Créditos: Esbin García
Tiempo de lectura: 4 minutos

Texto: Carlos Gerardo González Orellana

Fotografías: Prensa Libre

Ante la pregunta por el colonialismo, la colonialidad y la decolonialidad, la respuesta natural de las personas que ostentan una cuota de poder o autoridad en el mundo moderno/colonial es el miedo. Esta es la primera tesis que expone Nelson Maldonado-Torres en un breve texto en el que realiza un esbozo de las Diez tesis sobre colonialidad y decolonicalidad. Este miedo y esta ansiedad se traducen en diferentes formas de evasión, microagresión e invisibilización. Cualquier persona que introduce el tema sobre el colonialismo, la colonialidad y la decolonialidad enfrenta una actitud moderna/colonial de indiferencia, ofuscación, evasión y agresión típicamente con la forma de un razonamiento neutral, postracial y fundamentado en valores liberales bien intencionados. (Maldonado-Torres, pág. 8). Es decir, las agresiones en contra del pensamiento decolonial surgen por lo general de un lugar de enunciación coherente con el ideario liberal, y conforme con la superación de la utilización del discurso racista como un “parámetro para indicar que existen especies humanas más aptas que otras” (Urízar, p. 117). Surge de la retórica del racismo superada pero no superada en otros términos culturales ni políticos ni prácticos.

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No es necesario realizar esta profundización teórica para tratar de entender el escozor que generó en las élites empresariales la propuesta por reconocer un sistema jurídico ancestral que funciona no solo con más antigüedad que el sistema jurídico oficial, sino que lo hace de una manera más eficiente. Sin embargo, la lógica empresarial estriba en el temor de que el sistema jurídico no coincida con los objetivos de las lógicas económicas actuales. Ni siquiera se trata de un rechazo fundamentado, pues no es que se hayan tomado el trabajo de conocer su funcionamiento.

Es posible entender también la reticencia del Congreso para aceptar las reformas constitucionales. Como ya en varias investigaciones se ha demostrado, el Estado de Guatemala se funda sobre una base de poder, de conocimiento y de ser colonial. De ahí que durante los dos siglos que tiene, esté aún suscrito a lógicas coloniales en las que la normalidad se define por una línea dialéctica que la separa de lo “anormal”. Lo legal se define por una línea invisible que lo separa de lo “ilegal”, el conocimiento válido se define por una línea que lo separa del inválido, acusado como mito, superstición, creencia… y así.

Esta línea fue definida en un principio de forma geográfica, como lo describe Boaventura de Sousa (Para decolonizar occidente), y le otorga el título de “línea abismal”; y pensamiento abismal a las formas de pensar definidas por esta diferenciación básica. De Sousa también señala la precedencia que el ámbito de lo jurídico tiene sobre el ámbito científico en la creación del pensamiento abismal. La línea que en su momento separó el Viejo Mundo del Nuevo Mundo fue la que requirió la emergencia del surgimiento de un derecho específico en un marco legal concreto. De ahí también la emergencia del problema filosófico que enfrentó la temprana modernidad europea al conocer al otro.

Para la desilusión de Donald Trump, hoy estas líneas ya no están definidas en términos geográficos. Por desgracia, su lógica está inscrita en los discursos cotidianos normalizados de las zonas que sufrieron de periodos coloniales. Su presencia se evidencia, por ejemplo, cada vez que condenamos sistemas jurídicos establecidos que difieren sistema jurídico convencional y normalizado. Sistema que por cierto, fue creado por el Estado de Guatemala, impuesto sobre sistemas jurídicos existentes, definidos a través de una línea abismal que los separaba y los deslegitimaba como “espacios sin ley”. El establecimiento del pensamiento abismal es colonial. El sistema jurídico impuesto durante la Colonia y luego el definido en la primera Constitución Política fue creado bajo esta lógica: no solo ignoraba e invisibilizaba las otras formas y marcos jurídicos existentes, sino que había sido creada en función de la explotación de recursos y personas, basada en la creación de subjetividades colonizadas que debían “adaptarse” a una nueva normalidad, civilizada, blanca, etcétera. Una subjetividad normalizada, impuesta en un primer momento por la fuerza y luego, a través del sistema jurídico.

Sucede el fenómeno al que Maldonado-Torres llama la necesidad de “matar al negro dentro de él”, escrito en el mismo texto: este proyecto incluye algunas ideas centrales en el conocimiento, los buenos modales, la formación de Estado y la educación. “La autenticidad es suprimida y el yo siempre está tratando de convertirse en alguien más. El negro siempre está tratando de matar el ‘negro’ dentro de él. Matar al ‘negro’ dentro de él es la precondición para la salvación del mundo moderno” (Maldonado-Torres, p. 11).

Así que ante las propuestas legítimamente decoloniales, como la del reconocimiento de un sistema jurídico existente en la Constitución Política (es decir, el reconocimiento que hay varios grupos diferentes de personas que constituyen políticamente a la nación) genera miedo. El miedo sobre todo ante el fin de un mundo y de un orden social definido por la matriz modernidad/colonialidad. Esta respuesta no es solo natural para las personas que pertenecen a la norma humana heteronormativa, sino también la respuesta de aquellas personas que creen haber sido adoptadas por esta norma.

No se trataba de que hubiera un camino correcto a seguir respecto a las discusiones en el Congreso por el reconocimiento al derecho maya. Había un único camino para comenzar a construir una idea de nación que no basara sus ideales en la diferenciación racista de lo ladino-normalizado y lo indígena-incivilizado, discriminado y deshumanizado. De alguna forma, estoy seguro que es eso lo que nos ha llevado a fracasar como Estado, como sociedad y como nación. Las autoridades ancestrales mayas abandonaron las mesas de discusión y declararon que el sistema seguirá funcionando, aunque no tenga el reconocimiento institucional. Es demasiado triste pensar que como Estado estemos aún en un nivel de retraso tan catastrófico como para negar al otro, aun teniéndolo delante, aun beneficiándonos de todos los aportes –no solo económicos, sino en cuanto a organización social y diversidad de conocimientos y saberes– aporta el sistema jurídico maya.

Bibliografía

De Sousa, Boaventura. Para descolonizar occidente. Más allá del pensamiento abismal. Buenos Aires: CLACSO, Prometeo libros, 2010.

Maldonado-Torres, Nelson. «Outline of Then Theses on Coloniality and Decoloniality.» 23 de octubre de 2016. Fondation Frantz Fanon. 28 de octubre de 2016. <www.frantzfanonfoundation-fondationfrantzfanon.com>.

Mignolo, Walter. «La opción decolonial: desprendimiento y apertura. Un manifiesto y un caso.» Tabula Rasa. Revista de humanidades. 8 (2008): 243 – 281.

Urízar, Marlon. «El racismo conteomporáneo.» Cultura de Guatemala (2012): 117-170.

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