Por Carlos Ernesto Choc
12 de noviembre de 2018
El viernes 9 de noviembre se llevó a cabo, por el Tribunal Primero de Sentencia Penal de Alta Verapaz, la audiencia del defensor del Río Cahabón, Bernardo Caal, donde fue sentenciado a siete años de prisión y cuatro meses de cárcel, acusado por los delitos de detenciones ilegales y robo agravado.
La sentencia fue emitida por el juez Walter Fabricio Rosales Hernández, quien había aplazado una ocasión esta audiencia. Bernardo Caal guarda prisión desde enero de este año; la orden de su detención la giro el juez Ricardo Isaías Caal Caal.
Las luchas y resistencias de los pueblos, no son actos criminales ni actos vandálicos; son acciones de personas que defienden la vida, el territorio y la naturaleza. Criminalizar y en carcelar a los dirigentes es lo más fácil para las empresas transnacionales que construyen mega proyectos, que no les importa acabar con los recursos naturales y despojar de sus tierras a los pueblos indígenas.
Indignación en los pueblos maya q’eqchíes
Las comunidad q’eqchí se encuentra indignada ante la sentencia emitida en contra del defensor Bernardo Caal y solicitan que la justicia esté apegada a la verdad, ‘’no comprada ni prefabricada por saqueadores’’. Según comentaron comunitarios de Pinares Cahabón:
La realidad de los pueblos y la criminalización a sus dirigentes es evidente, como en este caso del defensor Bernardo Caal, [pero también en los] de Abelino Chub, Eduardo Bin Pou que son señalados por delitos que no han cometido, sólo por defender los recursos naturales y el territorio.
El sistema de justicia favorece sólo a las personas de mucho dinero y poder, discriminando a los indígenas y señalándolos como terroristas, asesinos, invasores y criminales, hasta sentenciarlos a varios años de prisión.
También se persigue a los defensores del territorio con métodos ilegales
La persecución y la muerte se ha vuelto pan de cada día para muchos indígenas en Guatemala, quienes, por estar en contra del despojo de sus tierras y oponerse a los megaproyectos ecocidas. Esto es parte de una estrategia de terror que se ha perpetuado desde épocas muy remotas, afectando la vida de los pueblos que han decidido que prevalezca lo comunitario sobre lo individual.