“La gente prefería dejar abandonados a sus difuntos. Porque si uno iba al destacamento a preguntar por ellos en la noche lo iban a traer a uno también. Yo no esperé. Con lo poco que pude llevar en mis manos esa noche preferí huir con mis 5 hijos Y no volver a Guatemala”
(Doña Bonifacia Viuda de Don Clementino)
Por Marlon García
El domingo 28 de agosto del 2022 se dio sepultura a los restos de don Clementino. El mausoleo preparado por sus hijos para la ocasión se encuentra en la propiedad de uno de ellos. El sentido de este acto, poco común, de permitir a familiares enterrar en su propio terreno a una persona fallecida durante la guerra, fue una última batalla librada por la familia de Clementino, con el fin de lograr el más importante deseo que tuvieran por años: la reunificación familiar.
Esta reunificación había tomado 42 años de sus vidas.
Aunque según manifestó uno de sus hijos, durante el funeral “… por una parte esto termina acá, pero por otra esto apenas comienza…” Este hijo se refiere a que siendo ya un hecho plenamente comprobado, la muerte de su padre, el proceso de duelo que ellos y otras familias aún viven en Guatemala es todavía una realidad que perturba sus mentes tras la guerra.
“Yo creí que no me quebraría en el entierro… ya sabe… tras tantos años… y no, yo no lloré por los huesitos. Yo lloré al volver a pensar en lo que mi querido y bello esposo sufrió en sus últimos momentos. Él era tan buena persona y me enamoraba con sus ojitos… ¡Es tan triste!” Bonifacia habla de cómo sufrió de insomnio por años al pensar en el miedo, la soledad y la tortura que su esposo Clementino fuera sometido durante su detención. “Fueron años duros en que sola y trabajando en el campo a lado de hombres tuve que sostener a mis hijos ya sin mi esposo”. Ella, como el resto de la población campesina petenera, sabía de los crueles actos a los que eran sometidos todos aquellos opositores al Estado al inicio de la década de 1980.
Los restos de don Clementino Sarceño Palma…
Sus restos, junto a los de otras 42 personas fueron exhumados de aquel tristemente famoso lugar, donde aún funciona la escuela Kaibil (Centro de Adiestramiento y Operaciones Especiales Kaibil), en la región este del departamento de Petén, el destacamento militar de La Pólvora,donde las osamentas halladas como la de don Clementino, presentaban indicios de haber sido sometidos a tortura. Esto gracias al gran trabajo de movilización, trabajo político y de confianza con las familias sobrevivientes realizado por la asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Guatemala (FAMDEGUA). Esta organización ha abierto la posibilidad del trabajo de identificación realizado por equipos forenses, en esta ocasión el de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG). FAMDEGUA ha hecho posible este tipo de apoyo desde la primera exhumación de víctimas de la guerra, realizada en Guatemala en lo que fuera la comunidad de las Dos Erres, Petén, que en julio de 1994 hizo los arreglos necesarios para traer al Equipo Forense Argentino para su realización.
14 años de vida antes de su desaparición
Clementino y Bonifacia, originarios de Santa Rosa y Jutiapa, respectivamente, migraron en 1975 a Petén con sus 3 hijos. La migración de campesinos a esta región en busca de mejor calidad de vida fue un fenómeno social importante entre las décadas de 1960 y 1970. Esta familia tuvo aún varios desplazamientos dentro del departamento, hasta encontrar el lugar donde planearían vivir. Se movieron entre Paxcamán, Sayaxché, Viñas y finalmente se asentaron en la región Bajo Del Venado. Allá muy cerca de Melchor y sin saberlo, a poca distancia del terreno de la jurisdicción militar donde los restos de Clementino estarían esperando este reencuentro por más de cuatro décadas. Fueron estas poblaciones de migrantes, de hecho, a quienes tocó vivir los desastres de la guerra en esta región con el alza de la violencia.
Don Clementino, educado en la laboriosidad de la tierra, con esfuerzo, “en los hermosos 14 años que Dios nos dio”, dice Bonifacia, supo levantar una muy productiva granja. “El sembraba de todo y llegó a tener caña, trapiche y apiarios.” A Clementino también le emocionaban las labores de catequista que realizaba en toda aquella región. “Él se caminaba todo eso, incluso iba a una comunidad que estaba en La Pólvora, ahí también difundía la palabra”. En ese tiempo mucha gente confiaba en Clementino por su carisma como persona solidaria tenía el corazón de todos. “…él siempre me pedía que compartiéramos la comida con los que la necesitaban. Siempre me lo pedía con ternura”.
Para aquel tiempo, el campesinado católico migrante a Petén comenzaba a darse cuenta del antagonismo que padecían las distintas visiones de involucración política de la fe cristiana. Pues en el mundo católico petenero apareció una fuerte polarización entre aquellos que se sumaban a la persecución “anticomunista” y los que interpretaban desde su fe un cristianismo solidario con las necesidades de los pobres “el Cristo vivo de la Teología de la Liberación”. De esta forma catequistas como Clementino fueron haciéndose a la idea de conformar las organizaciones de base de las FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes de Guatemala) que acababan de aparecer en el territorio, tras recomponer sus objetivos debido a la derrota militar en la Laguna Lachúa, Alta Verapaz unos años atrás.
Sin embargo ser un catequista organizador y además en relación con las FAR era una sentencia de muerte segura, pues según se ha revelado en los recientes juicios a militares en el Manual de Guerra Contrasubversiva todo colaborador de un movimiento revolucionario era categorizado como un OPA (Organización Política Administrativa), y que según este Manual, su aniquilamiento era parte del plan para poder derrotar al movimiento revolucionario. Lo que el Ejército entonces identificaba como OPA eran las milicias de las FAR. OPA y milicias también en términos político-militares eran sinónimos de “agua” en aquella infame frase de “secar el agua al pez”. Aniquilar a los y las milicianas como Clementino se convirtió entonces en una consigna estratégica del Ejército de Guatemala.
Acababa de nacer el 5º hijo de este matrimonio y Clementino se comprometía más y más en su trabajo como catequista y organizador de las FAR. Pronto empezaron a haber desapariciones de vecinos de la comunidad. “A mí me pusieron la pistola acá en el pecho preguntándome por Clementino. Él se había ido a divulgar la palabra ese día. Eran cuatro hombres que vestían igual: chaleco gris, pantalón gris, camisa blanca y una máscara rojo y blanco. Lo recuerdo como si fuera ayer.” Entre esos hechos de violencia en su comunidad Bonifacia recuerda la desaparición de Tereso y sus tres hijos, Chepe Lima, Pedro Sarceño y Gloria (una niña de 17 años). Estos últimos fueron secuestrados 14 días antes que Clementino y también fueron hallados en la misma fosa junto con sus restos. La noche de la desaparición de Clementino se llevaron a otras ocho personas y mataron a otras dos.
Un tiempo antes su propio hijo “Lima” (seudónimo guerrillero) con la preocupación natural de su padre se había enrolado ya con las FAR para comenzar a prepararse militarmente. Unos meses antes de su desaparición ambos se despidieron. “Ya no volveré a ver a mi hijo” dijo Clementino a su mujer. Y efectivamente así fue. Incluso tras su huida a Belice el contacto entre madre e hijo tardó 16 años en rehacerse. Familia y guerrillero se pensaron muertos todo ese tiempo. Con los años Lima terminó siendo un reconocido guerrillero por lograr montar estrategias ofensivas exitosas aún cuando su escuadra caía en emboscadas. “Era bueno para los trancazos pues”, dice su hermano. ¡Ah familia esta! ¡Digo yo! No puedo dejar de recordar que fue el hermano de Lima, Gabriel, quien anotó el gol ganador cuando los equipos de futbol de los Desmovilizados de las FAR y el Ejército se enfrentaron en la Primera Brigada de Infantería del Petén en 2004. Gabriel, hijo de Clementino Sarceño, anotó un cañonazo contra la portería del Ejército casi desde medio campo. “Su pierna izquierda fue legendaria entre los equipos de la región” dice su primo con orgullo mientras él levanta su pierna. Pero este partido que ganó la ex-Guerrilla 4 a 3 al Ejército, en su propio campo… es otra historia.
“A él lo chillaron.” “…yo cómo iba a sospechar que ese otro catequista: Rafael Peralta era un infiltrado del Ejército.” “… yo me pongo triste al recordar que fui yo quien le confirmó el nombre de mi esposo. ¿Y cómo es el nombre completo de Clementino Doña Bonifacia? Me preguntaba con insistencia. Qué iba yo a saber que estaba colaborando con entregar a mi Clementino.” “…Ya nunca supe de ese tal Rafael, pero donde esté estará pagando su traición. Yo lo sé cómo apareció mi Clementino así él estará pagando”.
“Clementino venía de vuelta de vender café y lo agarraron en el cruce de Yaxhá venía con otros dos de Santa Rosa. Fueron ellos quienes me contaron de su captura pero ellos ese día se fueron de una vez.” “Yo sabía que si me quedaba me agarraban con mis niños y por eso mejor me fui.” “En una primera instancia mi mamá se va para Ayarza a vivir en la casa que mi papá dejó. Ahí vivió ella con mis hermanos más o menos 5 años después venden la casa y los cafetales y se movilizan a la nueva Concepción Escuintla donde se radican por unos tres años y finalmente salen de forma ilegal al vecino país de Belice en el cual se radican como refugiados y donde llevan ya quizá unos 30 años.”
Al terminar de escribir esto, conozco más por vivo que por difunto a don Clementino… esto me tranquiliza. También conozco más sobre los resultados de esta guerra y sus efectos en nuestras vidas hasta hoy. Quedan huellas que desde el fondo de mi corazón deseo ellos sanen. Ahora apenas a unos días de su funeral aún están tomando su lugar poco a poco la despedida junto con el reencuentro. No soy para nada religioso pero como aprendí de un catequista en aquellos años: amén significa que así sea.