Del magisterio y el covid-19

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Créditos: ReliefWeb
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Jimena Castañeda

Hemos de pedir misericordia, el juicio está siendo implacable y no presenta pruebas sino prejuicios e irresponsabilidad.

El magisterio en la historia de Guatemala fue un referente de conocimientos y de activo representante de la lucha social, cuántos maestros y maestras dieron su vida dentro del sueño nebuloso de la Guatemala distinta con oportunidades para todos. Sin embargo, la corrupción y el proceso de globalización enajenante no han sido ajenos para este sector.

De forma sistemática y planificada, durante la última década del siglo XX y a partir del siglo XXI la corrupción tomó rostro en algunos personajes representantes del sindicalismo nacional y por supuesto que el magisterio no fue ajeno a esto y actualmente presenta dentro de sus filas, a uno de los rostros con mayor peso e influencia ruin en la sociedad. Esto es parte de un proceso con varios elementos, no solo de descrédito sino de destrucción y por vilipendiar cualquier movimiento de carácter y crítica social. Dicho proceso ha introducido personas deleznables para cumplir con la misión de aniquilar las estructuras organizativas y reivindicativas en pro de los derechos de los trabajadores y en general de la sociedad.

Así mismo, como otro elemento relacionado, la educación privada se ha abierto espacio hasta prácticamente convertirse en la garante de “una educación de calidad”, por supuesto todo se concatena con los procesos de privatización y el proyecto neoliberal instalado o en vías de instalación que ha llevado Guatemala a partir de la firma de los Acuerdos de Paz. La educación privada presenta para los maestros y maestras que son sus empleados, espacios de trabajo con pocas garantías, muchas exigencias y en varios casos una total incertidumbre pero que propone la posibilidad de un aparente buen salario dependiendo el lugar al que se consiga ingresar. Sin embargo, en estos espacios es en donde el otro elemento mencionado anteriormente se hace más visible, el proceso de enajenación ha hecho pensar a muchos docentes que brindan su servicio en los denominados “colegios”, que ellos no pertenecen al magisterio como gremio, que cuando se habla de los problemas sociales no los atañe, ha hecho que muchos consideren que se es “clase aparte”.

En el sector privado los procesos mercantilistas en la educación de la mano con el sistema actual no dan tregua ni espacios libres, su necesidad de crear constantemente ilusiones consumistas caen sobre un magisterio pocas veces crítico y que a veces llega a confundirse intentando borrar la línea entre trabajador y patrono.

Hemos caído en la trampa con la aparición de supuestas ofertas pedagógicas modernas y evaluaciones internacionales, estas se han convertido en las herramientas perfectas del capital para profundizar la división de clases sociales y garantizar que no falte mano de obra de bajo costo, pero calificada.

El escenario actual ha desnudado que sin importar el sector para el cual se trabaja, el magisterio lleva décadas en crisis, la situación devela la explotación, descrédito y desvalorización social del maestro, de poco o nada han servido los títulos, la creatividad, el hablar un perfecto inglés o la buena relación con los alumnos, la sociedad está juzgando de forma descarada a los docentes, los está tachando, generalizando y colocando nuestra labor sobre la palestra pública.

La pandemia del covid -19 denudó la abismal diferencia de clases en la educación guatemalteca, no es lo mismo estudiar en un colegio de élite, en uno de tantos dirigidos a las capas medias endeudadas o en uno de barrio chico o en el instituto público, los saberes y las dichosas competencias no llegan a cumplirse para todos de manera equitativa.

También desnudó un desprecio generalizado a los maestros, sin importar el sector para el que se trabaje, en una sociedad que habla de la necesidad de capacitación y educación universitaria del docente pero no menciona una mejora salariar ni de calidad de vida, somos hoy un sujeto poco apreciado y convertido por la crisis y el sistema dominante, en una especie de cautivo virtual de un país acéfalo, al que no le queda otra que acatar e intentar hacer lo mejor posible desde su espacio personal invadido y desde sus recursos limitados.

Ojalá todo esto nos sirva para abrir los ojos y darnos cuenta de que trabajar en determinadas instituciones no nos hace tan diferentes, que nos sea útil para esforzarnos más, para buscar ser esos docentes capaces de inspirar y de aportar a la sociedad desde el pensamiento crítico, el análisis lógico, el conocimiento de nuestros cuerpos, la riqueza del lenguaje, el amor al arte y a la filosofía y sobre todo, ojalá seamos capaces de luchar por nuestro derecho a una vida digna.

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