Entre los municipios de Casillas y San Rafael Las Flores, en el oriente de Guatemala, la Laguna de Ayarza se convierte cada Semana Santa en uno de los destinos más visitados de Santa Rosa. Un lugar para descansar, disfrutar la gastronomía local y reconectar con la naturaleza.
Por Glenda Álvarez
La Laguna de Ayarza se extiende como un espejo cristalino entre los cerros del norte de Santa Rosa. La calma de sus aguas contrasta con el movimiento que despierta cada Semana Santa, cuando cientos de personas la visitan en busca de descanso y contacto con la naturaleza. De origen volcánico, este cuerpo de agua destaca no solo por su belleza, sino también por el valor cultural y comunitario que representa para las familias que habitan en sus alrededores. Sus aguas profundas, el paisaje montañoso y la calidez de su gente hacen de este lugar un destino ideal para disfrutar, comer bien y desconectarse del ritmo cotidiano.
Con el paso del tiempo, las familias de la zona han construido una economía basada en la pesca, el turismo y el comercio local. Restaurantes familiares, paseos en lancha, criaderos de tilapia y redes de pescadores conforman el tejido comunitario que sostiene a decenas de hogares. En Semana Santa, aumentan las visitas, se llenan los restaurantes, se preparan las redes, y la vida a orillas del lago se entrelaza con las historias de quienes llegan a disfrutarla.

¿Cómo llegar a la Laguna de Ayarza?
Ubicada entre los municipios de Casillas y San Rafael Las Flores, en el departamento de Santa Rosa, la Laguna de Ayarza se encuentra aproximadamente a 85 kilómetros de la ciudad de Guatemala. El recorrido hasta este destino natural toma entre dos y tres horas en vehículo particular, dependiendo del punto de partida y las condiciones del tránsito. La laguna es accesible desde distintas rutas, lo que facilita la llegada de visitantes desde el norte, sur, oriente u occidente del país.
Desde la ciudad de Guatemala o el occidente, se debe tomar la carretera CA-1 con dirección al oriente. Al llegar a Barberena, se toma el desvío hacia Nueva Santa Rosa, luego hacia Casillas, y desde allí, continuar por la carretera que conduce a la aldea Tapalapa. A partir de este punto comienza un tramo de terracería, transitable durante todo el año, que asciende hasta la aldea Ayarza. En el camino se encuentra el mirador de la laguna, un punto panorámico desde donde puede apreciarse su particular forma de ocho. A pocos metros del mirador se encuentra el ingreso principal, ubicado en la finca San Cayetano, donde se cobra una cuota de acceso para vehículos y motocicletas.
Aunque la ruta desde el centro de Casillas hasta la aldea Ayarza sigue siendo de terracería y presenta deterioro, múltiples candidatos a alcalde han prometido su pavimentación como una medida para incentivar el turismo. Sin embargo, el proyecto no se ha concretado hasta la fecha. A pesar de ello, el acceso continúa siendo posible, y cada año llegan decenas de visitantes en vehículos particulares o por transporte público.
Desde el norte del país, la ruta recomendada es a través del departamento de Jalapa, pasando por Mataquescuintla y luego hacia el municipio de San Rafael Las Flores, en Santa Rosa. En la entrada de la aldea Sabana Redonda se encuentra el desvío conocido como “Media Cuesta”, que conduce directamente a otro acceso a la laguna, ubicado en el extremo opuesto. Este ingreso se encuentra dentro de la finca Portezuelo, una propiedad privada al igual que la finca San Cayetano.
Para quienes viajan desde el sur o el oriente, especialmente desde Jutiapa, el acceso más cómodo es por la ruta que atraviesa la aldea Cieneguilla. Este camino cuenta con tramos pavimentados y en buen estado, lo que lo convierte en una opción accesible para llegar a la laguna sin mayores dificultades.

Origen e historia de la laguna
La Laguna de Ayarza es un lago de origen volcánico formado hace miles de años. Los geólogos apuntan a que es, en realidad, el cráter de una antigua caldera: hace aproximadamente 20,000 años, una erupción catastrófica dio origen a esta cuenca natural, que curiosamente tiene una forma de número ocho o tecomate, como le llaman en la región. Con el tiempo, el cráter se llenó de agua de lluvia y mantos subterráneos, creando lo que hoy conocemos. Sus características impresionan a científicos y visitantes por igual, posee una superficie de 14 km² y una profundidad máxima de alrededor de 230 metros, lo que la convierte en una de las lagunas más profundas de Guatemala. A diferencia de otros lagos, no tiene ríos que la alimenten, lo que ha contribuido a la pureza de sus aguas de tonos verde azulados. Esta excepcional claridad le ha valido el nombre de Lago Azul y el título cariñoso de Espejo de Santa Rosa entre los lugareños.
Antes de convertirse en un destino turístico, las tierras que rodean la Laguna de Ayarza formaban parte de la finca San Cayetano, nombre que aún conserva. Esta propiedad perteneció durante décadas a un general español, en una época posterior a la invasión. Durante años, el acceso estuvo restringido y el área permaneció en manos privadas, prácticamente inaccesible para la población local. Fue a partir de la década de 1970, con el apoyo de la Fundación del Centavo, una organización de desarrollo rural, que se impulsó un proceso de parcelamiento. La finca fue parcelada y los terrenos comenzaron a venderse a vecinos de la aldea con el propósito de que pudieran establecerse y cultivar la tierra. El café fue el principal cultivo en aquel entonces, aunque algunos parceleros también sembraban tomate, maíz y frijol. Así fue como se consolidó la comunidad que hoy habita y cuida el entorno de la laguna.
Cada lote originalmente medía 12 por 40 metros y costaba Q7,500 en aquellos años. Para las familias de la época era una inversión considerable, pero una oportunidad única de tener tierra propia. Don Hermelindo Girón, uno de los primeros parceleros, recuerda la emoción de aquellos días. “No había camino, tocó abrir vereda con machete en mano”, relata don Hermelindo con voz firme y orgullosa. Junto a otros pioneros, trazó la primera ruta de acceso a la laguna, abriendo paso entre cerros para conectar con la carretera de la aldea. “Éramos pocos, pero teníamos visión de comunidad”, añade.
Con el paso de los años, esos terrenos adquiridos con esfuerzo han multiplicado su valor. Cada parcela que costó miles de centavos, hoy puede valer hasta Q350,000, reflejando el crecimiento y potencial turístico de Ayarza. Pero más importante que el valor monetario es el sentido de pertenencia que se consolidó. Los vecinos se organizaron y fundaron la Asociación de Parcelamiento Lago Azul, entidad comunitaria que hasta la fecha administra la entrada al lago y vela por su mantenimiento.
En el ingreso a la laguna se cobra una cuota de Q20 por carro y Q10 por moto, monto que se utiliza para mantener el camino, la limpieza y la seguridad del área. Además, cada parcelero aporta Q480 al año. Gracias a estos fondos y al trabajo voluntario de la comunidad, el acceso se conserva en buenas condiciones, con controles que previenen construcciones indebidas y protegen el entorno natural.

La creación de la Asociación de Parcelamiento Lago Azul no solo respondió a una necesidad organizativa, sino también a un acto de defensa territorial. En algún momento, surgieron intentos por parte de autoridades municipales y actores políticos, incluidos algunos diputados, de apropiarse del terreno y convertirlo en un bien ajeno al control comunitario. Esta amenaza generó preocupación entre los parcelarios, quienes tomaron la decisión de organizarse, regular el ingreso entre los mismos vecinos, con el objetivo de proteger este patrimonio natural de intereses externos.
La vida en torno a la laguna transcurre entre remos, redes de pesca y los sueños forjados a la orilla del agua. Sus habitantes comparten un vínculo entrañable con este lago; para muchos, la Laguna de Ayarza ha sido su sustento y orgullo. Algunas voces locales relatan cómo la laguna ha marcado sus vidas y el desarrollo de su comunidad:
Familia Girón Surán entre la gastronomía y el sustento
Hace catorce años, la familia Girón Surán plantó la semilla de un emprendimiento a la orilla del lago: el restaurante Brisas del Lago, el primer restaurante a orillas de la laguna. “Cuando empezamos, apenas llegaban unos cuantos viajeros aventureros”, recuerda doña Margarita Surán mientras sazona filetes de pescado en la cocina. Hoy, su restaurante se llena durante los fines de semana y especialmente en Semana Santa. La afluencia turística ha crecido. “Ahora vienen familias completas a disfrutar la laguna y a probar nuestra comida”, dice con una sonrisa.

En Brisas del Lago ofrecen la pesca del día preparada al estilo casero: la mojarra frita sazonada con especias locales es la favorita, al igual que el caldo de camarón con cilantro que reconforta el alma. También han adaptado el menú con el tiempo, incluyendo hamburguesas y otras opciones para satisfacer a todo tipo de paladar, pero sin perder el sabor tradicional. “Aquí todo es fresco, de la laguna”, asegura doña Margarita, orgullosa de contribuir al turismo gastronómico de Ayarza.

Don Alex Donis, un navegante y guía del lago
A orillas de la laguna, una lancha llamada “Paseos Donis” se balancea suavemente sobre las aguas, es la embarcación de don Alex Donis, uno de los guías más conocidos del lugar. Desde temprano, prepara los chalecos salvavidas y revisa el motor fuera de borda para recibir a los turistas que llegan con entusiasmo a recorrer el lago.
Sus recorridos permiten conocer las dos bocas de la laguna, formada por su particular silueta en forma de ocho o tecomate. “Semana Santa es temporada buena”, comenta don Alex. “La laguna se llena de vida con tantos visitantes, es cuando más trabajo tenemos y lo disfrutamos al máximo”, dice. Ofrece paseos en lancha desde Q10 hasta Q20, según la distancia o el tiempo que los visitantes deseen explorar. En esta Semana Santa, invita a quienes lleguen a la laguna a acercarse y vivir la experiencia de navegar con él: una forma sencilla, pero inolvidable de ver la Laguna de Ayarza desde otro ángulo.

Edwin Colindres, el pescador tradicional
Bajo la sombra de un árbol, Edwin Colindres desenreda con paciencia las mallas de su red de pesca. Proviene de una familia de pescadores artesanales, oficio que aprendió desde niño. “Desde patojo aprendí a pescar aquí, esta agua me crió”, recuerda.
Hoy, sin embargo, las condiciones han cambiado. La pesca ha disminuido considerablemente y Edwin lo atribuye a la crisis climática y a las alteraciones en el nivel del agua. “Ya no es como antes; ahora solo logramos sacar pescado unos tres meses al año”, lamenta.
Las mojarras y tilapias silvestres son cada vez más escasas, y aunque existen criaderos, muchos aseguran que el sabor del pescado criado en libertad es distinto. “El pescado del criadero no sabe igual al que pescamos en la laguna”, afirma, repitiendo un sentir compartido por varios vecinos.
A pesar de los retos, Edwin no se aleja del lago. En Semana Santa, logra obtener ingresos con la venta de lo que pesca, aunque reconoce que hoy en día esta actividad ha pasado a ser su segunda fuente de ingresos. “Es una tradición, una pasión… no la dejaría”, comenta, mientras ajusta los nudos de su red.
Cada tarde, junto a otros pescadores, baja a la orilla para dejar listas las redes. A las tres de la madrugada del día siguiente, regresan a revisar la pesca del día. Su testimonio es un reflejo de cómo el equilibrio ecológico de la laguna influye directamente en la vida de quienes dependen de ella.

Don Alberto Ruano, la piscicultura local
A pocos metros de los restaurantes, en la orilla de la laguna se encuentran los criaderos de don Alberto Ruano, reconocido en la comunidad como uno de los primeros en impulsar la piscicultura artesanal en la zona. Sus estanques, alimentados con agua de la laguna, son el hogar de tilapias y camarones que, año con año, abastecen tanto a los restaurantes locales como a visitantes que llegan en busca de pescado fresco.
Don Alberto ha sabido adaptarse a los cambios en la actividad pesquera de Ayarza, apostando por un modelo de cultivo que responde a la creciente demanda sin dañar el ecosistema. La libra de tilapia se ofrece desde Q20, y la calidad del producto ha hecho que muchos compradores lleguen incluso desde otras comunidades. En un contexto donde la pesca silvestre se ha vuelto más escasa, los criaderos como el de don Alberto se han convertido en una alternativa viable y sostenible.
¿Qué actividades hacer en la Laguna de Ayarza esta Semana Santa?
Semana Santa es, sin duda, uno de los momentos más especiales para visitar la Laguna de Ayarza, donde el descanso y la naturaleza se combinan con opciones recreativas para todos los gustos. Quienes llegan a este destino pueden disfrutar de los tradicionales paseos en lancha guiados por comunitarios, hacer caminatas por senderos naturales y bordear las orillas de la laguna para encontrar miradores ideales para tomar fotografías o simplemente contemplar el paisaje.
Una de las actividades más buscadas es bañarse en las orillas, donde el agua limpia y tranquila permite refrescarse con seguridad. También es posible alquilar kayaks o motos acuáticas a través de los hoteles y comedores del lugar, que en esta temporada ofrecen para disfrutar.
Este año, una asociación de jóvenes organizados de Ayarza ha decidido sumar una nueva propuesta para revitalizar el turismo y apoyar la economía local: el Ayarza Summer Fest 2025, una iniciativa que busca promover el turismo, generar oportunidades para los emprendedores locales y atraer a más visitantes durante Semana Santa. El festival se llevará a cabo los días 17, 18 y 19 de abril, con una programación variada que combina tradición, deporte, música y gastronomía.
Entre las actividades destacadas se encuentra el Festival de la Mojarra, una celebración gastronómica dedicada a uno de los productos más representativos de la laguna. También se realizará la Elección de Chica Verano, un evento recreativo que busca integrar a la juventud en un ambiente festivo y familiar.
Las jornadas continuarán con competencias de kayak y exhibiciones de motos acuáticas, pensadas para quienes disfrutan de los deportes acuáticos y la aventura. Además, habrá espacios ambientados con música en vivo, DJ’s y grupos nacionales invitados, venta de comida tradicional, bebidas refrescantes y actividades al aire libre, ideales para compartir con amigos o en familia.
Este festival marca un nuevo impulso para la comunidad de Ayarza, que apuesta por mostrar la riqueza de su entorno natural, su cultura y su capacidad de organización para recibir a quienes cada año eligen este destino para vivir una Semana Santa diferente.

El Escobal: el proyecto minero que amenaza la Laguna de Ayarza
El proyecto minero El Escobal, un yacimiento de plata anteriormente operado por Tahoe Resources y actualmente por Pan American Silver, se ubica en el sureste de Guatemala, dentro del departamento de Santa Rosa y del territorio ancestral del pueblo Xinka. La licencia de explotación abarca aproximadamente 19 km² y tiene vigencia hasta 2038. El proyecto se extiende sobre los municipios de San Rafael Las Flores y Casillas (Santa Rosa), alcanzando incluso parte de San Carlos Alzatate (Jalapa), y se sitúa a escasos kilómetros de la Laguna de Ayarza. De hecho, la laguna se encuentra apenas a 2.5 kilómetros cuesta abajo de la mina, compartiendo con ella la misma cuenca hidrogeológica.
El Escobal se instaló sin haberse realizado una consulta previa, libre e informada al pueblo Xinka, lo que constituye una violación al Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En 2017, tras una serie de recursos legales interpuestos por el Parlamento del Pueblo Xinka de Guatemala (Papxigua), la Corte de Constitucionalidad (CC) suspendió las operaciones mineras hasta que se realizara la consulta exigida por la ley. El conflicto ha sido profundo, la empresa negó inicialmente la existencia del pueblo Xinka para evadir el proceso, a pesar de la presencia histórica documentada de esta población indígena y de la destrucción de sitios ceremoniales y arqueológicos durante la construcción de la mina. Este contexto territorial pone en evidencia la lucha de una comunidad que defiende su derecho a la autodeterminación sobre un territorio que incluye la propia Laguna de Ayarza.
Diversos estudios técnicos y monitoreos comunitarios han confirmado la presencia de metales pesados en fuentes de agua vinculadas al área de influencia del proyecto. Uno de los hallazgos más alarmantes es la presencia constante de arsénico en la Laguna de Ayarza. Científicos comunitarios han reportado niveles que superan ampliamente el límite de 10 partes por mil millones (ppb) recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para agua potable. En marzo de 2024, se registraron concentraciones de hasta 100 ppb, y en muestreos recientes los niveles han oscilado entre 25 y 80 ppb. Estos resultados indican que el agua no es segura ni para consumo humano ni para actividades recreativas.
La contaminación por arsénico no se limita a la laguna; afecta también gran parte de la cuenca del río Los Esclavos, que drena esta región. Desde 2018, el monitoreo constante ha evidenciado niveles por encima del límite permisible en prácticamente toda la cuenca. El arsénico y otros metales pesados como plomo y cadmio no solo afectan la calidad del agua, sino que también se acumulan en los peces y, por tanto, pueden ingresar en la cadena alimenticia de las comunidades que dependen de la pesca local. Incluso el uso doméstico del agua es riesgoso: al hervirla, la evaporación puede concentrar los metales; al utilizarla para aseo personal, el arsénico puede absorberse por la piel y generar efectos como irritaciones, lesiones o caída del cabello.
Si bien el territorio es una región de origen volcánico, lo que explicaría en parte la presencia natural de ciertos minerales. Especialistas del Observatorio de Industrias Extractivas (OIE) han demostrado, mediante análisis comparativos, que las zonas no afectadas por actividad minera no presentan niveles significativos de arsénico. Por el contrario, las comunidades cercanas a El Escobal sí muestran concentraciones peligrosas, lo que indica un vínculo directo entre la minería y la contaminación hídrica.
Diversas organizaciones comunitarias, como el Comité Local en Defensa de la Vida y el propio Parlamento Xinka, han advertido desde el inicio sobre el riesgo que representa el proyecto para la Laguna de Ayarza. Un estudio geológico reveló que solo 200 metros de roca separan los mantos acuíferos subterráneos de San Rafael Las Flores de la base de la laguna. Esto significa que un incidente como drenaje ácido, un derrame de químicos tóxicos (como cianuro) o una ruptura en los diques de contención podría provocar una contaminación inmediata e irreversible de las aguas subterráneas y del propio lago.
Entre mitos, memoria y aguas profundas
Más allá de sus paisajes, su valor turístico y su importancia económica, la Laguna de Ayarza guarda también un legado de mitos y leyendas que han pasado de generación en generación entre las familias que viven a su alrededor. Estas historias, contadas al caer la tarde o en silencio mientras se lanza una red al agua, forman parte del imaginario colectivo de quienes habitan este territorio.
Uno de los relatos más conocidos es el del “Hombre Pez” una figura mitad humano y mitad criatura acuática que, según algunos pobladores, aparece en las profundidades de la laguna en noches tranquilas. Se dice que protege el lago y que solo se deja ver por segundos, como un recordatorio de que no todo lo que habita en Ayarza puede explicarse con palabras.
Otra leyenda popular habla de una “serpiente gigante” que custodia el corazón del lago. Algunos cuentan haberla visto asomar entre las peñas, cuando el viento sopla fuerte o cuando la laguna está completamente en calma. Para muchos, estas historias no son solo cuentos, sino formas de entender y respetar la fuerza de este lugar.
Para muchos, estas historias no son solo mitos, sino expresiones de respeto por un lugar que no deja de asombrar. La Laguna de Ayarza no es solo un destino turístico: es un espacio vivo, lleno de memoria, trabajo colectivo y tradiciones que se renuevan año con año.
Visitar la laguna es también entrar en contacto con ese tejido de historia y misterio que la hace única.
