Mientras exista una tripa que truene de hambre
nadie puede llamarse libre. (Paula Orellana)
Un texto colectivo de la Olla Comunitaria
El pequeño restaurante Rayuela, ubicado en zona uno, tuvo desde sus inicios el ánimo de proponer a los clientes que llegaban por un café, una comida o una cerveza, que, si tenían la oportunidad y las ganas, dejaran pagados dos o tres cafés adicionales para personas que pasaran por el lugar y que no tuvieran el dinero para costear la bebida. De esta forma, Rayuela se convirtió en un pequeño negocio solidario que intermediaba y promovía el apoyo de la persona que dejaba pagado un café y la necesidad de la persona que recibía el café sin pagar un centavo.
La gente de Rayuela sabía que muchas personas transitan por el Centro Histórico de la ciudad tratando de vender algún chicle, algún dulce, un cargador para celular o productos similares con el objetivo de llevar comida ese día a su familia. En muchas ocasiones, para un vendedor de la calle, eso significa no comer durante toda la jornada de trabajo. Entonces la iniciativa del restaurante Rayuela siguió llamándose Café Pendiente, pero empezó a servir almuerzo a la gente que lo necesitara. Se estaban sirviendo alrededor de 20 almuerzo por semana.
Con el inicio de las medidas de distanciamiento social ante la amenaza de la pandemia, el restaurante Rayuela tuvo que cerrar sus puertas. Sin embargo, sabiendo que la necesidad de muchas personas se iba a agravar con la caída de las ventas, los despidos laborales y la disminución de la movilidad personal, a la hermosa gente de Rayuela se le ocurrió abrir un comedor gratuito. Byron Vásquez, propietario del restaurante, se imaginó que se atenderían a 30 o 50 personas diariamente.
La iniciativa solidaria abrió sus puertas el martes 7 de abril, sólo dos personas se acercaron a pedir almuerzo. La noticia se esparció como si fuera un puño de semillas aladas, como mishitos en el aire: el segundo día se acercaron seis comensales, luego 35, luego 80, después 150. Dos semanas después estamos sirviendo entre 300 y 400 desayunos y alrededor de 600 almuerzos. ¿Quiénes llegan? Vendedores ambulantes, personas indigentes, madres desempleadas con sus hijos e hijas, gente que se ha quedado sin trabajo en estos días (población que va en aumento cotidianamente), algunos agentes de seguridad, adultos mayores de escasos recursos, migrantes varados en la ciudad, ropavejeros.
Sin poder detenernos a pensar, el pequeño proyecto de Café Pendiente se convirtió en una Olla Comunitaria. De cuatro personas que colaboraron en un inicio hemos llegado a tener por día, 25 voluntarios y voluntarias que reciben, desinfectan y clasifican las donaciones de alimentos, cocinan y preparan los platos a repartir, entregan la comidas. Hay muchas familias y personas que están abriendo su casa y cocinan desde allí para tener la comida lista en los horarios de atención. Otras familias lavan los trastes y los utensilios que estamos usando. Hay muchas manos que se unen para que la Olla Comunitaria funcione.
Estamos muy agradecidos con cada una de las donaciones, apoyos y contribuciones que nos están llegando (bolsas de granos básicos, legumbres, frutas, aceite, agua pura, carne de pollo, latas de atún o de frijol). Queremos mencionar también y de manera especial a aquellas donaciones humildes de cinco o diez quetzales que pasan dejando cada día al local y que entrañan un incalculable valor en la construcción de este proyecto comunitario. Pequeños depósitos a la cuenta monetaria demuestran que quizá la gente no tenga tanto dinero para desprenderse de él pero que tiene unas ganas inmensas de apoyar al otro, a la otra, al necesitado. Agradecemos también esfuerzos de amigos y amigas migrantes en Estados Unidos por enviar apoyos puntuales.
La Olla Comunitaria que funciona en el restaurante Rayuela es un esfuerzo de amigos y amigas, vecinos y vecinas de las zonas uno, dos y algunas otras zonas de la Ciudad de Guatemala. Ante el riesgo sanitario de la pandemia, nos estamos cuidando. Desinfectamos las donaciones, desinfectamos las aceras cercanas al comedor, utilizamos mascarilla y guantes en la alacena, en la cocina y en la entrega de las comidas. Desinfectamos las manos de los comensales, nadie puede pasar a recibir comida si no lleva puesta su mascarilla. En la fila para llegar al comedor todos deben dejar una distancia mínima de metro y medio entre cada persona. Nos movilizamos en lo estrictamente necesario y todas las coordinaciones las hacemos por las herramientas electrónicas disponibles.
Creemos firmemente en que la única manera de salir adelante ante la emergencia provocada por la pandemia será cuidándonos unos a otros, siendo solidarios y solidarias, pensando el presente y el futuro de manera colectiva. Las acciones colaborativas de las comunidades mayas organizadas o la ayuda de una familia a otra familia en los barrios populares de la ciudad, son nuestro mejor ejemplo. Ante tanta incertidumbre y ante el temor o la zozobra que se pueda tener al no saber hasta cuándo durarán las medidas de prevención, desde la Olla Comunitaria queremos invitar a la población del país a que muchos esfuerzos similares puedan imaginarse y llevarse a cabo en otras zonas de la ciudad, en otros municipios, en otros departamentos. La solidaridad y la organización comunitaria son el camino.
Olla Comunitaria: comida para tod@s
¡Hasta que la solidaridad y la dignidad humana se hagan costumbre!