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Créditos: Stef Arreaga
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por Patricia Cortés

Lo presentado las últimas semanas sobre las “estrategias de seducción” de Martín Pellecer parecen las letras de cualquier canción “romántica” y la dinámica de muchas de las “novelas románticas” que solemos leer.

Basta recordar el infame “Nocturno a Rosario” del poeta mexicano Manuel Acuña y parte de una canción que repopularizó Bronco y que fue el antecedente a un suicidio muy comentado (tal vez su autor fue el primer INCEL) en donde una mujer que jamás había dado pie para que se pensara en un romance termina siendo la “culpable” del suicidio de un poeta.

Desde el niño que le quita la pelota a una niña en los juegos infantiles y que recibe un golpe o algo similar y obvio, llora y luego escucha que a la niña le dicen “no seas mala, prestale la pelota, andá, dale un besito”, ese niño entiende que “ellas son malas por no querer darle algo” (porque si le pegan por tratar de hacer lo mismo con un niño el mensaje será distinto, “no podés quitarle las cosas a ese niño”).

De ahí en adelante se les adiestra a los varones para que intenten siempre “si dice que no ya tenés la mitad ganada”, “solo tenés que insistirle lo suficiente”, “dale regalos, vas a ver como dice que si” (y luego la pelan por ser interesada).

Tanto madres como padres damos esos mensajes a hombres y a mujeres “nena, date a desear, no digas sí”, “rechazalo, que le cueste”. Esto ha desvirtuado la relación entre hombres y mujeres, lo ideal, como dice Jameela Alia Jamil “no es solo que te diga sí, debe ser un entusiasta sí”, pero en la práctica, si ella dice “no” recibirá un “ala dime que sí”, seguido de coacciones y recriminaciones, porque ella no dijo no “mandó un si camuflageado”.

Nos tocará enseñar al niño que un sí es un sí, y que un sí debe ser “entusiasta” “claro que te presto la pelota y quiero que juguemos” no un “bueno, tómala” conseguido a punta de presión y quejas.

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