Por José Manuel Chacón.
“En teoría, el automóvil sirve para economizar tiempo, pero en la práctica lo devora. Buena parte del tiempo de trabajo se destina al pago del transporte, que por lo demás resulta cada vez más tragón de tiempo a causa de los embotellamientos del tránsito en las babilonias modernas.”
(Fragmento de “¿Queremos ser como ellos? de Eduardo Galeano)
Con respecto a la problemática del congestionamiento vial en nuestra ciudad, se deben tomar en cuenta varios factores, uno de ellos es el incremento acelerado de la población. De acuerdo con el Centro de Estudios Urbanos y Regionales –CEUR- de la Universidad de San Carlos, la población que vive en el departamento de Guatemala, aproximadamente llega a 3.7 millones de habitantes, a esta cifra se le debe sumar la cantidad de personas que ingresan, atraídos por las oportunidades de trabajo que genera la concentración de actividades industriales y comerciales.
Otro dato más específico es el que indica que los guatemaltecos pierden 7 horas diarias por el congestionamiento vial (datos de la Policía Municipal de Tránsito –PMT-), lo que significa un alto costo económico, especialmente para el trabajador de ingresos medios, a esto se le debe de agregar otro impacto mucho más grave, al de la salud provocado por los largos períodos de exposición o de respirar humo negro.
El parque vehicular (información PMT) se estima en más de un millón trecientos mil vehículos diarios, cuando la capacidad de locomoción en la ciudad es de 350 mil vehículos.
Esta problemática conlleva la agudización de la conflictividad y violencia en la ciudad: extorsiones, asesinatos de pilotos de buses, la “pelea” del pasaje, la falta de educación vial, tránsito lento y desordenado, altos costos en el servicio, abuso para los usuarios, otros.
Basta entonces con estos datos para saber que el sistema de transporte urbano en la ciudad colapsó hace ya muchos años y que se requiere empezar a tomar medidas urgentes.
La problemática del transporte urbano y sus atascos no es única de Guatemala, la comparten la mayoría de países de América Latina y de otros continentes. Desde luego esto no significa tomar actitudes conformistas, “mal de muchos consuelo de tontos” decían nuestras abuelas.
La cuestión es que la indiferencia pareciera atropellarnos y no vemos que se busquen las salidas apropiadas e inmediatas que visualicen a mediano o a largo plazo soluciones efectivas, especialmente en tiempos del cambio climático.
Esto nos lleva a revisar nuestra conducta con respecto al automóvil, que además ser un símbolo de estatus económico, objeto representativo de nuestra sociedad de consumo, es el mayor contaminante de nuestra atmósfera, generador de uno de los temibles gases efecto invernadero, que están poniendo en la picota la vida de todos los seres vivos.
Desde hace varios años la Organización Mundial de la Salud –OMS- nos ha mencionado que las partículas en suspensión emitidas por la combustión de los automóviles, son los agentes contaminantes más letales.
También los automóviles son responsables de la contaminación por ruido, que tiene graves efectos nocivos a la salud como: trastornos del sueño, insomnio, cansancio crónico, enfermedades cardiovasculares, trastornos del sistema inmune, ansiedad, depresión, irritabilidad, jaquecas, náuseas, sordera…
¿Hay soluciones para esto? Sí, para empezar se hace necesario democratizar la infraestructura vial, es decir, implementar un buen sistema de servicio de transporte colectivo urbano: seguro y digno, cuyo pasaje sea accesible.
Un bus de transporte urbano, al llevar mínimamente 60 pasajeros, sacaría de circulación a 50 automóviles, reduciría la contaminación, evitaría los atascos en un buen porcentaje y con esto se ganaría tiempo, tiempo valioso para dedicar a la familia, al ocio, recreación, estudio… y sobre todo mejoraría nuestro ambiente.
Desde luego esto es sólo una parte, se requiere también en crear ciclovías y ciclopistas como transporte limpio y saludable.
Otra de las soluciones es implementar el uso del tren urbano de pasajeros y desde luego el de carga.
En esto último el ingreso de vehículos pesados a la ciudad, no sólo es responsable de la pérdida de miles de vidas por accidentes sino contribuye enormemente a la problemática mencionada, esto se evitaría si esta “carga” se transportara por tren a sus diferentes destinos, como sucedía en el pasado. El transporte pesado no debe de entrar al centro de la ciudad.
Es tiempo “justo y necesario” de regular el uso del automóvil dentro de la ciudad, regularlo no significa dejar de usarlo… sólo cuando no exista otra alternativa.
Nueva Guatemala de la Asunción, agosto 2016.