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Créditos: Tzununija Ixtzunun
Tiempo de lectura: 12 minutos

Por: Aura Cumes

● El sujeto del Uno y la resistencia permanente al despojo

A lo largo del curso has arrojado muchos hilos de discusión sobre multiplicidad de temas que entretejen tu propuesta, ¿qué te parece si para empezar nos cuentas qué está detrás de la afirmación “Seguimos vivos” que titula el curso? ¿A qué te refieres?

Pues una gran pregunta, sí. “Seguimos vivos” se me ocurrió porque los pueblos indígenas en todo el mundo, diríamos, pero en América Latina y en Centroamérica, han tenido un proceso de colonización permanente, y ese proceso de colonización ha tenido como centro el despojo. Y si el despojo ha sido permanente, yo me pregunto: ¿cómo es que seguimos vivos dentro de ese despojo de los cuerpos individuales, colectivos, de los bienes…? Y si hemos sido constituidos en la historia como seres despojables ¿qué es lo que nos mantiene vivos? Entonces ese es un poco en el marco que estoy pensando, esta resistencia – resistencia no sé si sea la mejor expresión para nombrarlo – pero esta condición que hemos construido también permanentemente de sobrevivencia a pesar del Estado colonial.

Fotografía: Tzununija Ixtzunun

Hablar del despojo provocado por la colonización permanente nos remite necesariamente a un ejercicio de identificación de quién despoja a quién, implica nombrar quién y cómo es el sujeto colonizador…, ¿cómo los nombras tú?

El sujeto colonizador en principio es aquel sujeto que al interior de las mismas sociedades europeas se constituye a sí mismo despojando, rapiñando, depredando a otros para irse constituyendo a sí mismo. Yo lo nombro como el sujeto del Uno, el sujeto que construye el mundo del Uno, porque es aquel que se distancia de la naturaleza por ejemplo, se disocia de la naturaleza como una posibilidad de colocarse por encima de la naturaleza, como una posibilidad de mandar sobre la naturaleza, de interrogar, de penetrar a la naturaleza. Pero también tiene que ver con ese sujeto que destruye el mundo de lo campesino europeo, que lo degrada, que lo sujeta y que vive a partir de allí. Es también ese sujeto que persigue a las mujeres, para colocarlas en el nivel de lo doméstico, eso entendido como el lugar de la nada, pero el lugar que da pero que no se reconoce, que se invisibiliza. Es el mismo sujeto que expulsa a moros, quema herejes como quema a las brujas. Ese sujeto también se diferencia frente a lo negro africano que lo esclaviza y luego frente a lo indio. Es ese sujeto europeo que se va constituyendo a sí mismo, es el que llega entonces a los países ahora nombrados como Latinoamérica y todo lo que ha ensayado al interior de Europa, que para mí es constructo central del capitalismo, lo lleva a nuestros países y allí este capitalismo adquiere una característica particular porque se monta sobre la raza. Pues este sujeto que ya se ha construido como el humano, como especie diferente y superior, y que al llegar allá se coloca a sí mismo sobre otras especies, en este caso indígenas, nombradas así, o indias, a quienes inferioriza y por supuesto, la intención central de la inferiorización es el despojo.

Frente a ese sujeto y el despojo que lo constituye, existe otro sujeto, el colonizado. Pero frente a la tentación de nombrarlo como un sujeto desposeído, tú reivindicas otra forma de nombrarlo, ¿cuál es?

Sí claro, porque sujeto desposeído parece ser aquel sujeto que no tiene nada y que está allí como un sujeto mendigo o convertido en eso que necesita ser rescatado. No, los pueblos indígenas no somos sujetos desposeídos ¿por qué?, primero porque con el recurrente despojo hemos seguido construyendo maneras de habitar cuidando los espacios que habitamos y por lo tanto no se nos ha sido quitado todo. Todo el tiempo creamos, somos potencia política, no somos sujetos desposeídos ni vulnerables ni débiles ni marginales ni excluidos, sino somos sujetos políticos que creamos vida en todas sus posibilidades en medio de la depredación permanente de este sujeto colonizador. Entonces no somos desposeídos, no esperamos ni vivimos por el dominador sino a pesar del dominador. Para mí, que el sujeto que no tiene nada y que solamente se construye a sí mismo depredando es el sujeto colonizador, no tiene absolutamente nada, no es capaz de construir para vivir su propia alimentación. Necesita depredar para existir, el colonizador necesita colonizar para existir, si no coloniza no existe. En el caso nuestro existimos porque construimos la vida diaria y en términos concretos es: cultivamos nuestros alimentos, tejemos nuestra ropa, impartimos nuestras propias formas de justicia, tenemos forma de autogobierno, tenemos una ética, un sentido del mundo, un sistema de salud propio que sigue funcionando y que si sigue funcionando es una de las grandes posibilidades que sostiene la vida de nuestros pueblos. Entonces todo este tipo de características ayudan o son las condiciones que no nos hacen depender del sujeto colonizador.

●●  Límites de lo cultural. La interculturalidad como una trampa

En el marco del ejercicio de nombrar las cosas surge el debate en torno a la cultura, quién la define y qué estamos entendiendo actualmente cuando la invocamos como concepto y como ámbito de acción política. Tú nos propones una revisión crítica de la genealogía del concepto, que nos permita identificar sus límites.

Lo que yo planteo es que siempre recordemos que los conceptos tienen historia y el concepto de cultura como los demás tiene su propia historia. A mí me llama mucho la atención la manera en que se han aplicado los conceptos en nuestras realidades y no se desvincula para nada a su aplicación global, es decir, que notamos inmediatamente de dónde surge determinado concepto. Por ejemplo, el término cultura así como se utiliza en este momento no está recordando que los pueblos a quienes se les está aplicando fueron nombrados inicialmente bajo parámetros deterministas que los sometieron como colectivo tales como los conceptos de -especie- por ejemplo. Y el concepto de especie, que es el antecedente de la raza, fue como uno de los mecanismos fundantes del resultado diferenciado, segregado y jerárquico de la sociedad latinoamericana, es decir, especie y raza sometió, inventó a los indios como sirvientes, como la servidumbre de nuestros países, a los afrodescendientes o a los africanos esclavizados como tales, como esclavos, y a los mestizos primero como hijos bastardos pero después más cercanos, más aliados a los criollos. Eso lo hace la categorización de las sociedades en especies, en razas, y luego eso da como resultado profundas jerarquías y profundos mecanismos de encadenamiento, de despojo en nuestros territorios al cabo de que cada quien existe porque despoja a otro. Y nos hemos relacionado con vínculos esclavistas, me parece a mí. Para mí el término cultura se ha usado durante mucho tiempo por la antropología pero también le da contenido ahora a otro término que sería la interculturalidad en el que se piensa que los migrantes que están llegando a otros países y que son expulsados de los mismos países colonizados, su problema es la cultura, y no es su sometimiento, su despojo a partir de la especie y de la raza. Y la manera en que los países europeos y norteamericanos se trazan como democracias generando eso que ahora quieren ver en términos de individuos marcados por culturas.

En ese marco también hablabas del concepto de etnia, como un término intermedio u otra forma de nombrar a esa otredad…

Bueno, el término etnia es una categoría que se usa principalmente después de la 2ª guerra mundial, por los destrozos que había causado el uso del término raza a principios del siglo XX. Previo a ello en toda Latinoamérica fue muy importante la discusión del racismo científico, para justificar la supuesta “inferioridad” de los indios y de los negros, y la supuesta “superioridad” de los blancos. Las elites criollas, blancas y ladinas creyeron en el racismo científico, le dieron una categoría de cientificidad al racismo. Cuando ocurrió el genocidio contra los judíos, los gitanos, homosexuales y otros grupos humanos, se consideró que la raza había tenido una participación importante y por lo tanto era necesario nombrar la diferencia a partir de otras categorías, y de ahí surge, por lo menos en América Latina, muy fuertemente el uso de la categoría etnia para nombrar a los pueblos indígenas. EEUU tiene mucha responsabilidad en el uso de esa categoría, desde la antropología, tanto como en el uso de la categoría cultura, para nombrar a aquellos bárbaros, buenos salvajes, que también eran como objetos curiosos a ser interpretados, interrogados, a ser pensados de por qué no han desaparecido. La categoría etnia construyó otra vez ese sujeto buen salvaje y le da fundamento al contenido de cultura.

De esto se desprende que el modelo de la interculturalidad como propuesta política resulta insuficiente a la hora de contrarrestar la condición segregada y jerárquica de los sujetos colonizados?

Yo no sé si insuficiente es la palabra, yo pienso que es una trampa. Si a ti te someten, por ser “raza inferior”, si te quitan lo que tienes por eso, y te colocan como un eterno sirviente, y cuando “te quieren liberar” te dicen que es por tus características culturales, jamás van a repararte, nunca te devolverán lo que te han quitado, sobre todo, no te van a concebir como sujeto político, a mí me parece que allí hay una trampa, lo que están haciendo es dulcificar el sometimiento y crear una imposibilidad de observar lo que lo está ocasionando. Posiblemente la interculturalidad podría usarse para acercar a sociedades o grupos conflictuados entre ellos pero que tengan una posición de horizontalidad en determinado territorio, pero no a grupos construidos en jerarquía, saqueo y despojo. La interculturalidad no va a tener resultados liberadores, sencillamente si lo que procura es la convivencia pacífica dentro de un sistema de dominación.

Es aquí donde nos propones una distinción entre el sujeto cultural y el sujeto político…

Nosotros tenemos expresiones culturales para mí de mucho sentido, producto de todos los procesos de creación de nuestra propia vida, Occidente lo nombra como cultura, está bien, pero no somos sujetos culturales, somos sujetos políticos, es decir, tenemos la posibilidad que cualquier otro sujeto, que ese sujeto blanco que jamás se le marca solamente por su cultura, porque a ese sujeto se le posiciona como universal, en cambio a nosotros siempre somos los étnicos, somos los culturales o somos los racializados como inferiores. Y es desde esa condición que nos piden integrarnos al sistema “democrático”. Es decir, no nos aceptan como sujetos pactantes sino como objetos pactados, porque la democracia en nuestros países y en el mundo, es una democracia montada favorablemente sobre condiciones generadas por la historia colonial e imperial. Ojalá que en algún momento se puedan pensar los pactos políticos que dan lugar a las naciones, porque en este momento todo lo que se le dice a los migrantes oscuros y empobrecidos es, muy bien, usted intégrese a partir de su cultura, acomódense lo mejor que puedan sin molestarnos a nosotros los verdaderos ciudadanos. Una democracia no puede concebirse de esa manera porque entonces es claramente una democracia colonial.

Qué bueno que lo mencionas, ya que son precisamente estos “pactos políticos” que pretenden dar lugar a las nuevas naciones, los que en el caso catalán han evidenciado los límites y contradicciones del proceso en Catalunya, donde, por ejemplo, no se les permitió votar el 1 de octubre a las comunidades migrantes que no estaban nacionalizadas como españolas, a pesar de haberse planteado un referéndum para la constitución de una nueva república.

No, pues, si las nuevas repúblicas, si son nuevas, tendrán que pensarse con el concurso de todos los sujetos políticos, qué lugar va a tener, en la construcción de la república, la gente que ha habitado estos territorios de hace muchísimo tiempo y que se les nombra bajo la categoría de migrantes, y además de eso nos invita a quienes venimos a estos países a no conformarnos con esas categorías que nos siguen minorizando y que nos quitan potencia política y lo único que nos conceden es adornar las mesas de los colonizadores, colocar nuestras banderas, nuestras ropas, nuestra comida, eso no es lo que queremos ser, y por lo tanto para mí lo primero que hay que hacer es que no nos conformemos nunca con esa posición.

Se reproducen entonces las lógicas coloniales donde la diferencia y pluralidad son convocadas desde una jerarquía que instrumentaliza, folcloriza y exotiza al sujeto colonizado, que le convoca a un supuesto diálogo intercultural y proceso político pero con una voz apagada y un voto o capacidad de decisión sobre los asuntos importantes condicionado a su estatus migratorio.

Sí, yo creo que el pluralismo, como la migración, han sido signos de todos los tiempos. El mundo ha sido siempre plural, lo que pasa es que ha inventado maneras de relacionarse con lo plural. Obviamente el mundo capitalista ha buscado destruir lo plural, o jerarquizarlo y constituir una hegemonía del Uno sobre lo plural. Todo aquello que es el otro de esa imagen del Uno, va a estar sometido, entonces lo plural no siempre se anula, en muchos casos no se aniquila, pero se usa, como posibilidad de sometimiento. Uno de los grandes desafíos de nuestro mundo actual es aprender a construir sobre lo plural, pero no a partir del sometimiento, sino de la coexistencia. Coexistir con lo plural es una cosa a lo que no se le pone importancia. Hasta ahora hemos aceptado los mecanismos que el mundo capitalista occidental piensa que debe hacerse con lo plural.

La interculturalidad es un concepto que nace del liberalismo, ¿cómo tratar la diferencia?, esa es una pregunta que se hizo el liberalismo, qué hacemos con los diferentes, cómo los integramos a nuestra sociedad, cómo no nos pueden causar conflictos, hay un gran miedo por lo diferente, oscuro, pobre, que se observa como lo atrasado, lo bárbaro y lo incivilizado que, según el imaginario “blanco/civilizado/liberal”, si no lo normamos, nos puede contaminar. He escuchado, a las feministas blancas aquí en España y en otros lados, cuando ellas dicen “lo musulmán amenaza”, “hemos construido la posibilidad de la igualdad, la posibilidad de nuestra liberación, pero viene el “mundo musulmán” y nos coloca una posibilidad de regresión”. A mí me parece que ese tipo de posición está colocando lo colonial o ese mundo del Uno que las feministas están expandiendo como la medida de todo, y allí hay una imposibilidad de pensar lo plural, me parece que cuando el mundo es plural, hay mucha complejidad, se necesita mucha creatividad para buscar mecanismos de coexistencia, me parece necesario colocar la creatividad humana en el marco de lo plural.

Entonces, ¿qué hacemos con la interculturalidad?

Los conceptos tienen que llevarse a sus últimas consecuencias. Para mí el término interculturalidad solamente puede usarse si se trabaja entre diferentes pero iguales. Pero no para sociedades construidas en la jerarquía. A otros conceptos como, por ejemplo, lo descolonial, también muy fácilmente se le puede quitar su contenido transformador para convertirse en nada, aunque ese concepto nace más radical. Cualquier concepto puede ser cooptado por el poder. Entonces cuando ya no nos sirve hay que inventar otra cosa o hay que darle otro contenido. Porque es terrible que haya gente que habla sobre lo descolonial y en nombre de lo descolonial esconde de manera impune mecanismos coloniales; “ah pero no me critiques porque yo soy descolonial”. Entonces se puede utilizar como un mecanismo de impunidad. Ahora también se le puede llamar acción descolonial a conductas folclóricas como si bailas como un negro, si pruebas su comida, y así se le va quitando al concepto su poder de transformación. Por eso los conceptos hay que vigilarlos, hay que reconstruirlos o superarlos, porque desde el poder muy fácilmente se pueden cooptar.

●●● Epistemologías indígenas como horizonte de vida

Frente al despojo permanente y “la trampa” de la interculturalidad como una solución superflua, tu reivindicas la epistemología indígena como condición constitutiva de un horizonte de vida…

Lo que yo pienso es que en cantidad de lugares existimos otros mundos, que nunca fueron borrados por los procesos coloniales, su existencia en sí misma, es una potencia de vida y una potencia política, hablo de comunidades indígenas de Abya Yala pero pueden ser de otros lados. Particularmente el sentido del mundo maya, tiene una epistemología distinta, no piensa el mundo como el Occidente capitalista, la visión capitalista del mundo es mercantilizar todo lo que hace la vida, los mundos indígenas defendemos los ríos, las montañas, la tierra, el agua, los barrancos, los cerros, es un vínculo de profundo respeto. Allí donde ese respeto se rompe, se rompe el equilibrio de la persona, con todo lo que posibilita la vida. Hay múltiples ejemplos para observar nuestro vínculo con todo lo que se nombra como naturaleza, que a este Occidente capitalista le parece ridículo es. Ese Occidente capitalista no se depreda a sí mismo, ¿por qué no busca minas de oro debajo de los edificios de Barcelona?, ¿por qué no rompe sus sitios turísticos España, para buscar lo que busca en nuestros países?, no, va a buscar a aquellos lugares donde considera que no existe el trazo de lo humano que se otorga para sí mismo y que se ha otorgado desde siempre.

Un horizonte que planteas, también político, que pasa necesariamente por la reconstitución, como pueblo, como comunidades, como sociedades…

La necesidad de reconstitución como horizonte es porque nuestras epistemologías y sentidos de mundo, han sido heridas profundamente por lo colonial. Me interesa alertar en que no hagamos nuestro o no reproduzcamos las jerarquías que han ocasionado nuestro sometimiento. Más que convencer al mundo colonial sobre eso, me interesa convencernos a nosotros mismos sobre eso.

Y es aquí, en esta ardua labor de reconstitución, que resaltas la importancia de repensar el tiempo y dialogar con el pasado…

Sí, pienso yo que una de las cuestiones que ha imposibilitado el pensarnos como pueblos que tenemos grandes posibilidades de liberarnos, tiene que ver con nuestro pasado, porque la historia oficial ha inventado para nosotros una historia aberrante, vergonzosa e indigna, que provoca que mucha gente tenga miedo de ver hacia atrás. Se nos ha negado el pasado. Pero nosotros somos sociedades de tiempo largo, no tenemos 500 años de existencia, 500 años tienen los mestizos de haber aparecido en nuestros países, 500 años hace que los colonizadores llegaron a invadir nuestro territorio. Calculo que nosotros tendríamos al menos 20.800 años de existencia, a partir de que se cuenta el tiempo. Toda sociedad construye para sí misma mecanismos de convivencia, toda sociedad tiene conflictos, guerras, posibilidades de sometimiento, y han encontrado maneras de trascender como es nuestro caso, han conservado y entendido la vida a lo largo del tiempo, y por eso, su producción epistémica, las maneras en que produce la vida, nos hablan sobre la necesidad que tuvieron de coexistir. Entonces un diálogo con nuestro pasado, es un diálogo para existir, para afianzar nuestra existencia colectiva, para afianzar una manera de entender la vida y el mundo que no tiene que ver con lo colonial capitalista, aunque esto esté cercano e impuesto sobre nuestras vidas y aunque esto dispute también los sentidos del mundo indígena.

Publicado Enconversa.org, el 19 de agosto de 2019.

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