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Créditos: renunciaya-2
Tiempo de lectura: 5 minutos

Por Miguel Ángel Sandoval

Luego de publicar la primera parte de estas reflexiones,  tuve varias visitas en (FB), en verdad con muy poca argumentación y algunos comentarios un poco más desarrollados por correo.  De lo recibido por correo, me parecen interesantes las opiniones de Luis Alberto Padilla y Karina García. Por supuesto, otras son muy valiosas  y les expreso mi agradecimiento.

Un tema central es mi afirmación en cuanto a que la corrupción y la impunidad tienen una derrota estratégica en las jornadas de abril a septiembre. Se puede afirmar que si antes de las movilizaciones la corrupción y la impunidad eran socialmente aceptadas, hoy son socialmente rechazadas. Por ello mi afirmación de que asistimos a una revolución moral.  Solo abrir las páginas de los diarios de mayor circulación o escuchar programas de radio o TV y sobre todo ver los contenidos de las redes sociales, para entender la dimensión del fenómeno apuntado. Y ello es una victoria ciudadana. No hay vuelta de hoja.

Por supuesto que ello no significa que la corrupción se haya terminado o que la impunidad no exista más. Significa que la sociedad no quiere más corrupción y que no tolera más impunidad. La batalla completa hay que ganarla. Y hoy día pasa por la renovación del organismo judicial y el fortalecimiento del ministerio público. Si se quiere derrotar en toda la extensión del término la corrupción y la impunidad galopantes. Es claro que ello no resuelve otros problemas del modelo económico y político que tenemos pero si nos crea mejores condiciones para abordar los cambios que necesitamos.

El segundo aspecto es que las movilizaciones fueron expresión del hartazgo por el nivel de corrupción e impunidad que destapo la CICIG con el caso de la Línea. Con una dosis importante de espontaneismo pero con un rumbo determinado por los dos temas de fondo: la lucha contra la corrupción y la impunidad. En el desarrollo del proceso señalado, hubo ni duda cabe, incidencia de los EEUU, apoyando inicialmente, tratando de frenar a continuación, y de manera clara, tratar de sostener al expresidente en el cargo. Los informes de prensa de esos días y las informaciones que iban y venían dieron cuenta de este aspecto.

De la misma manera, otros sectores de poder quisieron copar la movilización. Al inicio vía las camisas blancas o lo que quedaba de ellas. Es la razón por la cual se insiste hasta la saciedad en que se trataba de un movimiento de capas medias, sin darse cuenta del factor plural de las movilizaciones, tanto en la capital como en los departamentos. De forma más concreta, el CACIF intento, en vano, capitalizar el movimiento y se movió en retirada al llamado social para un paro nacional, como bien recuerda Karina García en sus notas.

Pretender que las movilizaciones que se fueron de las manos y el control de todos los sectores organizados del país, son producto de una conspiración imperialista y de la oligarquía, es ver como se dice, micos aparejados. Como aquella tira cómica de Mafalda, en donde el hermanito al responder la protesta de “mucho calor”, dice, “¿es por el gobierno? Y Mafalda concluye: pobrecito, no sabe repartir las culpas. Por ello coincido con Luis Alberto Padilla cuando rechaza de forma categórica la teoría de la conspiración para intentar explicar el inicio y la supuesta derrota del movimiento que arrancó en abril

El tercer aspecto que me parece oportuno señalar, es que se trata de un argumento tramposo pretender que los resultados electorales se deben a que la gente se equivocó de medio a medio, o que por ello se trata de un movimiento por gusto o derrotado, sin tomar en cuenta un hecho trascendental: el movimiento social y las elecciones solo coincidieron en el tiempo, no en objetivos, propósitos, dinámicas. No es casual que se diga hoy día por todos los medios, que las elecciones no resolvieron la crisis. Y que también se afirme que hay ahora un compás de espera. Nada más. Y de mi parte afirmo que la gente está en sus posiciones y dispuesta a replantear todas las demandas y todas las transformaciones a las que aspira.

Pero si hay un hecho cierto: con los resultados electorales se dio un retopón a la vieja política, a los viejos partidos, de derecha y de izquierda, ni duda cabe. Y queda en el ambiente la idea de que es necesario reinventarse para poder hacer política en la brega por la construcción democrática de nuestro país. Ahora no se acepta más el transfuguismo y otras prácticas vinculadas a los usos y costumbres de la política a la antigüita. Por ello las reformas a la LEPP son trascendentes. La gente votó contra la vieja estructura partidaria y optó por alguien sin pasado político y por ello le dio sus votos, pero no cifró sus expectativas en el próximo gobierno. Esto es algo que se ignora por falta de análisis o de manera deliberada para justificar las teorías de la conspiración y otras afirmaciones sin mayor fundamento.

Por supuesto que existe el tema geoestratégico, pero no con la dimensión que se le quiere adjudicar. Para ir desbrozando el terreno, la Alianza para la Prosperidad tiene un nombre rimbombante pero no es ni de lejos la medida para oponerse a la “invasión chino-rusa”, por ejemplo. A decir verdad, se trata de un plancito cuenta chiles, como dicen los mexicanos. La plata no alcanza ni para montar un plan de desarrollo regional (trifinio) menos para otros propósitos. En otros términos no alcanzaría ni siquiera para intentar retener las olas de migrantes que salen de estos países por la falta de empleo, de desarrollo económico, etc. No es un Plan Marshall, ni nada por el estilo.

A propósito de lo geoestratégico y otros temas que se intenta proponer como “ejemplo” de la teoría de la gran manipulación, es conveniente como en todo, separar la paja del trigo. Quizás el caso de Egipto sea adecuado. Mubarak era un dictador de 30 años, armado, y sostenido por los EEUU con la idea de sostener el equilibrio estratégico de fuerzas militares en la región de cara al conflicto de Israel y el mundo árabe. ¡Menuda diferencia!

Esta diferencia estriba en que se trata de acaso la zona de mayor complejidad del planeta. En este caso esta de fondo el conflicto milenario de Israel y palestina, los intereses concretos de las potencias mundiales, de la UE, y fenómeno no menor, el resurgimiento de las expresiones fundamentalistas en su más alta expresión y modalidad. Y algo que no se puede ignorar: el gas y el petróleo, en disputa. Esto si forma parte de escenarios geoestratégicos. Finalmente, a la caída de Mubarak hubo cambios de orden democrático, que pueden ser insuficientes, pero que en su conjunto implican una nueva situación política en ese país.

En el caso nuestro lo que molestaba, así en esos términos, a los norteamericanos, es que la plata a invertir se iba  ir en corrupción alrededor del 30 o 40%, pero sobre todo, porque sectores del empresariado guatemalteco querían impulsar sus obras, sus proyectos, para su beneficio, con el pisto norteamericano, tratando de verles la cara de babosos. Nada que ver con el plancito de los norteamericanos, que repito, no es la panacea, ni nada para ir a una guerra.

Dar por concluido el proceso social es perder de vista el bosque. Si algo está ocurriendo en el país es una lucha (de momento sin movilizaciones) que no cesa en contra de los temas apuntados. Se pudo apreciar el vigor de esa movilización cuando el asesor del nuevo presidente es cuestionado por plagio, de forma amplia y sin apelación por todos los sectores, salvo un grupo de seguidores miopes. Es lo que ocurre  con el despropósito de la CC, con un bono “revolucionario” que obliga a dar marcha atrás a uno o varios de sus integrantes. De la misma manera, es el rechazo airado de las redes sociales al encuentro entre Álvaro Colom y Jimmy Morales. Se agota la paciencia aún antes de la toma formal del cargo por el nuevo gobierno en enero de 2016. ¿Cuál derrota entonces?

En lo que constituye la mejor demostración que el proceso desatado en abril continúa con las elecciones y sus resultados, es el informe presentado por el comisionado de la Cicig el viernes 13 de noviembre. No se trató solo del derrocamiento de un presidente sino de un proceso de mucha mayor amplitud, que al día de hoy tiene a representantes de los tres poderes del estado en prisión o a punto de ir a prisión. Que tiene un expediente abierto en contra de empresarios del más diverso calado. En síntesis, el proceso de abril continúa, nos guste o no,  y lo que corresponde es vislumbrar los futuros escenarios y las luchas sociales que con seguridad, deben continuar con o sin nuestra participación.

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