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Letanías para una puta I

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Créditos: periodismodigitaldmp.blogspot.com
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por: Jimena Castañeda

Oposición a la castidad como virtud, a la divina gracia y a la pureza como símbolos de la buena labor encomendada a la mujer  transmisora de valores. Afrenta contra la dignidad que supone, infringe, la siempre digna de alabanza, de veneración, la siempre clemente y fiel mujer dama y muñeca. Rechazo la consideración virginal de sacrificio y sufrimiento como un atributo; sumando  a esto el rechazo de ser un espejo de justicia pues somos más que un reflejo, somos estrellas brillando con su propia y singular luminosidad.

El cristianismo nos muestra a María como el ejemplo de mujer, realza su virginidad y obediencia como sus principales atributos y virtudes.

La mujer, formada en sociedades cristianizadas y dentro de familias que aceptan esta construcción como base; es medida bajo el ejemplo espectral de una virgen consagrada a Dios, quien tuvo a su hijo único por la gracia, sin contacto de hombre alguno pero si sumisa a la figura masculina.

Actualmente el cuestionamiento hacia la tradición, la religión y las costumbres impuestas por el cristianismo en relación al modo de actuar de la mujer, han dado sus frutos, los movimientos de mujeres en el mundo luchan día con día desde distintas trincheras, por lograr la equidad y porque la mujer obtenga el espacio que históricamente se le había negado.

Sin embargo, en algunas áreas logro identificar, cómo a pesar de propagar la emancipación de la mujer, se sigue manteniendo una especie de ascetismo sobre nuestros cuerpos, un excesivo moralismo sobre la sexualidad femenina hasta llegar casi a santificar nuestra vulva.

Fotografía: periodismodigitaldmp.blogspot.com

Se habla de la necesidad de independencia económica, de la libertad para elegir pero se omite que la forma, el cómo disfruto, uso y decido sobre mi placer, con quien comparto la cama, como disfruto del sexo o la decisión de hacer uso del mismo como medio de producción, es también una libertad individual y digna de ser reivindicada.

El poder de otro sobre mí, lo otorgo o lo inhibo yo, y no estoy dispuesta a dar mi sexo como dote u ofrenda para consagrar. Disfruto, gimo y gozo cuando me place y si decido lo convierto en mi trabajo y lo asumo como tal, la decisión debe ser únicamente mía.

Un vaso insigne de devoción,- ¡jamás!-, pues no necesitamos ser llenadas con la sabiduría celestial ni el cuidado riguroso y paternalista, escogemos un clavel arrebatado y llevado, en puño izquierdo, con orgullo alzando la voz antes de la rosa mística digna de admiración.

Me construyo y propongo  ser soberanas de nuestras  mentes, piernas, brazos, útero, vagina, pies y manos, convertirnos en generadoras de pensamiento.

Invito a un proceso de reinvención, de creación y producción a nivel personal, espiritual; que logre con el paso del tiempo trascender al plano social y político, pero inicia acá adentro, desde nuestra decisión de vernos, sentirnos y sabernos hermanas, compañeras que respetan las decisiones de la que tenemos al lado.

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