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Créditos: Salomón Estrada
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por: Lucrecia Molina Theissen

La guerra psicológica

Un elemento fundamental de la guerra de baja intensidad en sus distintas facetas fue la guerra psicológica. Esta corrió pareja con los actos represivos gubernamentales que, en ciertos momentos y zonas geográficas del país –como la capital-, adquirió un carácter selectivo mediante la utilización de métodos terroristas, como las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones forzadas de dirigentes y activistas destacados/as[i].

La guerra psicológica respondió a la urgencia de ganar a la población civil por medio de las llamadas operaciones psicológicas, ya fuera por terror o por la disposición a legitimar los actos represivos del poder, respecto de los cuales, estaban destinadas a imponer la versión de los victimarios. Otros de sus objetivos fueron la inducción de culpa sobre las propias víctimas y sus familias o comunidades, la inducción al silencio, la inducción a considerar a los opositores/as como inadaptados/as sociales. De esta forma, se imponía una lógica de “guerra preventiva”, dirigida a extirpar del cuerpo social a los posibles enemigos internos, que también estaba destinada a atemorizar a potenciales opositores/as debido a que estos hechos se instalaban en la conciencia social como una advertencia de lo que le sucedía a quienes se atrevían a romper con los mandatos de obediencia y sumisión al poder.

Fotografía: Salomón Estrada

Las operaciones de guerra psicológica incluyeron campañas de desinformación y de propaganda negra[ii], para lo que contaron con la complicidad de los medios masivos. Como parte de la manipulación de la población, los aparatos represivos estatales en Guatemala también recurrieron a la difusión de listas de personas amenazadas de muerte, el abandono de cadáveres en sitios públicos, irreconocibles por las mutilaciones, o en cementerios clandestinos.

Por medio de la combinación de métodos brutales con las sutilezas de la desinformación, en la conciencia social se fue perfilando al opositor/a como un ser ajeno/a, extraño/a, loco/a, “extranjero/a”, contra quien el ejército “salvador” podía recurrir a las más despiadadas formas de represión. Estas, que presuponen la negación de su condición humana, partían de borrarle del imaginario como ser humano y como ciudadano/a con derechos.

De esta forma se concreta uno de los objetivos de la GBI, el de deslegitimar a la oposición hasta convertirla en ineficaz, engarzando en esta nueva concepción de la guerra la práctica de la desaparición forzada.

[i] Esta es una diferencia respecto de la represión masiva característica de la doctrina de seguridad nacional que no hacía distinciones a la hora de elegir a las víctimas. Es evidente que en nuestro país se recurrió a la combinación de ambas concepciones a la hora de planear y ejecutar las acciones terroristas represivas.

[ii] La propaganda negra distorsionó el mensaje de la oposición política y criminalizó a sus portadores/as.

Fuente: blog cartas a Marco Antonio

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