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Créditos: Elías Oxom
Tiempo de lectura: 5 minutos

 

Hoy pido que el espíritu de mi mamá salga de las montañas”

Por Elías Oxom

Entre humo de copal pom, varias cajas de madera con los restos de diez personas regresaron a sus seres queridos, para ser sepultados en la aldea Cuxpemech Copalhá, Cobán, Alta Verapaz, el viernes 24 de septiembre. Las personas esperaban ese momento desde hace 38 años, cuando el ejército de Guatemala los persiguió, asesinó y dejó olvidados en fosas clandestinas en las montañas de las aldeas Peña Blanca II, Gancho Caoba I y Chinajacoc.

Las matanzas donde murieron decenas de personas no están registradas como masacres. Osman Oxom, cuenta que las personas de las comunidades que eran acechadas por el ejército huyeron a las montañas y se instalaron en un campamento de Cuxpemech, en la década de los ochenta, para resguardar sus vidas de los ataques que hacía el ejército sin previo aviso.

Un hombre que estaba en ese campamento informó a los militares sobre la ubicación de las personas. Él fue quien los guio, sacó a su familia y de ahí el ejército comenzó con la lluvia de balas. Esa vez, cuenta, aproximadamente murieron quince personas y los demás lograron salir, pero los ataques eran constantes.

De las personas que a lo largo de los años fueron asesinadas o murieron en las montañas por las secuelas de las heridas, o las precarias condiciones en las que huían constantemente, diez eran de las comunidades Cuxpemech Copalhá, Peña Blanca I, Peña Blanca II, Chinajacoc y Gancho Caoba I. Los restos de al menos otras 90 personas aún permanecen en esas montañas esperando ser identificados.

Foto: Elías Oxom

Familiares, que mantienen su lucha porque aparezcan, lograron iniciar un proceso que incluyó una exhumación que se realizó el 11 y 16 de abril de 2018, por parte del Ministerio Público (MP) y personal de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), y luego de un proceso de reconocimiento, clasificación y estudio por parte del equipo de antropólogos, familiares de las diez víctimas pudieron recuperar sus restos para sepultarlos. Este proceso empezó desde el 2012, según indica Oxom, y con el acompañamiento de la Asociación Oxlaju Q’anil dio inicio con la búsqueda de ayuda para exhumar a las víctimas del conflicto armado.

En otros casos saben de las víctimas por los familiares que las enterraron en la montaña, porque tenía miedo que ejército los encontrara, señaló Oxom.

Junto a las osamentas se encontraron los pantalones, playeras, cinchos, perrajes y utensilios como vasos, recipientes de agua, que las personas vestían y habían utilizado el día en que fueron asesinadas y enterradas en fosas clandestinas. Claudia Arévalo, asistente de inhumaciones de la FAFG, menciona que la importancia de una exhumación y posteriormente la inhumación es quitarles la clandestinidad a las personas que han permanecido dentro de una fosa, en la oscuridad total, enterrados de una forma indigna, a veces sin ropa, encadenados o atados, con sogas en las manos y en los pies, con los ojos vendados, pero eran personas y por eso la inhumación cobra sentido para recuperar un poco la humanidad, indicó.

Foto: Elías Oxom

Arévalo, informó que las características de la mayoría de las osamentas que entregaron el viernes están incompletas y que las familias pudieron identificarlas a través de la ropa, aretes y cadenas con los que los vieron por última vez.

La FAFG sigue haciendo análisis antropológico forense en la región y Arévalo mencionó que es un trabajo importante para recuperar el tejido social de las y los guatemaltecos devastados por la guerra; en la actualidad llevan 3 mil 709 personas identificadas y 9 mil 189 víctimas recuperadas en todo el país.

Arévalo recordó que el silencio de las personas impide iniciar las investigaciones y animó a que más familias y personas puedan contar lo sucedido para iniciar el proceso de exhumación.

Un largo silencio en la montaña

Fernando Caal, uno de los sobrevivientes del Conflicto Armado Interno, recibió los restos de su pequeño hijo, quién tenía 4 años cuando murió en 1983 por una enfermedad, en las montañas de Cuxpemech. Fernando cuenta que antes que el ejército llegara a masacrar a la aldea no estaban esperando nada.

Foto: Elías Oxom

“Llegaban los aviones a tirarnos bombas, nosotros no conocíamos los aviones y eso nos asustó mucho, las bombas dejaban una abertura muy grande en la tierra, el sonido de lluvia de las balas también nos dio mucho miedo”, recuerda Fernando.

Para Fernando y su familia sepultar a su pequeño hijo tiene un gran significado. “Me alegro por sepultarlo de forma digna en el cementerio. Algún día nos volveremos a encontrar”.

Victoria Vicenta Oxom señala que durante los años 80, cuando estaban en la montaña “a veces solo comíamos un banano, cuando sembrábamos la milpa llegaba el ejército a destruirla. Muchas mujeres tuvieron partos en las montañas, hoy pido que el espíritu de mi mamá salga de las montañas”.

Victoria es hija de Serapia Oxom, una de las diez personas que fueron inhumadas el viernes. Dice a Prensa Comunitaria que antes de refugiarse en el bosque tenía dos hijos que murieron en la montaña, eran mozos de las haciendas y recuerda que estaban asustados, no tenían nada y eran hostigados por finqueros que estaban cerca de la aldea Cuxpemech.

Foto: Elías Oxom

Oswaldo Caal Paau inhumó los restos de su abuela; su familia le contó la historia, que dice “pareciera que esto acaba de suceder, al ver los restos de nuestros abuelos, este es un día de duelo para nosotros”.

Oswaldo dice que enterrar los restos de sus seres queridos, que se habían quedado en las montañas es un alivio. Además, exigió justicia por la vida de sus familiares asesinados.

“Este acontecimiento es muy importante para nosotros los jóvenes y las nuevas generaciones, para saber lo que sucedió y no se olvide la memoria de las víctimas”, indicó.

El informe la Comisión para el Esclarecimiento Histórico en Guatemala (CEH) registró más de 42 mil víctimas de violaciones, entre ellas 29 mil que fueron ejecutadas o se les hizo desaparecer durante el Conflicto Armado en Guatemala.

La CEH concluye que durante el enfrentamiento murieron y desaparecieron más de 200 mil personas entre los años 1960 a 1996. El 93% de las violaciones documentas se le atribuyen a las fuerzas del Estado y grupos paramilitares y el 3% a la guerrilla.

Asimismo, el período más “sanguinario” se registró entre 1978 y 1985 durante los gobierno militares de Romeo Lucas García y Efraín Ríos Montt, cuando se produjo el mayor número de víctimas, principalmente mayas de Quiché, Huehuetenango, Chimaltenango (oeste), Alta y Baja Verapaz (norte), la costa sur y la capital.

Foto: Elías Oxom

Ana Xuc, del Movimiento Regional de Víctimas, menciona que además del trabajo que realizan de acompañamiento a exhumaciones e inhumaciones de víctimas, valoran el esfuerzo que han hecho los familiares al iniciar la búsqueda de sus seres queridos, ya que es un proceso que se ha venido trabajando desde hace años, además han tenido la esperanza y han confiado el trabajo que realiza la Fundación de Antropología Forense, indicó.

Hasta el momento no se conoce si las familias presentarán algún tipo de acción legal u otro proceso.

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