Por Mauricio José Chaulón
Este es un momento crucial en la historia de Guatemala, en el cual las dirigencias de todos los movimientos y organizaciones sociales que luchan por un país distinto deben propiciar la articulación y de ser posible la unidad en un gran frente de defensa por la democracia construida desde la participación de los pueblos. Lo que estamos viviendo y lo que se viene no será nada fácil para estas luchas.
El Movimiento Semilla no puede quedarse solo y eso deben tomarlo en cuenta tanto ellos como los demás movimientos y organizaciones sociales democráticas. Si hemos visto cómo han actuado en los últimos días los poderes de la vieja política, imaginemos de lo que serán capaces si Semilla gana las elecciones.
Varios sectores de la clase dominante han preferido dar un paso al costado de las decisiones espurias de Consuelo Porras, Curruchiche y sus aliados, pero esto ha sido porque temen las sanciones más fuertes de los Estados Unidos. También hay que considerar que han sido recursos tan burdos que sólo evidencian el lumpen de donde provienen, y las élites no quieren que los vean como iguales a ellos. Sin embargo, muchas de esas élites han patrocinado por mucho tiempo a ese lumpen y como debía de suceder -porque siempre sucede tarde o temprano- se les salió de las manos. Es en ese momento en que los dueños del capital quieren aparentar que no son parte de lo mismo. Así fue durante el conflicto armado interno, por ejemplo.
Sin embargo, ¿qué va a pasar cuando el gobierno de Arévalo y Herrera empiece a realizar cambios que son necesarios si se quiere transformar cualitativamente Guatemala? ¿Esas mismas élites que hoy aparecen como “defensoras de la institucionalidad” van a apoyar las políticas de cambio? Por supuesto que no.
Ahora, hasta la Corte de Constitucionalidad resulta amparando al Movimiento Semilla y al Tribunal Supremo Electoral contra las decisiones espurias del Ministerio Público y de la Corte Suprema de Justicia. Esa Corte también vio venir las sanciones estadounidenses y la indignación de varios sectores del pueblo, por lo que no quiere más problemas. Pero recordemos que ha sido parte del engranaje de poder y ha llevado adelante procesos espurios, como la cancelación del binomio del Movimiento para la Liberación de los Pueblos, entre otras sucias jugadas.
Por lo tanto, Semilla no debe realizar solamente campaña electoral, sino que debe dar el paso firme para convocar a las dirigencias de todos los movimientos sociales y de todas las organizaciones sociales que luchan por una Guatemala distinta, ya que en este momento es Semilla quien ha recibido desde el voto la confianza para poder pensar en cambios necesarios. Y las organizaciones y movimientos sociales de lucha deben dar el paso también y convocar, convocarse y hacer que Semilla lo acepte. Si se comete el error de pretender hacerlo solos, Semilla no podrá gobernar. Con un Congreso totalmente adverso, el gobierno no será fácil. Con una clase dominante traicionera será aún más difícil.
A Semilla le costará gobernar, pero no por su culpa, sino por las estrategias sucias de los grupos de poder tradicionales, que querrán provocar la sensación de que Semilla no puede gobernar. Hay que ver los ejemplos de Perú y del golpe de estado que se dio en Bolivia. Sólo la unidad de todos los movimientos sociales pudo revertir el caso boliviano, mientras que en Perú ya no se logró retomar el rumbo.
Hoy, más que nunca, se necesita articulación y unidad maduras, todos los actores deben dar los pasos necesarios. Las propuestas políticas ya no pueden ser sólo de Semilla, como tampoco se le pueden imponer propuestas a Semilla. Tiene que ser un maduro proceso de consensos entre quienes queremos otra Guatemala.