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Tripiño en la Plaza

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Créditos: Pablo Rangel
Tiempo de lectura: 7 minutos

Texto e ilustraciones: Pablo Rangel

Agusto Tripiño o Agustiño, como le llamaban en el barrio,  era uno de los últimos y más poderosos hierofantes de la hermandad de Adivinación y Sortilegio Centroamericana y del Caribe.  Su registro en tal oscura y libertina secta constaba en los libros mágicos y esotéricos de dicha institución futurista.   Su acta de pertenencia había sido lacrada con sangre de macho cabrío y sellada en presencia de milenarias brujas y adivinos perseguidos  por siglos de Inquisición Católica. Esta secta había sobrevivido incluso a las huestes conservadoras e intransigentes del generalísimo Franco durante la segunda mitad del siglo XX. Años después no sobrevirían a lo que estaba por venir. Según Agustiño, los maestros fundadores habían pagado con su sangre la osadía de existir y conocer el futuro.

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La hermandad fue víctima de un ataque en  los tribulados años 60, cuando una tenebrosa secta oscurantista, que actuaba en el bajo astral, había decidido reducir a ceniza todo documento que pudiera guiar a los ignorantes seres humanos para llegar al sendero de la iluminación.  Como era de esperarse, entre los libros presos del fuego eterno iba la historia mágica de Agusto Tripiño, por lo que su pertenencia al grupo selecto de hechiceros y brujas se sustentaba solamente  en la buena fé de sus hipnotizados seguidores.

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Desde hace dos décadas en una pequeña casa en la colonia Bethania, en la zona 7 de la ciudad Capital de Guatemala, Tripiño reunía a todos los que querían conocer el futuro.

–Pero la luminosa y fulgurante Logia Blanca– Decía, subiendo la voz para que se escuchara en toda la cuadra   — No iba a dejar que las cosas quedaran completamente sepultadas.  Todo ese conocimiento se lo dieron a alguien y ¿qué creen? Pues sí, me lo dieron a mí.–   Repetía Agusto Tripiño haciendo una lujuriosa mueca, como persignándose el pene,  lo hacía tres veces seguidas y a la cuarta se quedaba con el dedo índice extendido señalando hacia abajo mientras ponía los ojos en blanco, como poseído.

Cuando volvía en sí, después de un breve éxtasis de cinco segundos contaba la misma historia que repetía indefectiblemente cada semana.

–Hubo una gran reunión de toda la hermandad espiritual en la que revisaron uno a uno los hechos de todas mis existencias, que ya llevo como 95 y de las que me recuerdo perfectamente. Revisaron en profundidad los grandes archivos Akáshicos. Ahí, es donde se registra todo lo bueno y malo que uno ha hecho en su vida, pero cuando vieron mi caso dijeron,”este es  un ser de luz, evolucionado”–

-¿Agustiño? Pero, si usted tiene todo ese conocimiento, ¿por qué no nos lo da de un solo? Escriba un libro, porque de repente usted se muere y nos quedamos en blanco.

–Mirá, Rodemiro, por el color de tu aura puedo decir que eres un humano de alma muy joven e inexperto, no comprendes que este conocimiento se da poco a poco, además, por eso es que el universo te mandó en tus condiciones, para que sufras y aprendas.

Pero Agustiño había tenido una mala racha.  A pesar de haber dicho que podía ver el futuro, desde 1982, cuando dijo en el mes de enero “Veo a tres de los que solo quedará uno, el que es respaldado por el Verbo, que nos gobernará con Biblia y fusil” que no había logrado dar con ningún futuro.

Trató y trató, incluso la gente le perdió fe.  Nadie creía ya en Agustiño, hasta que curiosamente, a partir de 2014, empezó a acertar de forma sorprendente.  La clave era un ritual que ponía en práctica con una capa de poderes mágicos, se echaba la capa encima y después de unos minutos regresaba con noticia.

Los resultados eran impresionantes.  Una mujer llegó con Agustiño y pregunto por su hijo.  Ella pensaba que lo habían secuestrado, pero no había ido siquiera a poner un parte policial pues temía que se iban a comunicar con ella y le iban a decir que no fuera a la policía.  El hijo de la mujer había salido en motocicleta de Amatitlán por la mañana y no había regresado en la tarde, nadie le daba razón de nada.

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Agustiño dijo

–Por favor, póngase en concentración, tome con toda su fuerza esta piedra de cuarzo citrino, esto la va a mantener conectada con un plano de información que es invisible.

-¡Dios mío!

–Ahora, entro en trance…

Se ocultó en la capa por unos minutos, nadie podía molestarlo pues se rompería el trance.  La mujer asustada apretaba la piedra hasta casi deshacerla.

Agustiño regresó del viaje por el futuro.

–Su hijo se llama Byron Cuyuch?

  • ¡Sí! ¡cómo está!

–Puedo ver que se encuentra un poco golpeado y quizá inconsciente, me vienen imágenes de él sufriendo en una carretera.

-¿Tuvo un accidente?

–No sé, está todo nebuloso, pero parece que sí, ahora necesito decirle donde lo puede encontrar

-Dios mío! Qué hago? Necesita algo? Dinero??

–Eh! Este conocimiento no se compra con dinero señora, usted si quiere colaborar con unos centavos hágalo, pero no crea que mis dones se compran o venden.

-Perdón! Pero qué puedo hacer.

–Una colaboración, lo que nazca de su corazón y depende cuánto valore a su hijo.

-Lo que puedo darle son mil quetzales.

–Está bien, es poco para tanto, pero está bien, déjelos en esta bolsa…ahora entro en trance de nuevo.

Agustiño volvía a poner los ojos en blanco y hacía la mueca del persignamiento peneano. La mujer lo veía con emoción pero en el fondo le parecía ridículo.

–Bueno, su hijo está en un hospital cerca de un lugar donde hay muchos animales

-¿en la zona 1 por el Congreso?

–No señora, animales inocentes, salvajes..un zoológico.

-La Aurora?

–Por ahí me parece.

-Está en el IGSS de la zona 9!!!!

–Parece que sí.

-Está vivo???

–Se debate entre la vida y la muerte.

-¿Lo puede salvar?

–Ya sabe usted lo de la colaboración

-sí, sí, tengo 500 más se los dejo aquí

–Ahora mismo estoy mandando una señal magnética para que su cuerpo se alinee  y para que todo dolor o trauma deje su humanidad…puedo decirle que Byron se salvará

-Gracias a Dios!!!!

Este fue solo uno de los varios casos exitosos que resolvió Agustiño.

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Entre el grupo que visitaba a Agustiño un joven sancarlista le insistía para que lo acompañara a unas marchas que se estaban realizando en el parque central.  El joven estaba interesado en saber si el presidente de Guatemala iba a renunciar y en saber cuál sería el futuro político del país.  Agustiño insistía en no ir, no quería, se sentía agobiado, hasta que un día el joven le prometió hacerle un pago significativo para que fuera.  Finalmente fue.

Llegó al parque central el día 13 de julio.  Había muchísima gente, los gritos, consignas, vuvuzelas eran ensordecedores.  El joven sancarlista tomó a Agustiño del brazo y lo introdujo entre la gran masa humana.  El adivino desentonaba con el entorno pues iba con una capa y un sombrero negros, además su baja estatura lo hacía parecer un niño disfrazado.  Finalmente llegaron al lugar donde estaban los compañeros esperando.  Entre ellos, un joven alto barbudo, con unos lentes oscuros, Agustiño dijo lacónicamente a su acompañante “cuidado, cuidado, que he detectado un mago negro”.

Los jóvenes veían  de reojo al adivino, hasta que el que lo había llevado le dijo.

-Bueno Agustiño, no nos vaya a quedar mal, que lo trajimos acá para que nos diga el futuro.

–No te preocupes, yo tengo bien claro que nunca decepcionareis a quien creyereis y que bien pagareis.

-¿¿Ah?? ¡¡no le oí ni mierda!!, mejor vamos más cerca del Portal. -caminaron juntos hasta el Portal- bueno, aquí sí se oye.  Agustiño, lo que quiero que me diga es lo siguiente ¿Va a renunciar hoy Otto Pérez Molina? O ¿Para cuándo cree que renunciará? Y otra cosa, ¿Ve posibilidades de que pasen las Reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos?

Agustiño veía con los ojos abiertos como platos al joven, no entendía nada de lo que le estaba diciendo.  Hasta que tuvo una idea.

–Mire, yo sé que quiere saber el futuro y creo que se va a abrir una puerta interdimensional, pero necesito que me escriba en un papelito las preguntas y algo más.  Necesito que me anote los nombres de los que más hablan de estas cosas en Guatemala.

-Ahí si me la puso pisada. Pero espéreme voy a ir con los cuates a averiguar. -10 minutos después-  Ahora sí, aquí están anotadas las preguntas con letra de arquitecto, mayúsculas y grandotas y aparte, aquí está un listado de nombres de personajes.

–Me parece, pero ¿esto que está aquí qué es, nombre o password?

-Ahí dice Chicola, es de Phillip Chicola.

–Y qué es ¿marca de algún aparato?

-No hombre es un periodista que habla en Canal Antigua y siempre anda ahí comentando cosas.

–Excelente.

Agustiño se dispuso a hacer el ritual de la adivinación, pero por las dimensiones de las preguntas también hizo un ritual de clarificación.  La adivinación iba acompañada del ritual peneano, pero la clarificación combinaba el ritual peneano y además, se puyaba el ano con el dedo medio de la mano izquierda.  Casi siempre que hacía este ritual ponía los ojos en blanco y caía extasiado.  Aunque ahora se contuvo, lo hizo y después, se cubrió con la capa de poderes adivinatorios.  Agustiño se hizo un pequeño bulto cubierto con la capa.  Pasaron veinte minutos y nada.  De lejos se veía a varios policías sentados en unos aparatos bloqueadores de señal que usaron durante todos los días de protesta.  Los jóvenes temían que al ver a Agustiño en esas condiciones encontraran algo sospechoso y llegaran a reprimirlos.

Después de media hora, por fin se levantó Agustiño.  La cara sudando, la camisa empapada en sudor. No podía doblar las piernas pues se le habían dormido de estar tanto tiempo agachado.

-Y entonces ¿qué respuestas trae?

–Ninguna, la situación está nebulosa, temo que los maestros de la logia blanca no nos darán la información.

Volvió a ocultarse bajo la capa.  Otra vez media hora, regresó y nada.  Los jóvenes ya empezaban a desconfiar de las capacidades de Agustiño.  La tercera vez, se volvió a cubrir con la capa y se agachó.  De pronto, se escuchaban explosiones a lo lejos en el parque.  Un hombre, con apariencia de policía de particular asomó de repente del lado derecho de los estudiantes y lanzó una bomba triangular gigante justo donde Agustiño se encontraba en trance.  El petardo explotó con una potencia que bien podría mutilar un pie.  El bulto que era Agustiño saltó, pero no se descubrió.  De pronto un estudiante dijo, “yo voy a ver qué putas con este pisado”. Levantó la capa y develó al adivino. La escena era entre patética y cómica.  Agustiño armaba y desarmaba un teléfono celular. La puerta interdimensional no se abrió.  De hecho, Agustiño entraba a este mundo de conocimientos ilimitados a través de Twitter, pero, como no había señal, no logró contactar a los maestros ascendidos.

Después de escuchar esta explicación los jóvenes se alinearon en coro, y por espacio de diez minutos continuos gritaron señalando a Agustiño “hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta…”

 

 

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