Por Lucía Ixchíu
Lo ocurrido en San Luís Petén, con el asesinato de Domingo Choc, me dolió en el alma, me dejó fría y con muchas cosas pasando por mi cabeza. La intolerancia, la ignorancia y el fanatismo religioso exacerban el odio y nos hacen cometer crímenes como el de Domingo, un abuelo contador del tiempo.
El hecho de terror que, pareciera sacado de la historia del siglo XII, fue ahora en pleno 2020, en medio de una pandemia mundial que tiene muchas repercusiones fuertes en la historia de la humanidad. Lo primero que vi del hecho del 6 de junio fue una imagen súper gore (sangriento) donde se veía una persona en llamas. No lo podía creer.
En el Medioevo se reforzó, desde la ignorancia y el fundamentalismo religioso, que las brujas eran malas, satánicas y pecadoras cuando en realidad eran grandes curanderas, científicas, sabias y personas que servían y tenían a su cargo el cuidado de la comunidad. Las quemaban en la hoguera incluso por bañarse. Aunque parezca mentira, todo lo que fuera placentero durante esa época era considerado pecado, brujería y satánico. ¿Pueden creer eso? Hasta el chocolate era prohibido.
Ahora bien, ni la brujería ni la cosmovisión de los pueblos mayas son algo malo o satánico.Tenemos tan interiorizada la herencia de La Colonia y del oscurantismo que reproducimos el discurso de odio que tiene base en el desprecio a lo diferente y, entre ello, a esas prácticas con sustento científico ancestral que tienen múltiples funciones y conocimientos acumulados a lo largo de cientos de años.
La quema de brujas durante La Inquisición fue una campaña de odio y desconocimiento que fue traída a estas latitudes durante La Colonia. Así se heredó ese desprecio e ignorancia que, sumada al racismo, tacha a todo de satánico y malo. Esta forma de pensamiento los llevó a quemar personas, ciudades enteras, libros y todo lo que su ignorancia dio paso.
Desde La Colonia se nos impuso que los indígenas éramos tontos, sucios, feos y que nada de lo que hacíamos servía. El racismo de este país ha dolido y duele mucho y, con el paso del tiempo y la historia, las manifestaciones y desprecio hacia los pueblos se han ido regado de diferentes formas durante la guerra, el genocidio y la política de tierra arrasada.
No mucho tiempo después de eso llenaron los pueblos y comunidades de iglesias neo-pentecostales que han demonizado nuestras prácticas ancestrales. He oído discursos de pastores fanáticos que son capaces de decir que todo lo que paso en la guerra se debe a que las víctimas eran pecadores y satánicos.
El asesinato de Domingo Choc se encuentra en investigación y espero que se haga justicia. Cuando vi la imagen de su horrendo crimen se me llenaron los ojos de agua, de esa rabia ancestral acumulada tras años de vivir tanta violencia y tanto desprecio. Todo porque el racismo y el odio a la diversidad ha servido para justificar cientos de crímenes.
He leído en redes sociales que no tenemos que ser exagerados, que ya dejemos de decir que todo es racismo, que cómo somos de resentidas; que el crimen de Domingo no tiene nada que ver con racismo.
Compartamos un poco de información: el racismo es el desprecio y la invisibilización del otro u otra. Pensar que solo el blanco o el que se cree superior puede ser racista es negar la interseccionalidad del racismo pues es una mirada demasiado vertical.
¿Entonces por qué el asesinato de Domingo Choc si tiene que ver con el racismo estructural? Pues porque el fanatismo y el fundamentalismo religioso desprecia, tortura y asesina a un contador del tiempo maya q´echi´ por considerarlo satánico y además brujo, evidenciando el odio y la ignorancia en dicho crimen.
Con el asesinato de Domingo Choc recordé y entendí por qué mi abuelo hacía su fuego siempre de manera muy discreta. Ese fuego según me explicó Juana, una joven maya, se llama Xukulem y le agradezco el aporte pues, por no hablar mi idioma maya, hay cosas en las que me encuentro aun en un permanente aprendizaje.
De niña, en el barrio o en la escuela, me decían “la nieta del brujo” y no solo a mí sino a mis primas y demás familia. En ese momento me daba miedo pensar en lo que ello implicaba. Ahora, si me dicen “bruja” o “la nieta del brujo”, lo tomo como un halago pues se trata de conocimiento ancestral.
El fuego de nuestros pueblos está encendido desde hace siglos, nos ha acompañado y lo seguirá haciendo en medio de este país tan ignorante y racista que desprecia lo diferente.
Toda la solidaridad con la familia de Domingo Choc y todas las personas que le conocieron y aprendieron de este gran abuelo maya, que vaya al cosmos y que regrese a él.
Fuente: Nómada