Créditos: Asociación MINGA
Tiempo de lectura: 8 minutos

Texto: Pablo Rangel

Fotografía: Asociación MINGA

Don Maclovio Picax era un apasionado de la política. Vivía en una pequeña aldea a 30 minutos del casco urbano del municipio al cual pertenecía. Desde que era un niño siempre había apoyado a todos los partidos políticos que llegaban a su pueblo. Cuando era joven se encargaba de acarrear a las personas para ir al centro de votación.

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Pasó el tiempo y vio pasar los diferentes gobiernos hasta que a partir de 1986 hubo de nuevo elecciones de Alcalde. Soñaba con llegar al puesto. A pesar de sus sueños de poder se encontraba con que las últimas dos oportunidades en las que pudo haber sido candidato y según sus cálculos, ganar abrumadoramente las elecciones, siempre aparecía alguien que se le adelantaba o que ya había recibido el beneplácito del partido ganador de los comicios generales. Frente a esta problemática Maclovio junto a otro grupo de entusiastas, sus amigos del equipo de fútbol del pueblo y varios bolitos que les gustaba hablar de política, decidieron armar su comité cívico. No obstante, no veían que el grupo levantara. Hacían sus números y parecía que iban a quedar en el último lugar. Triste después de ver las encuestas que había hecho un joven estudiante de computación del pueblo, iba de regreso a su casa cuando vio a sus amigos tomando en una cantina de la aldea.

– ¡Maclovio!, ¡vení!

– ¿Qué tal muchá?

– ¡Que vengás pisado!

–No hombre muchá, tengo que ir a mi casa.

–No seás morro cerote, ¡vení!

–Va, solo una y me voy a la droga.

– ¿Una qué? Yo solo te estaba llamando por chingar, vos ya creías que te íbamos a invitar jajaja.

–Mejor me voy.

–No hombre, no seás mula, vení tomate un octavo…

Después de cinco horas Maclovio ya había tomado una botella entera de aguardiente y estaba dormido sobre la mesa. A eso de las diez de la noche abrió un ojo, después el otro y se puso de pie. Empezó a caminar hacia su casa casi cayéndose. Iba en el baile del mareo cuando de repente se deslizó en una zanja y cayó dentro de un terreno sobre las raíces de un árbol grande. Perdió la noción del tiempo, sentía que había estado unos minutos en el lugar, pero lo cierto es que había estado casi cinco horas dormido. Cuando abrió los ojos eran las tres de la mañana. Sintió que se acercaban tres personas. Eran dos mujeres en traje de baño, con unos logos que parecían de un partido político pero no eran de ninguno conocido. A lado de ellas estaba un hombre con un sombrero, lentes oscuros, una vara edil y una banda presidencial de Guatemala. Le habló lacónicamente:

–¡Maclovio! Eres un hombre de trabajo, te he visto desde hace mucho y ahora veo que has avanzado en el camino de la política. Te quiero decir que puedes recibir mi apoyo.

– ¿Quién es usted disculpe?

–Yo soy el mejor operador político de todos los tiempos, soy… ¡el Diablo!

–Jajajaja, ¡usted está loco mi hermano! ¿Cómo va a ser el diablo?

–Ah, no me creés… Pedime lo que querrás y te lo doy.

–Aaaahhh…., va pues, quiero ir primero en las encuestas para las elecciones y que el día de las votaciones toda la gente vote por mí, quiero ganar con un 90 por ciento de los votos.

– ¡Muy bien!, no es nada difícil, te lo puedo conceder.

–Jajajaja, comé mierda vos pisado, ustedes deben ser los cuates el Esvin que me andan chingando.

Maclovio empezó a sentir un calor lacerante, sentía que estaba frente a una fogata y el olor azufrado era tan fuerte que lo hizo toser un par de veces. Pensó en ese momento cuando todavía estaba alcoholizado y estaba teniendo alguna alucinación. Cuando de pronto el hombre tomó la palabra de nuevo

–Pero, Maclovio, te quiero decir que la gente realmente no te quiere para alcalde. No hablás bien, no te presentás bien y los otros candidatos además de tener más dinero tienen algo que a vos te falta: mucho… carisma.

–¡Mentira! ¡Yo hablo mejor que don Asdrúbal y mucho mejor que la doña Chochis!

–No maestro, don Asdrúbal, a pesar de ser viejo y no tener dientes, ha sido un buen hombre toda su vida, siempre ha ayudado a los niños regalando útiles escolares y doña Chochis es una buena maestra.

–¡No es cierto! Son corruptos, ¿de dónde salió la casa del don Asdrúbal pues? Y la doña Chochis, ¿cómo es que tiene ese puesto? ¡Todos son corruptos! Por eso si vos sos el diablo lo único que te pediría es que jodás a esa gente porque me han jodido toda la vida, porque ahora encima quieren ser autoridad.

–¿Ya viste? Sos una desgracia de persona, no te alegrás del bien ajeno, solo criticás y odiás en vez de unirte para estar tan bien como ellos.

Maclovio veía de reojo a las dos señoritas y tenían unas colas largas rojas terminadas en algo parecido a una flecha. Después vio al hombre que le hablaba y le empezaban a salir unos cachos gigantes por debajo del sombrero, ahora, en vez de vara edil lo que tenía en la mano era un tridente al rojo vivo. La voz cambió y habló con un tono grave y potente

– ¿Querés ganar?, ¿sí o no?

–Pues sí, pero se tiene que fregar a esa gente, si no, no gano.

–Te puedo hacer ganar, vamos a movilizar a toda la gente de todas las aldeas y a los del casco urbano también, te voy a poner buses, picops, motos, tuk-tuks y patojos con triciclos. Vamos a regalar comida, láminas, molinos de nixtamal, televisiones, botas vaqueras, azadones, fertilizante, guaro. Vamos a matar cinco coches y vamos a regalar carnitas, y vos solo te vas a tener que tomar una foto que te vamos a arreglar con Photoshop porque sos bien feo y no le gustás a nadie.

–Y encima me insultan, espere a que llegue de alcalde y van a ver quién es la autoridad.

– ¡Eso es lo único que te voy a pedir a cambio! Que cuando llegués a alcalde construyás un templo, aquí están los planos, para toda la gente que quiera llegar a adorarme. Mirá, en Colombia ya hicieron uno, aquí están las fotos, yo necesito que me hagás uno así. Si no lo haces, te prometo que te vas a ir shuco.

–No les creo. Si gano voy a ganar porque soy bien cabrón.

–Hoy mismo vas a ver resultados y en una semana que son las elecciones vas a ganar, pero tenés que cumplir, sino vas a pagarla muy caro.

–Jajaja, bueno, a ver qué tal.

El hombre que se había tornado en un ser de más o menos dos metros de estatura y las dos mujeres que habían transformado sus caras en unas figuras demoníacas prendieron en llamas y se desvanecieron en la oscuridad. Maclovio se trató de parar pero quedó dormido otra vez hasta las seis de la mañana, se paró como pudo y empezó a caminar sufriendo los embates de una monumental cruda. Finalmente llegó a su casa y le pidió a su mamá que hiciera un caldo de quilete con huevos. Se sentó a la mesa cuando de pronto llegó uno de sus amigos de campaña. Sorprendido le dijo:

–Te tengo buenas noticias.

– ¿Qué pasó?

–Hoy a las siete de la mañana se reunieron todos los representantes de las aldeas y, ¿a que no adivinás qué?

– ¿Qué?

–Decidieron apoyarte para las elecciones, dicen que don Asdrúbal no ha dicho de dónde sacó todo el dinero para esa gran casa que se construyó y que doña Chochis no pudo justificar que le hayan dado el puesto de maestra en la escuela, entonces, solo quedás vos y que te van a apoyar todos.

– ¡Puchis! ¡Al fin se dieron cuenta! Es que la gente es tonta, no ven que yo soy un gran orador y además esos dos siempre me han bloqueado para llegar a la Alcaldía (de pronto quedó en silencio, recordó las palabras del diablo)…

–No hombre, eso fue un sueño de bolo.

– ¿Qué cosa, Maclovio?

–Eh, nada, solo estaba pensando en voz alta.

A cinco días de las elecciones, el joven de las computadoras decidió publicar otra encuesta rápida. La sorpresa de todos fue que Maclovio y su comité cívico “El Gorrión” habían avanzado y tenían posibilidades de arrasar con el 90 por ciento del padrón electoral. Un ascenso vertiginoso, mucha gente decía: “este macho está siendo empujado por alguna fuerza sobrenatural”. Dos días antes de las elecciones, aparecieron 20 vallas publicitarias gigantes una en cada aldea y 10 en el casco municipal. Había lugares donde estaba una detrás de la otra, con la cara de Maclovio evidentemente arreglada, con un sombrero y abajo un eslogan: “Yo voto por el Gorrión, porque Maclovio es el más cabrón”. Toda la gente decía, “este tipo tiene un rostro bello, hasta parece artista”. Un día antes de las elecciones, se vieron pasar 50 buses, varios tuk-tuks y picops cargados con gente. De un tráiler de doble remolque salían láminas, molinos, azadones, botas, ropa, comida, una gran disco con luces inteligentes, una coreografía de señoritas vestidas de diablas y unos hombres fornidos con las caras rojas y una música hipnótica, todo el pueblo estaba bailando. A la par de la música, cinco cazuelas gigantes llenas de aceite hirviendo con carnitas, chicharrones, tortillas, guacamol, rábano picado y 20 mil cervezas y aguas en lata para los patojos. Hubo sorteos de televisiones, motos, laptops, I pads y teléfonos con planes de Internet ilimitado por un año.

Finalmente llegó el día de las elecciones. La gente hizo unas colas gigantescas para votar. A las nueve de la noche, después de haber contabilizado las 30 mesas, resultaba que El Gorrión había obtenido el 99 por ciento de los votos, los otros partidos a duras penas habían llegado a tener el 1 por ciento. Hubo mesas donde toda la gente votó por El Gorrión y los únicos que votaron por los otros partidos fueron los candidatos y algunos de sus familiares. El triunfo de Maclovio fue abrumador. Empezaron a llegar las entrevistas y Maclovio solo atinaba a decir “¡Gané! ¡Porque el Gorrión y Maclovio, soy el más cabrón!”.

La gente opinaba que estaba nervioso y por eso era que no decía mucho, así que esperaron hasta el día de la toma de posesión. A la toma de posesión llegó completamente borracho, apenas si pudo decir “Gracias”. Cuando se fueron de regreso al salón de reuniones dijo que lo primero que iban a hacer era embargarle la casa a don Asdrúbal y además, meterlo preso por construir sin licencia. Además, que iba a cerrar la escuela y a pedir que dejaran sin plaza a doña Chochis. Así lo hicieron.

Al tercer día de su mandato, había estado completamente borracho sobre una mesa con un montón de billetes encima, le volvió a aparecer el hombre que decía ser el Diablo y las dos mujeres.

–Bueno mi estimado Maclovio, Alcalde plenipotenciario de esta municipalidad, mago de la política y fogoso orador…jajaja… ¿Te la creíste verdad?

–Vos, ¿otra vez? Yo gané porque la gente se dio cuenta de que soy el mejor y porque desenmascaré a esos dos corruptos de la Chochis y el Asdrúbal.

–Jajajaja, sí serás caballo… bueno, no importa lo que creás. Estoy aquí porque hay una promesa que tenés que cumplir. Ya tenemos visto un terreno en el Registro de la Propiedad. Está libre y además, aquí están los planos, movilizá a los muchachos porque ya tenemos hasta el material, así que a construir mi templo, pero ¡vivo!

Maclovio tomó el teléfono y llamó a la secretaría

–Aló, Cochito (Cochito le decían de cariño a su secretario), mándame a los policías de la muni y venite vos que aquí hay un loco y dos señoritas que me están extorsionando, son mareros.

–Ahora vamos jefe.

Entró Cochito junto con diez hombres más, todos con las caras rojas, eran los muchachos del baile en el pueblo. Maclovio les dijo “muchá saquen a este maje y a estas dos doñitas, denle de regalo una lámina a cada uno y si se ponen brincones hagan lo que quieran con las chicas y a este viejo mátenlo a pijazos”. El demonio sonrió y dijo:

–Cochito, vos serás el próximo alcalde. Ya saben qué hacer con este inútil. Cochito y los otros hombres desenfundaron unos fusiles, los cargaron y apuntaron a Maclovio.

– ¿Qué pasó muchá? Yo soy el alcalde, no jodan. Cochito, no me traicionés mano.

Cargaron sus fusiles y descargaron cada uno 50 tiros sobre Maclovio. Se escucharon las ráfagas y Maclovio solo sentía que rebotaba, gritaba ¡no! ¡no! De pronto saltó del susto y vio que estaba tirado sobre las raíces de un gran árbol de Jacarandas. Volteó a ver y se escuchaban los disparos… Era un agricultor que había encendido una bomba  para sacar agua de un pozo, se oían las explosiones como disparos de fusil. Maclovio vio a todos lados, corrió a su casa. Lo esperaba Cochito y otro de sus amigos del comité cívico. Al entrar le dijeron “mano, vamos bien jodidos en las encuestas, si querés mejor no participemos”. Maclovio con una cruda de miedo dijo: “simón, no hay clavo, en otra ocasión será”.

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