Texto y fotografías David Toro
Este 20 de octubre se cumplirán cuatro décadas desde el infame asesinato de Oliverio Castañeda de León, un estudiante universitario que en su corto paso por la secretaría de la Asociación de Estudiantes (y por la vida misma), desafió a un gobierno represivo, y se convirtió en un ejemplo a seguir por el estudiantado.
Oliverio tenía 23 años cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de San Carlos, aquel 20 de octubre de 1978, cuando fue asesinado a 100 metros del Palacio Nacional. Con la muerte del “joven y eterno compañero” como lo llama César Dávila en una canción que escribió en su honor, también inicia el cenit de la violencia estatal de la guerra contrainsurgente (también calificada como guerra sucia), así que el reconocimiento del crimen por parte del Estado tuvo que esperar mucho tiempo más.
El caso ilustrativo 45 de la Comisión de Esclarecimiento Histórico, declara que aquella marcha universitaria del 20 de octubre, la cual Oliverio realizó bajo amenazas de muerte, culminó frente a la concha acústica en el parque central. Oliverio aún dio su último discurso aquel día, sin titubear, denunciando fuertemente al ministro de gobernación de aquel entonces: Donaldo Álvarez Ruiz.
La CEH relata que Oliverio Castañeda De León, ese día al finalizar la marcha universitaria y sindical, se encaminó sobre la 6ta avenida de la zona 1. Frente a la empresa eléctrica fue atacado por hombres armados y producto de los disparos falleció en la entrada del portal cuando intentaba escapar del ataque, su deceso se hizo oficial ese mismo 20 de octubre a las 13:20 horas.
El antropólogo Ricardo Sáez escribió el libro titulado “Oliverio”, una obra sobre la vida del líder estudiantil y una debida recopilación del contexto social y político de los años previos y posteriores a ese fatídico 20 de octubre. En este, Sáenz asegura que el ataque en contra de Castañeda afectó a su círculo cercano, integrantes de AEU, familia, pero también fue resentido por el pueblo en general.
Saénz califica de histórico y fundamental que el 14 de octubre del 2008, el Gobierno de Guatemala, presidido por Álvaro Colom, entregara de forma póstuma la Orden del Quetzal a Oliverio Castañeda, reconocimiento que fue recibido por su madre, doña Jesús Elena de León de Castañeda y su hermano Gustavo Castañeda De León. En aquel acto simbólico donde estaban congregados exintegrantes de la excepcional generación de AEU de 1978, amigos cercanos de Oliverio y guatemaltecos en general, el Estado reconoció su culpabilidad del asesinato de “Oli” como le decían en casa.
Han pasado 10 años más desde aquel entonces, sin embargo, Oliverio y su corta pero intachable vida como político, estudiante y ser humano, siguen siendo un hito que jamás podrá ser borrado de la memoria de los guatemaltecos, pues ¿qué es Oliverio sino una representación digna del espíritu del estudiantado sancarlista?