La Alcaldía Indígena de San José Poaquil, a través de sus cofradías ancestrales y sus texeles o capitanes, resguarda 22 caballerías de bosques desde hace 140 años. Las comunidades recuperaron la tierra después de un despojo, en 2006, gestado por un sacerdote católico y el alcalde de turno.
Por Prensa Comunitaria*
Fotos de Joel Solano
Los bosques comunales en San José Poaquil, Chimaltenango, son resguardados por los abuelos de la Cofradía Ancestral desde la fundación del municipio, en 1891. La cofradía se encarga de resguardar los bosques promoviendo su reforestación de generación en generación.
La cofradía y la autoridad ancestral protegen estos bosques por la importancia que tienen, en el suministro de agua para el municipio y de algunas comunidades. Los nacimientos son las principales fuentes de agua y han paliado las olas de calor recientes.
La mayoría de la población poaquileña se dedica a la agricultura, del maíz, frijol, mora y verduras, otra parte de sus habitantes se dedica al comercio informal. Los abuelos desde hace 140 años se encargan de proteger y restaurar su entorno natural mediante la creación y el cuidado de reverdecer los bosques comunales ubicados en tres fincas.
El municipio, creado por Acuerdo Gubernativo el 1 de noviembre de 1891, cuenta con una población aproximada de 33 mil 932 habitantes. Una extensión territorial de 111 kilómetros cuadrados y sus pobladores pertenecen al pueblo maya Kaqchikel.
Su nombre está compuesto por dos orígenes, San José en honor al santo patrono José de Nazaret y Poaquil del idioma Kaqchikel que significa dorado o tierra de dinero.
Originalmente era una aldea de San Juan Comalapa, que se llamaba Hacienda de San Juan y en donde eventualmente se construyó la cabecera municipal que se conocía como Pa’chab’aq (tierra húmeda o entre ciénaga).
Existen muchos indicios que pudo haber existido en la época precolombina basándose por medio de crónicas de la época colonial, un poblado conocido como Puvachil.
Tres fincas para resguardar
En 1871, comenzaron los trámites para independizar a San José Poaquil de San Juan Comalapa, después de 20 años se logró. Solo se conoce que fueron siete personas las encargadas de hacerlo realidad, pero no se tienen datos exactos.
El abuelo Benito Ovalle, mayordomo de la Cofradía Ancestral de San José Poaquil, narra que Andrés Girón, dueño de una finca cercana al río Motagua ofreció una parte de un lugar conocido como la Garrucha. La compra incluyó parte de la finca que colindaba con los ríos Motagua y Quisaya en San Martín Jilotepeque y Pujil, parte de Tecpán.
Fue entonces cuando se decidieron a reunir los fondos para que la población pudiera adquirir las tierras.
Se crearon unas cajas para que los pobladores depositaran el aporte correspondiente. El depósito era en plata, el medio de pago en 1891. De esa forma adquirieron la finca a las orillas del río Motagua o Nimaya’, como se le conoce.
Los terrenos los dejaron a nombre de San José Poaquil y según la Alcaldía Indígena tienen más de 140 años de pertenecer a la población. A la comunidad, según indican, les pertenecen a Nimaya’ 18.2 caballerías; a Pojom Ab’ej, 0.8 caballerías y a Chiraxaj, tres caballerías, haciendo un total de 22 caballerías. Cada una tiene 60 manzanas y a su vez a cada una la conforman seis cuerdas de terreno.
Recuperando la tierra
Sin embargo, en 2006, la Iglesia católica de San José Poaquil reclamó la propiedad como propia. “Se nos despojó de nuestras manos los títulos que teníamos en resguardo de los terrenos comunales”, dice Benito Ovalle, cofrade ancestral, al referirse del sacerdote Gregorio Can Vásquez.
Se reunieron 35 grupos de comunidades religiosas allegadas al sacerdote. “Nos amenazaron y nos dijeron que nos quemarían sino entregábamos los títulos”, relata Ovalle.
La municipalidad registró los títulos y realizó el despojo a las comunidades a consecuencias e intereses personales del sacerdote y políticos de la región.
“La Defensoría Indígena nos buscó para preguntar si se había efectuado el despojo en 2006. Y al confirmar nos explicaron que eso no se podía realizar ya que en los documentos se explica claramente que las tierras son comunales y están a nombre del municipio de San José Poaquil. ‘Es un delito haberlos despojado. Ni la iglesia, ninguna religión, municipalidad o entidad los puede desalojar’, nos explicaron”, cuenta Benito Ovalle.
Un año después (2007), con la intervención de un alto comisionado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se comenzó el litigio para la recuperación de las tierras. No fue sencillo se necesitaba dinero. El proceso tardó ocho años, fue difícil ya que en ocasiones se tenía que pagar dos, tres o cuatro abogados.
En 2016, se nos informó que los títulos volverían a las manos de las comunidades, explica el abuelo Benito. La Defensoría Indígena les indicó que el litigio se había ganado. La Corte de Constitucionalidad (CC) resolvió a favor de la cofradía y del pueblo poaquileño.
Se devolvieron los títulos comunales de las tres fincas que por años han cuidado los abuelos. “Tuvimos que reforestar donde la municipalidad realizó tres talas, lamentablemente se quemó este año 2024”, señala.
Durante esa década la municipalidad de San José Poaquil realizó tres talas de grandes magnitudes y constantes incendios que afectaron la flora y la fauna. Al cuidado de los abuelos los bosques se conservan y se impide esa tala ilegal.
Aportes del bosque
El bosque bajo el cuidado de los ancianos ha permitido que 12 nacimientos de agua permanezcan intactos entre las fincas de Pojom Ab’ej y Chiraxaj. Se han conservado por el cuidado de los bosques y hasta la cabecera municipal se ha beneficiado de estos nacimientos.
La comunidad permite a las familias bajar (cortar) algún árbol y a cambio deben sembrar más y cuidarlos durante cuatro años.
En la finca del río Motagua o Nimaya’, el 30% es cultivable y el 10% está habitado. El 60% es boscosa. Una parte se arrienda a la colonia San José los Pinos y al caserío Motagua a un costo de Q50 y quienes son de escasos recursos dan algo simbólico.
A pesar de los esfuerzos por cuidar los bosques, la Cofradía y la Alcaldía Indígena ha decomisado motosierras a personas que encuentran cortando árboles de forma ilegal. Las autoridades ancestrales velan porque paguen por los daños.
Andrés López alcalde indígena de San José Poaquil comparte que dentro de sus ejes está el cuidado del medioambiente o recursos naturales o el cuidado de las tierras comunales. “Apoyamos a la cofradía ancestral para realizar proyecciones, informes, presupuesto y acompañamiento en los recorridos de las tierras comunales”, indica.
Anualmente la Cofradía y la Alcaldía tienen un gasto de Q70,000.00 para el cuidado de las tierras, fondos que recaudan con los arrendantes.
Otros apoyos vienen de grupos como la Asociación Tikonel de San Martín Jilotepeque y en el ámbito internacional sigue apoyando la ONU. Los patrullajes son una labor que se realizan ad honorem y solo se pude apoyar con comida para las personas que ayudan en los patrullajes y entre otras actividades.
El abuelo Andrés explica que la cofradía patrulla en Chiraxaj y en Pojom Ab’ej, un día a la semana. Pero la finca Nimaya’ les lleva más de tres días recorrerla por lo que se turnan porque no tienen fondos para contratar un guardabosques.
En uno de los patrullajes en Nimaya’ realizado el pasado 21 de agosto se encontraron más de 100 árboles tirados en el suelo. Estaban en una hondonada en la que cayeron después de un ventarrón y se desplomaron sobre una zona de milpa de unos arrendantes. “Eso es un problema porque quiere decir que habrá problema de alimentación para las personas que sembraron ahí”, explica uno de los cofrades.
La colonia San José los Pinos y el caserío Motagua cuentan con escuela y campos de fútbol, cementerio y tanques de agua. Las poblaciones nacieron dentro de las tierras comunales.
La finca del Motagua tiene lugares sagrados como la cueva del Tronchador, Wax Ab’ej, Caxa Ab’ej, Ruwi Chorro y el cementerio, son los reconocidos y otros más que aún no reciben el respectivo reconocimiento.
Tienen algunos nacimientos y riachuelos como el Ixqa’ quet ya’, Sibeq ya’ y Nimaya’ entre otros. Sibeq ya’ en castellano significa Sibaque con el que se amarran los tamales.
Los abuelos sueñan con que los bosques comunales se sigan cuidando y que no los afecten los incendios forestales.
“Los bosques Pojom Ab’ej, Chiraxaj y Nimaya’ o río Motagua ofrecen una variedad de flora y fauna. Entre las especies de árboles podemos encontrar: pinos, encinos, cipreses, ilamo, icuy, paten entre otros, y la diversidad de aves y animales que habitan, afluentes de agua, como ríos, nacimientos que abastecen a nuestro pueblo y comunidades”, narran los abuelos guardianes.
Una esperanza
Las acciones de la Cofradía Ancestral y la Alcaldía Indígena son para que otras comunidades de San José Poaquil y del departamento pueden continuar con el resguardo de los bosques. “Aún estamos a tiempo de cuidar nuestro entorno, de hacer mejoras y protegernos de la crisis climática. Si todos ponemos nuestro granito de arena, juntos nos daremos cuenta de que el árbol que sembramos hoy nos sostendrá la vida mañana”, dice en su mensaje el abuelo Andrés.
Soñamos con entornos verdes dice el abuelo Benito viendo el futuro: seguir sembrando árboles es nuestra misión y cuidar de estas tierras como lo han hecho durante 140 años nuestros antepasados. “Queremos ver este lugar tan verde y lleno de vida como lo imaginamos. No es solo un sueño, es nuestra misión”, concluye el abuelo con una sonrisa.
*Con información de Joel Solano
Este texto se realizó en el marco de la Sala de Creación comunitaria y medioambiental, un ejercicio periodístico colectivo organizado con un grupo de periodistas de territorios de Prensa Comunitaria, bajo la coordinación de Francisco Simón.