La obra de Jorge Fernández no solo nos confronta con la muerte, sino que también nos invita a reflexionar sobre la vida, las luchas y las esperanzas que emergen de los márgenes. Al reconocer y darle voz a la muerte en sus múltiples dimensiones.
Por Derik Mazariegos
La literatura en Guatemala ha sido históricamente una herramienta de resistencia y reflexión, un espacio donde encuentran resonancia las voces de quienes han sido marginados de los centros urbanos y del poder. Desde esta perspectiva, el escritor Jorge Fernández, en su libro Las formas de la muerte, explora cómo las juventudes mestizas de las periferias, marcadas por una historia de violencia y silencios, interpretan y enfrentan la muerte.
El martes 29 de octubre, coincidiendo oportunamente con las conmemoraciones del Día de Todos los Santos y de Difuntos, la editorial Cazam Ah presentó Las formas de la muerte en el Centro Cultural Mosaico Guatemala. Este lanzamiento se realizó junto a otras obras contemporáneas como el poemario Años Luz de Santana Nájera y Niño Rata de Iván Corzo, que enriquecen la narrativa guatemalteca desde diversas perspectivas.
A través de sus cuentos, Jorge Fernández nos sumerge en una trama donde lo sobrenatural y lo cotidiano se entrelazan, y donde la muerte, constante en su obra, se manifiesta como una fuerza inevitable, con sus propias leyes y significados que reflejan la cosmovisión mestiza. Esta exploración busca reconciliar al lector con la finitud de la vida, mostrando cómo esta perspectiva, arraigada en las tradiciones guatemaltecas, da sentido a cada historia.
Jorge es un joven que contribuye desde su trabajo literario, su rol como guía en el museo Casa de la Memoria Kaji Tulam y su compromiso como miembro del colectivo Puntos Suspensivos. A través de este colectivo, él y otras juventudes han creado un espacio de diálogo y reflexión sobre el genocidio en Guatemala, explorando cómo las secuelas de ese pasado violento permanecen en la vida actual.
“Mi necesidad de escribir viene de buscar respuestas sobre quiénes somos desde las juventudes ladinas y mestizas del interior”, dijo Jorge Fernández.
La muerte es un tema universal, pero en el contexto guatemalteco tiene matices muy particulares. ¿Qué te llevó a abordar este tema desde tu perspectiva?
“Creo que fue la necesidad de entenderla, de reflexionar sobre ella desde distintos puntos de vista. La muerte me ha rodeado desde mi infancia y rodea a toda la sociedad guatemalteca y, aun así, es una incomprendida. Creo que hay que empezar a tratar a la muerte de una forma diferente, tal vez regresar a la forma en que nuestros ancestros la veían, como una compañera que nos está esperando; no temerle, sino verle la cara y reconocerla”.
¿Qué reflexiones te gustaría que los lectores consideren sobre la relación entre la muerte y la vida en el contexto guatemalteco?
“Todos los días le vemos el rostro a la muerte en Guatemala y, aun así, no la reconocemos; la tratamos como una extraña. Los cuentos en mi libro buscan que la veamos a los ojos y, en ese reconocimiento de la muerte, aprendemos a no repartirla como si fuera un bien, a apreciar la vida, a defenderla y a que nos vuelva a conmover. Reconocer la muerte, sin duda, nos hará más humanos”.
En un país donde la cultura de la muerte ha sido a menudo silenciada o estigmatizada, ¿cómo esperas que tus historias fomenten una conexión más profunda con los lectores?
“Mi intención con los cuentos es provocar en el lector una reflexión profunda sobre la muerte, una reflexión que pueda empezar con la lectura y que se una con los hilos de la memoria del lector, y ellos empiecen a darse cuenta de cómo la muerte ha marcado sus vidas, sus destinos y sus contextos, para así, desde lo individual e introspectivo, empezar a crear una visión más colectiva sobre la vida en Guatemala”.
Aportes culturales y reflexiones sobre la identidad
En tu opinión, ¿cómo contribuye tu libro a la narrativa contemporánea de la literatura guatemalteca, especialmente en un momento en que la cultura y la identidad están en constante redefinición?
“Mi aporte vendría de la necesidad de encontrar una identidad o al menos de empezar a dibujar un camino hacia ella desde la perspectiva de las poblaciones mestizas-ladinas del interior del país. Retratar el mestizaje cultural y los mitos fundacionales que muchas veces se niegan o no se ven cuando se habla de nuestras poblaciones, así como regresar al origen de la literatura latinoamericana, regresar a hablar de la naturaleza, de la magia y de los pueblos que nos conforman”.
¿Qué aspectos de la historia reciente de Guatemala, particularmente en relación a la violencia y la memoria colectiva, sientes que se reflejan en tus cuentos?
“Creo que el shock que nos dejó la violencia del conflicto armado y genocidio en Guatemala, y especialmente en Baja Verapaz. En ningún cuento de la antología retrato esos temas, aún no me siento preparado para hacerlo, pero sin duda la muerte y violencia de esa época siempre me ha fascinado; en un sentido no positivo, y creo que también ha influenciado la forma en que veo el mundo y la retrato en mi escritura”.
Jorge, cuéntanos un poco sobre tu trayectoria. ¿Cómo ha influido tu contexto social y cultural en tu interés por la escritura?
“El hecho de nacer y crecer hasta buena parte de mi vida en Baja Verapaz, una región preciosa, pero a la vez con una historia muy cruenta desde la invasión española hasta la actualidad, me ha acercado a una realidad poco retratada y sumamente interesante de las muchas caras de Guatemala. La vida, la muerte y el destino son vistos muchas veces con un lente mágico o maravilloso que rodea lo bueno y lo malo. Eso es lo que me ha influido en muy buena parte a mi estilo de escritura”.
La influencia del realismo mágico en la narrativa guatemalteca
El realismo mágico es un sello distintivo de la literatura latinoamericana. ¿Crees que utilizas esta forma para explorar no solo la muerte, sino también la identidad y la cultura guatemalteca?
“Sin duda, el realismo mágico define mucho de mi estilo y escritura. Hablar de realismo mágico en Guatemala es hablar de la realidad de los pueblos, una realidad que no es plana y lógica como muchas veces la cultura occidental nos hace creer, sino que es colorida, mística y absurda. El realismo mágico no solo es un género literario latinoamericano, sino también una forma de vida”.
¿Hay autores o movimientos literarios que te han inspirado particularmente en tu búsqueda de contar estas historias? ¿Cómo han influido en tu voz narrativa?
“Claro, autores latinoamericanos como Marina Enriquez, Juan Rulfo, García Márquez y Miguel Ángel Asturias han sido grandes influencias no solo en mi estilo, sino en los temas que toco dentro de mis cuentos. No me concibo escribiendo de una forma que no sea como escribimos los latinoamericanos”.
Desafíos emocionales en la escritura
Escribir sobre un tema tan delicado como la muerte puede ser un desafío emocional. ¿Qué dificultades encontraste y cómo las superaste en tu proceso creativo?
“Creo que uno de los desafíos principales emocionalmente fue el peso espiritual que muchos cuentos tenían en mí; en algunas ocasiones, terminar un cuento y ver morir a algunos personajes se puede llegar a sentir como una pérdida real. También otros temas fuera de la escritura, como el síndrome del impostor o la insatisfacción al terminar un texto, son sentimientos muy pesados con los que lidiar y que muchas veces evitaban que yo escribiera por una temporada”.
A lo largo de tu escritura, ¿qué aspectos de la cultura guatemalteca te han sorprendido o revelado nuevas dimensiones de tu identidad como autor?
“El mestizaje es sin duda el aspecto principal de la cultura guatemalteca presente dentro de mis cuentos. La influencia de mitos fundacionales como los del Popol Vuh y de mitos propios de mi pueblo se combinan de forma extraña, pero bella (según yo) dentro de mi escritura. Los choques étnicos, la violencia a las mujeres, a las infancias y las contradicciones que tenemos con la sociedad han puesto un sello dentro de mi identidad como autor, que busca no solo retratarlas sino caricaturizarlas para poder lidiar con ellas”.
Mirando hacia el futuro: nuevos horizontes literarios
¿Tienes planes de continuar explorando la muerte o la identidad en tus futuros proyectos? ¿Qué otros temas relacionados con la cultura guatemalteca te gustarían escribir?
“La muerte, sin duda, es un tema con mucho peso en mi vida y me gustaría seguir conociéndola en mis textos, pero por el momento ya no tengo intención de darle tanto protagonismo como en mi primer libro. Quiero explorar otras dimensiones de la realidad, como podrían ser el asco, la culpa, lo absurdo y el vacío existencial del ser humano”.
¿Cómo ves el papel de la literatura en el futuro de Guatemala, especialmente en la construcción de narrativas que reflejen la diversidad de experiencias y realidades en el país?
“La literatura en nuestro país ha sido relegada, perdiendo el valor cultural que posee en la formación de una identidad nacional. Es una lástima, porque un país que no valora su literatura pierde una herramienta fundamental para construir narrativas que alimenten el sentido de comunidad y fortalezcan el tejido social. Aunque existen esfuerzos por escribir y formar lectores críticos, aún resultan insuficientes. Creo que tenemos un largo camino por recorrer”.
En un contexto donde la violencia y la memoria histórica son parte de la cotidianidad, la literatura se convierte en un refugio y una herramienta de resistencia para las juventudes mestizas de Guatemala. La obra de Jorge Fernández no solo nos confronta con la muerte, sino que también nos invita a reflexionar sobre la vida, las luchas y las esperanzas que emergen de los márgenes. Al reconocer y darle voz a la muerte en sus múltiples dimensiones, Jorge abre un espacio de diálogo donde los jóvenes pueden encontrar su lugar y construir una narrativa que honre sus experiencias.
Así, el acto de escribir se transforma en un acto político y social, un acto de reclamación que desafía la invisibilidad y el olvido. La muerte, en sus cuentos, no es el final, sino un punto de partida para entender la vida y sus complejidades. En este retrato de la muerte desde la perspectiva joven mestiza, encontramos una convocatoria de crear, recordar y soñar, porque en cada palabra escrita resuena el latido de una juventud que se niega a ser silenciada.
La literatura de Jorge Fernández es un testimonio de que, aunque la muerte pueda ser inminente, la vida y la memoria son eternas.