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La espiritualidad maya que persiste en lo cotidiano

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Por Lencho Pez

Hace poco visitamos a una abuela de 85 años que vive con su esposo. Ella es la encargada de hacer todos los oficios de  su casa, prepara la comida y además cuida a dos cerdos, doce gallinas, dos perros y un gato.

Cuando llegamos a su casa, nos hizo pasar y nos puso unas sillas donde nos dijo que nos sentáramos. En el instante, la vimos un poco preocupada. Probablemente porque no tenía nada preparado en su cocina para ofrecernos. Con muchas dificultades en sus movimientos físicos, buscó unos vasos y nos ofreció atol de maíz.

Como es la costumbre en la vida de los habitantes de los pueblos, cuando alguien llega de visita, se le ofrece algo de tomar o comer, porque esto es un símbolo de agradecimiento por la visita.

En esa visita a la abuela, pude observar algo muy importante y significativo. En la pared de su casa habían recostados como unos ocho bastones, que al parecer, están en uso. Deben ser de ella y su esposo, pero en el suelo están encendidas unas velas al frente de ellos. Para mí, esto es parte de una espiritualidad muy profunda hacia la vida.

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