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Golpes Blandos, Golpes Bajos

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Créditos: Internet
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Jesus González Pazos

Hubo hace ya alguna década un grupo de música gallego que alcanzó importantes éxitos en el panorama de la música española. Se llamaron Golpes Bajos y una de sus canciones más oídas llevaba por título “Malos tiempos para la lírica” inspirada, a su vez, en un poema del dramaturgo alemán Bertolt Brecht. Subrayar que golpe bajo se dice de aquel que es traicionero y malintencionado con el que se busca hacer daño a alguien.

La historia de los últimos 50 años de América Latina estuvo llena de golpes de estado, de golpes bajos que no pretendieron sino hacer daño, someter a sus sociedades y, especialmente, a aquellas fuerzas que luchaban por la mejora de las condiciones de vida de las grandes mayorías. Los sucesivos gobiernos militares decidieron que eran malos tiempos para la poesía y que la letra (que ellos definían) con sangre entra. Y el continente se llenó de asesinatos, torturas, violaciones y desapariciones mientras se daban los primeros pasos en la adopción de las medidas neoliberales como el sistema más idóneo para que las élites de siempre conservaran el poder. Y así, de esa forma dramática se cerraba el círculo de esta relación estrecha entre golpes bajos, golpes militares y esos malos tiempos para la lírica.

Algunos sostienen que esos son tiempos pasados, afortunadamente superados y que es necesario olvidar. Argumentan que posteriormente se produjeron las transiciones a la democracia y que ésta y la libertad fueron instalándose, aunque siempre con dificultades, en la gran mayoría de países. Habría que añadir, para entender mejor el panorama de esos tiempos, que generalmente estas transiciones se dieron también con muy poca justicia social y, mucho menos, la urgente redistribución de la riqueza.

Y los años fueron pasando y la entrada de América Latina en el siglo XXI pareció por un breve momento que realmente traería las añoradas posibilidades de que, ahora sí, hubiera tiempos para la lírica. Las protestas sociales contra las imposiciones neoliberales y el empobrecimiento acelerado de las grandes mayorías que trajeron los nuevos tiempos del neoliberalismo supusieron un despertar político y se abrieron paso las llamadas décadas de gobiernos progresistas. Se dieron importantes medidas sociales, económicas y políticas que mejoraron las condiciones de vida de millones de personas y pusieron sobre la mesa la existencia de alternativas a ese modelo impuesto de la mano de la democracia liberal, meramente representativa y nunca participativa para esas grandes mayorías.

Tiempos posibles para la lírica, pero tiempos de peligros para quienes siempre pensaron América Latina como una enorme finca repleta de riquezas y recursos, naturales y humanos, puestos ahí solo para su libre disposición. Esas élites locales, ahora acompañadas por empresas e intereses transnacionales con renovados tics de neocolonialismo, decidieron que el continente debía de volver a estar a su entera disposición, que el discurso de la democracia y de los derechos humanos estaba bien, pero que tampoco había que abusar con las libertades y la justicia. Entendiendo que los tiempos de los golpes de estado duros habían pasado con el viejo siglo XX, definieron nuevas estrategias. La prostitución de la democracia colocándola no al servicio de los pueblos, sino al suyo propio, era un camino; y si éste fallaba, se retomaría el golpe bajo, el traicionero y malintencionado, ahora con una careta más moderna, adaptada a los nuevos tiempos, como es el golpe de estado blando, llamado también judicial, institucional, impeachment…

Se suceden así nuevos golpes de estado contra gobiernos de corte progresista como en Haití, Honduras, Paraguay, Brasil o Bolivia e intentos fracasados en otros casos como Venezuela o Ecuador. Mientras en aquellos países fieles se reprimía y criminalizaba a los movimientos sociales para que nunca pudieran construir una alternativa (Colombia, Chile, Guatemala…). Se estaba constituyendo un posible bloque alternativo continental que integraba experiencias y estrategias que se salían del modelo dictado y eso era necesario frenarlo. Son los tiempos en los que el neoliberalismo se impone incluso cuando el capitalismo entra en crisis profundas. Es tal el dominio de las élites financieras y económicas del mundo que éstas no admiten ni leves reformas internas a pesar de los evidentes fracasos cosechados tal y como se vio en la crisis mundial de 2008 y se está viendo en la actual ligada a los efectos de la pandemia del coronavirus.

Pero si ese sistema no admite ni tan siquiera leves reformas, mucho menos puede avenirse a que se articulen alternativas. Por eso, cuando el sistema de democracia liberal no es capaz de controlar los procesos ésta se prostituye mediante el uso de estrategias que sacan del juego político a gobiernos y liderazgos sociales. Se producen entonces los golpes de estado blandos que directamente ponen fin a estos peligrosos experimentos progresistas, ahora sin necesariamente miles de muertes, torturas y desapariciones, aunque si alguna para dar ejemplo.

En ese mismo escenario opera también el término y estrategia que se ha generalizado en gran parte del continente, el lawfare o guerra judicial. Se le puede dar vueltas, se puede discutir sobre el concepto y su uso acertado o no en un debate quizá sin mayor interés que el de perderse en el dedo sin ver la luna. La verdad es que el lawfare no es sino una nueva forma perversa de golpe de estado, de golpe bajo contra las sociedades al pretender cerrar el paso a la soberanía popular y que los gobiernos y decisiones de éstos, en materia sobre todo económica, siga en manos de las élites.

Se explican así la cantidad de procesos judiciales que se abren contra actuales o antiguos liderazgos que podrían volver a ganar elecciones en diferentes países. Se usan acusaciones basadas en difamaciones, denuncias falsas, manipulaciones, etc. donde los medios de comunicación masivas juegan un papel determinante para articular este tipo de campaña de criminalización y persecución judicial. Acusaciones de fraude, corrupción, organizarse para delinquir, terrorismo, secuestro, etc. proliferan con condenas ad hoc y, sobre todo, inhabilitaciones para poder presentarse a futuras elecciones.  El golpe de estado blando se hace así golpe bajo en la democracia neoliberal. Y comprobamos que cambia el siglo pero América Latina sigue presa de los malos tiempos de la para la lírica.

Jesus González Pazos

Miembro de Mugarik Gabe

2020/09/18

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