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Créditos: David Toro
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por David Toro

Escasez de empleo, salarios insuficientes y la violencia son las principales causas que obligaron a cientos de hondureños a dejar su país en la cuarta caravana masiva rumbo a Estados Unidos desde octubre del 2018. Ahora atraviesan Guatemala en un camino lleno de incertidumbre y peligros.  

Samuel Melgar, de 40 años, salió de La Ceiba, Honduras, el 14 de enero, ha costeado su ruta con  el dinero que prestó para emprender el viaje. Hasta hace un mes trabajaba como agricultor, pero lo que ganaba no era suficiente para alimentar, vestir y pagar los estudios de sus cuatro hijos. “Yo no voy a Estados Unidos para quedarme siempre o porque quiera ser millonario, solo quiero darle estudio a mis hijos, ahorrar para algún negocio y volver a Honduras, quiero estar con mi familia”.

Samuel descansa la tarde del 16 de enero en la Casa del Migrante, donde habían 767 personas entre ellas 151 niños, la mayoría de honduras, además 18 salvadoreños y 5 guatemaltecos que se sumaron a la travesía. Samuel se abriga del frío de la Ciudad de Guatemala con un saco viejo que encontró en un contenedor de ropa del centro, se masajea los pies luego del arduo camino de más de 500 kilómetros desde su hogar, y comparte agua con otros dos migrantes que conoció en el camino, “estoy cansado, ha sido muy duro, hemos caminado y también conseguido jalón para llegar hasta aquí (…) el trato de la policía ha sido terrible, lo tratan a uno como si fuéramos delincuentes, tiene mejor trato un animal”.

Con la voz quebrada y con la mirada hacia el suelo, Samuel recuerda que semanalmente solo lograba ganar unos 600 lempiras (24 dólares), con las ventas de sus cosechas pero necesitaba al menos 800 lempiras semanales para alimentar a su esposa y cuatro hijos durante una semana. Además de eso, muchas veces en el camino de vuelta a casa del campo sufrió asaltos a mano armada, perdiendo lo que había ganado en la jornada.

 “Yo no voy feliz de estar migrando, voy porque me siento acorralado, en Honduras no veo salida, yo no voy para Estados Unidos para hacerme millonario, solo quiero ver si logro migrar y ayudar a mi familia”.

Samuel tiene familia en Estados Unidos pero todos están sin documentos y no cree que puedan ayudarlo, aún no sabe con exactitud a que parte de aquel país llegará, es la primera vez que intenta cruzar y su única guía es la experiencia de los migrantes que encabezan la caravana y conocen el camino.

Samuel viaja solitario en contraste con otras personas que van en familia,  niños desde 4 meses y personas de hasta 60 años, algunas mujeres viajan hasta con cuatro hijos. La historia de Samuel es un ejemplo de  como la delincuencia y la falta de oportunidades de empleo obligan a miles de personas a dejar Honduras, un país gobernado por Juan Orlando Hernández, presidente que se reeligió envuelto en un fraude electoral y con un hermano sentenciado por narcotráfico en Estados Unidos, muchos hondureños prefieren la incertidumbre de viajar más de 2 mil kilómetros sin la certeza de poder cumplir su meta de encontrar mejores oportunidades.

Entre las carpas y colchonetas de la casa del migrante, una trabajadora  de la Agencia para Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR), intenta disuadir a  un migrante para que no continúe el viaje, mientras este hace cola para las duchas:

  • Si ustedes llegan a Estados Unidos, los van a mandar de vuelta a Guatemala para que hagan aquí el proceso de asilo.
  • Pero nosotros no queremos estar aquí

El 17 de enero, los migrantes hondureños que durmieron en la Casa del Migrante, han emprendido la siguiente etapa del viaje hacia Ayutla, municipio de San Marcos a 255 kilómetros de distancia de la capital guatemalteca, donde intentarán cruzar la frontera de Tecun Umán, que separa a Guatemala de México. Los centenares de personas tendrán que sortear todos los peligros del caluroso camino, es como lanzar los dados al aire, pues el gobierno mexicano podría evitar su paso, ya que según el presidente Alejandro Giammattei, el canciller mexicano Marcelo Ebrard prometió detener la carava que se ha dispersado en el camino debido a los retenes policiales. Tanto el gobierno guatemalteco como el mexicano podrían estar bajo la lupa del gobierno estadounidense que ha amenazado y presionado para que ambos obedezcan  a las políticas de Donald Trump en materia migratoria.  

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