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¿Por qué apoyo al Movimiento para la Liberación de los Pueblos?

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Créditos: Juan Antonio Villeda Recinos. Foto: cortesía
Tiempo de lectura: 5 minutos

31 de mayo del 2019

Desde niño soñé con participar políticamente, lo he hecho de alguna manera, con aciertos y desaciertos y ahora desde mi retiro de la administración pública apoyo al MLP y su candidata presidencial Thelma Cabrera  basado en mi historia personal de haber vivido la desigualdad en carne propia.

Aclaro que no lo hago como miembro del MLP (aunque me gustaría), más bien como una contribución a la formación de conciencia ciudadana.

Nací en el seno de una familia numerosa, el noveno de diez hijos (una hermana mayor murió poco tiempo después de nacer), el único nacido con atención institucional accidentalmente. Digo accidentalmente porque mi padre sufrió un percance de tránsito poco tiempo antes que de mi nacimiento, lo que obligó a mi madre a viajar continuamente a visitarlo y en una de esas visitas dio a luz a un varón de 9 libras y 14 onzas en el Seguro Social.

Mis padres (Víctor Villeda Nolasco y Valeria Recinos) con casi nula instrucción escolar, debieron migrar de Quetzaltepeque, un municipio de Chiquimula situado a 200 kilómetros de la Ciudad de Guatemala. Esta migración obedeció a la falta de oportunidades en el oriente del país, concretándose (si no estoy mal) el 28 de diciembre de 1968.

La educación primaria la cursé en la Escuela Felisa Soto Montenegro, de la Colonia Atlántida, zona 18. En mi época no conocíamos del bullying, pero sí que veíamos las desigualdades de los niños nacidos en la capital y los devenidos de la provincia, quienes teníamos que abrirnos paso con mucho coraje y estudio.

En mi niñez desarrollé asma bronquial, que era tratada con vaporizaciones y baños de agua de eucalipto, las cuales no tenían ningún efecto más que en la mente de mi atribulada madre. Nunca tuve la oportunidad de visitar la emergencia de un hospital público para la atención de mi padecimiento, sencillamente porque no habían recursos para la compra de medicamentos.

Jamás olvidaré las consultas médicas de mi primo (Rafael Villeda Vidal), quien incluso en una ocasión llegó a verme a mi casa ante mi insistencia y la gran pena de mi madre de no molestarlo. De allí, desde muy temprana edad, mi decisión de estudiar medicina (empresa casi imposible para los escasos recursos de la familia).

Juan Antonio Villeda Recinos. Foto: cortesía

Como mecanismo compensatorio de asegurarme soporte nutricional y en la búsqueda de explorar alternativas de superación, viajé desde muy temprana edad a pasar mis vacaciones con mi abuelita materna y luego alternaba con una tía paterna en donde aprendí a trabajar, a emprender y a desarrollar un espíritu combativo ante la vida. La tía Patrocinia, la mujer más valiente que he conocido en mi vida.

En mi educación básica reconocí que vivíamos en un conflicto armado, me percaté que no podía estar del lado incorrecto de la historia, lamentablemente solo alcancé a recitar el poema “vamos patria a caminar” y ser parte de la asociación de estudiantes del “Instituto Atlántida”.  Mi interés era continuar mis estudios en el Instituto Central para Varones, quería estudiar Bachillerato y luego mi añorada carrera de Medicina en la USAC.

¿Estudiar bachillerato? NO. Había que trabajar para estudiar. ¿Estudiar en el Central? NO. Estaba muy peligroso y mi inclinación política era clara.

Luego de un tiempo de negociaciones estudio y me gradúo de Bachiller en el Colegio La Patria, con el financiamiento de mis hermanas. El colegio no era lo que se creía y resultamos presentando en nuestro último año el seminario: “Problemas Socioeconómicos derivados de la Tenencia de la Tierra en Guatemala”. Nuestro principal libro de consulta: “La Patria del Criollo”. Hicimos nuestro trabajo de campo en San Juan Sacatepéquez… exacto, en donde está actualmente una de las industrias extractivas con privilegios centenarios.

Mi vida universitaria transcurre con el apoyo económico de mis hermanas, haciendo resúmenes que vendía a mis compañeros de estudio y viajando a Chiquimula a aprender emprendimiento. Estábamos en la época del conflicto armado, sabíamos de los riesgos de estudiar en la USAC, vivimos de cerca allanamientos del campus universitario por hombres vestidos de particular que ametrallaban o desaparecían compañeros estudiantes que participaban o simpatizaban con la guerrilla. Vivimos la época de la desaparición física de líderes políticos como Alberto Fuentes Mohr, Fito Mijangos, Oliverio Castañeda de León, Manuel Colom Argueta, etc.

Las oraciones de mi madre y Dios sabe cuántas personas más permitieron que me graduara de Médico y Cirujano, título que me permitió hacer mi especialidad en Cirugía General, ¿por qué esa especialidad y no Medicina Interna que se relacionaba más con mi padecimiento que nunca se curó? Sencillo, el 14 de febrero de 1978 muere uno de mis mejores amigos, mi primo Leonel (hijo de tía Patrocinia), una semana después de haber sido herido por proyectil de arma de fuego y operado en el Hospital Modular de Chiquimula. El médico que le operó no estaba capacitado para la cirugía y le trasladó ya complicado al Hospital Roosevelt en donde falleció. Mi conclusión: hacían falta cirujanos en los hospitales de la provincia. De ahí mi motivación a ser cirujano.

Al finalizar el entrenamiento en Cirugía General, mi mentor, Rodolfo MacDonald Kanter pasa de Jefe del Departamento a Viceministro de Salud y me envía como Director al Hospital Nacional de Jalapa y luego al Hospital Nacional de Amatitlán, en donde pude devolver algo de lo recibido. Además de mis funciones de dirección, me dediqué a enseñar el arte de la cirugía a los médicos de turno, con el objetivo de salvar vidas como la de mi primo, quien murió producto de un sistema de salud que no resolvía y sigue sin resolver las necesidades de atención de la población.

Mi vida en la administración pública transcurre en cargos que, lejos de abstraerme de la realidad, me acercan a esas desigualdades, a identificar desde otra perspectiva el manejo del Estado de parte de las élites y a reconocer los retrocesos en nuestros indicadores de desarrollo humano.

Desempeñarme como funcionario y ver cómo en el nivel central del Ministerio de Salud hablan de “bajar” a las áreas de salud y a los hospitales, de cómo ese mismo nivel central crece cada día más y el nivel ejecutor recibe andanadas de supervisión desordenadas, solo para llenar formularios e informes que no son técnicos sino para satisfacer a los políticos.

Ese mismo ministerio en donde la población es lo último que importa, me hizo aceptar por corto tiempo un cargo de viceministro, en un gobierno transitorio, con la esperanza de hacer algo diferente. ¿Logramos algo? Disminuir el tamaño del nivel central, temporalmente, éste volvió a su nivel muy pronto.

¿Director de uno de los hospitales insignia del Ministerio de Salud? De acuerdo. En las condiciones actuales no se logra más que enemigos y perder la paz personal.

El retiro es obligado, la práctica privada es una tarea inmensa ante la escasa respuesta del Estado, pero el interés de incidir en la conciencia ciudadana está presente.

Nuestra arma es el voto, a pesar de la coyuntura que, como  se ha escrito, más parecen elecciones primarias de un partido conservador, que le interesa preservar los privilegios de las élites que han cerrado filas para impedir la lucha contra la corrupción y la impunidad.

Ante este panorama, solo veo una posibilidad transformadora del Estado, la del Movimiento para la Liberación de los Pueblos.

He leído comentarios que Thelma Cabrera no está preparada y otros que van hacia el lado del racismo histórico. Pero, ¿qué preparación se requiere para guiar a este país? ¿Qué preparación han necesitado los expresidentes para recibir instrucciones de las élites que les han financiado sus campañas políticas? ¿Conocemos la preparación de Thelma Cabrera para pretender ser la primera presidenta de la historia? De pronto ella se ha preparado más que cualquier otro candidato y representa la expresión de un pueblo cansado de ver rotas sus esperanzas cada cuatro años.

Costa Rica entendió hace 70 años que el camino era suprimir el ejército, aquí lo seguimos utilizando como tema de campaña y lo fortalecemos cada día más.

Para cambiar este país hace falta una revolución, dijo recientemente Jorge Mario García Laguardia, este Estado ha fallado y con nuestra arma ciudadana, el voto, podemos hacerla.

Por eso apoyo a Thelma Cabrera y al MLP para la liderar el país hacia una ruta diferente.

*Médico y cirujano

 Cirugía general y laparoscópica

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