Por Miguel Ángel Sandoval
La verdad es que ya estamos hartos de antejuicios por gusto. Finalmente todo sigue igual. Los corruptos siguen haciendo de las suyas. Los magistrados se siguen nombrando desde la cárcel. Las multinacionales continúan saliendo de shopping cada vez que hay alguna ley que afecta sus intereses para bien o para mal. Las champurradas están de moda en el OJ o en el Congreso. Y 118 antejuicios no van a modificar eso. Los remedos de partido político están para jugarse a la mosca. Salvo alguna excepción, la mayoría son para el olvido.
Estamos en una profunda crisis. De todo. Económica, moral, ética, social, de salud y educación, cultural. Vivimos en la indigencia ciudadana. Nadie se anima a pensar en el futuro que parece que no existe para nuestro país. Todo ello con un gran telón de fondo: la pandemia del covid19. Todo mundo encerrado en su casa, o saliendo con miedo a la calle para hacer lo indispensable, desde procurarse los alimentos o asistir a un trabajo mal pagado y nada valorado.
El colmo son las declaraciones presidenciales que son un lavado de manos, no sanitario y anticovid, sino un lavado de manos de responsabilidad de gobierno, de un me-vale-madre lo que pasa, pues es la gente quien debe de hacerse responsable. En pocas palabras, el que viene atrás que arree. Mientras tanto, a la espera de un repunte de la pandemia y del muerterío anunciado o previsto.
Extraño tanto las movilizaciones de 2015. O las de antes. Me espanta el silencio de todo mundo. No creo que las redes sociales nos saquen del hoyo en que estamos, son una herramienta no la solución. Solo creo que la democracia se salva con la gente protestando en las calles, escogiendo en las elecciones a la gente correcta. Exigiendo sus derechos: al empleo, al salario, a la justicia, al desarrollo a la cultura, a la salud en primer lugar. Pero sobre todo, a la dignidad nacional. Nos toca.
