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Créditos: spa.avoiceformen.com
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por Patricia Cortez Bendfeldt

Los dos hashtags suenan como una cachetada para las víctimas.

Claro, porque “son cosas privadas”, “no se metan”, “ella se lo buscó”, “interesada”. Adjetivos descalificándolas, negándoles el derecho a quejarse.

¡Qué duro es darse cuenta de cuantas hemos pasado por ahí!

Cuando leía que al menos el 30% de las consultas que se generan en una emergencia responden a violencia contra la mujer.

Entre agresiones, quemaduras “accidentales”, dolores psicógenos, dolores reales, negación de la asistencia, anemias, dolores de espalda, embarazos forzados, amenazas de aborto provocadas por violencia, estrés, paranoia, depresión…

La violencia contra la mujer es un problema de salud pública que incluye mucho más que un ojo morado.

Muchas mujeres se enferman, intoxican, mal comen, viven con angustia y estrés!!!

Viñeta http://spa.avoiceformen.com

Algunas de las denuncias publicadas incluyen el famoso “gaslighting” desvalorización, insultos sobre su físico, control de la talla.

Las narraciones van por tal nivel que algunas chicas jóvenes sienten que no van a encontrar “el amor y la pareja”.

Y si niñas, tal vez no.

A las mujeres nos enseñaron a pelear contra la otra, ella “te puede quitar al novio, bajar al marido, quedarse con tu trabajo.”

No es tu amiga, es tu competencia “ella es más bonita” “ella es más amable” “por qué no eres como tu amiga.”

Mensajes dados por maestros, padres, madres, tíos y tías “bien intencionados” porque lo peor que le puede pasar a una mujer es “quedarse sola.”

Así que mientras tanto nos obligan a desfilar, a “enganchar un chavo” y a ellos los enseñan a todo lo contrario. Incluyendo a protegerse entre machos.

Y lo han logrado “hay, esa es pendeja” dice una mujer “por qué se quedó con ese idiota.”

“No se valora” y la chica recuerda que sí, que ya no vale nada, que es una “puta” que no puede tener derecho ni a su propio cuerpo, que ese cuerpo tiene que ser deseable y tener un dueño que no es ella.

Mientras tanto ellos ríen, seguros, confiados “no soy feminista” dicen las niñas, pensando que así serán felices y ellos sonríen.

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