurión continuaba su exploración de telas, materiales y el significado de este, la relación intrínseca de lo textil con su infancia materna debió llevar al artista poco a poco a la práctica que más le convocaba en su infancia: tejer. De esta forma retomó en su praxis artística el bordado y el crochet.

En muchas obras Feliciano tomaba una funda de almohada, un posavasos, un delantal o un mantel y lo arropaba con tejidos a los que agregaba frases que nos siguen convocando, aquel era más que un ejercicio artístico una práctica de ternura y auto reconocimiento.

Luz divina del alma. bordado y crochet sobre almohada -1996

De esta época viene la parte más personal y referenciada de la obra del artista, objetos de nuestra cotidianidad cobran un sentido sagrado, totémico en la medida en que son revestidos por el artista.

En las cosmovisiones mayas se tiene claro que todos los objetos tienen la capacidad de estar animados, no necesariamente vivos, si bien resguardan “su espíritu”[5], pero para la cultura guaraní, especialmente el arte jesuítico-guaraní, también habla de un territorio en Paraguay que guardaba una relación mágica con el objeto, entender esta perspectiva creativa del artista nos hace pensar en la relación que entablaba con los materiales, las frases, los tamaños y las técnicas textiles al catalizar la obra.

Feliciano Centurión, Mi casa es mi templo , 1996. bordado sobre delantal, 13 x 26 pulgadas.

“Centurión también realizó trabajos meticulosos y de larga duración sobre objetos producidos comercialmente”, comenta el curador Gabriel Pérez Barreiro. Este ejemplo lo encontramos de forma más presente en la serie de la “Familia de Dinosaurios”, darle abrigo y aprecio a una familia de dinosaurios de plástico baratos haciéndole a cada uno un suéter tejido a mano hace que estas piezas, aparentemente irrelevantes, cobren otro sentido al quedar arropadas.

“Llegaron a mí, como casualmente, el juguete y su ropa, vuelvo a la infancia, les tejo vestiditos de lana, tapaditos, ropitas de crochet, revelando el humor y acentuando la calidad kitsch del objeto. Envueltos de ternura, despiertan simpatía y conforman una especie de Jurassic Park de lo doméstico. Juntos, sin categorías, dinosaurios, caballos, elefantes, son una metáfora del poco cuidado y el amor a nuestra naturaleza. Condenados a la repisa, impregnan a la realidad con gestos de amor”.  

Feliciano Centurión

En las frases que Feliciano borda hay un profundo sentido de autorreflexión, frases cortas aparentemente ingenuas versan sobre el amor, con declaraciones como “Te quiero” y “Descansa tu cabeza en mis brazos” en la medida que examinamos las frases encontramos sentimientos como la añoranza y el ensueño, estados probablemente relacionados a la lejanía y luego también encontramos frases que responden a las inquietudes espirituales del artista alrededor de la muerte y la trascendencia “El cielo es mi protección” y “Tu presencia se confirma en nosotros” aparecen como referencia.

Poéticas del Afecto

En el bordado de Centurión existe efectivamente la necesidad de exponer emociones íntimas de manera directa. Si bien se presenta suave y juguetona en la imagen, Feliciano reta al mandato de la época que exigía a las disidencias identitarias panfleto y militancia, la década de la pandemia del VIH así lo exigía, los artistas gay norteamericanos respondieron en menor o mayor medida a esta emergencia. Centurión nos muestra otra propuesta, utilizando el medio tradicionalmente femenino del bordado, confeccionando frases profundamente políticas que respondían satisfactoriamente a su sentir en primera persona (lo personal es político).

Feliciano Centurión, Que en nuestras almas no entre el terror, 1992

El compromiso de Centurión con la estética popular que conocía perfectamente se nos presenta de forma muy familiar, el espectador tiene la sensación de volver al cuarto de su abuela, de su madre o de su propia infancia y entiende, finalmente, de cierta forma la importante función social de estas prácticas, brindar cariño y afecto. Feliciano está vigente en las nuevas inquietudes del arte contemporáneo, que apelan al afecto y la intimidad.

el amor inunda mi corazón – florece mi interior – perfumo tu recuerdo – tríptico de Feliciano Centurión. Flores del mal de amor, 1996.

Ahora que he crecido y soy más consciente, puedo trabajar esa parte femenina: puedo bordar a pesar de que me lo prohibieron; puedo hacer crochet, a pesar de que me lo prohibieron. Porque si lo hago de una manera muy consciente y me permito hacerlo, estoy trabajando un tabú. Y es lo que he hecho en mis obras últimamente: liberarme de ciertas cargas y celebrar el mundo femenino en el que he vivido. Vivir en un mundo matriarcal es una experiencia única”.

También, la creación de este artista pasa por lo prohibido en la exploración de lo femenino. Feliciano Centurión creció rodeado de mujeres, de sus hermanas, de su madre y de su abuela, en lo que él describió como un círculo matriarcal.

-Feliciano Centurión

El curador Gabriel Pérez Barreiro, dijo en una entrevista que le parecía que su obra estaba siendo releída por el momento histórico que reclama el afecto[6].

Feliciano Centurión, Florece mi corazón, 1992

Capítulo final

El capítulo final en la obra de Centurión llega luego de ser diagnosticado con VIH, a mediados de los años 90. Falleció en 1996 a los 34 años y, aún así, en los meses finales de vida, nos ofrece una versión final de su estudio estético alrededor del afecto. Feliciano comienza a conversar alrededor de su inevitable muerte. Las eternas inquietudes humanas como la muerte, religión, el amor y el ser empezaron a estar más presentes en la obra de Centurión en sus últimos años. De abogar por la ternura y el cariño desinteresado. De aquí, probablemente vienen las frases que más logran conmovernos, y es justamente por la capacidad del artista de articular una situación muy vulnerable como la muerte y combatirla desde la ternura. Sus frases bordadas al final de su vida, como la muerte misma, son empáticas y universales. A diferencia de otros artistas gay que fallecieron de causas relacionadas con el sida, la obra de Feliciano ofrece una contranarrativa intimista al ruido de la enfermedad.

Feliciano Centurión fue una de las innumerables víctimas de la epidemia de VIH/SIDA que diezmó a toda una generación alrededor del mundo.

Sus preocupaciones, recordamos, no accionaron desde el activismo, más bien eran pequeños ejercicios estéticos y espirituales, frente a la realidad hostil de la enfermedad. Con la etapa final de Centurión, Barreiro agrupa en tres momentos la obra de este artista la primera con las grandes frazadas con animales, la segunda con el bordado y la tercera con la temática de su inminente muerte.

¡Estoy vivo! 1996 bordado y textil sobre frazada 54 x 54 cms

La “obra final” del artista paraguayo es lo que hoy se agrupa en una conocida serie ejercicios textiles de pequeño formato en donde, como si se tratara de un saludo de resiliencia, comenzó a incorporar referencias a su enfermedad en su trabajo.

Feliciano Centurión Título: Cordero sacrificado – 1996. Acrílico sobre cobertor de poliéster

Hoy se habla de Feliciano como uno de los grandes artistas paraguayos de las últimas décadas, su labor de desmaterializar el ejercicio artístico y explorar técnicas y soportes tradicionales de los pueblos americanos han hecho que las obras textiles y bordados sean comprendidos por la curaduría occidental como objetos “tan museables” como una escultura o una instalación, razón por la que su obra entraría, a partir del 2017, en una intensa relectura por parte de las instituciones y curadores, reconociendo, lamentablemente tarde, la trágica historia de los cuerpos cuir racializados, una historia que Centurión bordó en primera persona desde el sur de América.

*Este texto es un análisis de la obra y biografía del artista Feliciano Centurión a partir del catálogo “abrigo” de la muestra personal de Feliciano Centurión en el Museo de Arte Americano de Whashinton

[1] La Guerra de la Triple Alianza, conocida en Paraguay como “La Guerra Grande” fue un conflicto militar en el cual la Triple Alianza ―una coalición formada por el Imperio del Brasil, Uruguay y Argentina― luchó militarmente contra Paraguay entre 1864 y 1870 y que desencadenó en la derrota de Paraguay, esta guerra conllevó también un desastre demográfico en el país: según las distintas fuentes, perdió entre el 50 % y el 85 % de su población y quizá más del 90 % de su población masculina adulta. con casi medio millón de muertos, es la guerra más mortífera en la historia de Sudamérica.

[2] La dictadura de Alfredo Stroessner duró 35 años, de 1954 a 1989, aquella época fue conocida como el stronismo o stronato y es conocida por ser una de las dictaduras que más tiempo se extendió en Latinoamérica

[3] Nacido en Buenos Aires, el 28 de diciembre de 1959. Es una relevante figura en el campo artístico argentino que compartió espacios creativos con Centurión. A partir de 1989 forma parte del grupo de artistas que expone en la Galería de Artes Visuales del Centro Cultural Rojas dirigida por Jorge Gumier Maier, cuya producción estética tendría una enorme gravitación en el arte argentino de los años 90. En este período la obra de Pombo se caracteriza por el uso de materiales y procedimientos propios de las artesanías y el bricolaje.

[4] Carol Hanisch, una feminista estadounidense que escribió un ensayo en 1969 titulado “Lo personal es político”, que se convirtió en un eslogan del movimiento feminista.

[5] En el Popol Vuh se hace una clara referencia a esta filosofía se habla de la destrucción de los hombres de palo evento que es narrado como un castigo por su falta de agradecimiento y respeto hacia sus creadores pero también por su falta de respeto y agradecimiento a aquellas cosas que les servían en su cotidianidad.

[6] https://revistas.untref.edu.ar/index.php/rec/article/view/909

 

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