Créditos: David Diego Marcos.
Tiempo de lectura: 4 minutos

Texto y fotografías David Diego Marcos

Entrevista

Nombre: María Elena María Simón

Edad: 26 años

—¿De dónde es originaria?

—Nací en México, en un pueblo que se llama, Flor del Río, municipio de la Independencia, Chiapas, pero mis papás son originarios de Santa Eulalia Huehuetenango.

—¿Cuál es su formación académica?

—Estudie la carrera de desarrollo sustentable en la Universidad Intercultural de Chiapas en San Cristóbal de las Casas.

—¿Sigue estudiando?

—Estoy en el proceso de la tesis. El tema que estoy desarrollando es del sistema milpa, en los territorios q’anjob’al y Chuj.

—¿Cuál es su comunidad?

—Mi comunidad se llama La Unión. Por la guerra que hubo aquí en Guatemala en 1982, mis padres tuvieron que buscar refugio. Por el gobierno y esta matanza entre militares y guerrilleros, según cuentan ellos, es por lo que se formó esta comunidad fundada por q’jonob’ales y chujes. Por esto mismo se dio lo de la interculturalidad. Ellos aprendieron a hablar q’jonob´al y nosotros aprendimos a hablar chuj, compartimos costumbres, somos hermanos.

—¿Podría relatar lo que sus padres le han contado sobre la guerra?

—Sí, claro, yo he platicado con muchas personas, ellos me cuentan que fue por el movimiento forzado, por el gobierno de José Efraín Ríos Montt, ellos dicen que querían eliminar a los pueblos indígenas invadiendo su territorio, así fueron masacrando aldeas, empezaron desde Los Cuchumatanes. Las personas chujes de la comunidad con las que he hablado, me dicen que llegaron, comenzaron a matar mujeres. Nos cuenta un abuelito que enfrente de él violaron a su esposa e hija. Llora al contar estos momentos; yo los  entiendo, es un dolor que tenemos presente y un coraje con el gobierno, como son capaces de hacerle esto a nuestro pueblo.

En el caso de los q’anjob’ales, hablé con una abuelita. Ella era de Yalanhuitz. Llegó al campamento de refugiados, pero en el camino mataron a su esposo, provocándole un dolor terrible. Estos temas no son fáciles de hablar, porque al hablar con ellos revives el dolor que ellos sienten; de esa manera nosotros, como hijos, podemos comprender lo que pasó durante la guerra.

—¿Cómo los ha tratado el Estado mexicano?

—Pues, ahora como joven estudiante, profesionista que ya logré una carrera, bastante bien. Pero si te cuento la historia de mis papás y los abuelos que llegaron a los campamentos, es tremendo el racismo que ellos vivieron. Fueron despojados de su idioma y vestimenta. Ahora te puedo decir que estamos bien, pero lo que vivieron los abuelos es triste, porque fueron distribuidos entre los mexicanos con los patrones que los explotaban. Casi no les pagaban, era ir desde las 6am hasta las 6pm, no tenían descanso. También cabe resaltar que hubo ayuda de la Arquidiócesis de San Cristóbal, COMAR Y ACNUR, que ayudaron a los pueblos.

Ahora, en algunas localidades se sigue dando lo del racismo. Nos dicen: “tú eres guatemalteco, eres hijo de los refugiados”. Hace poco, en una experiencia que vivimos con unos compañeros, nos prestaron una habitación para presentar la danza chuj, llegó el compañero del amigo que nos prestó el cuarto y nos dice “y ustedes quienes son”, y sale, vuelve a entrar y comienza a revisar sus maletas, por si nosotros habíamos robado algo. El hecho que tengamos piel morena, que seamos de pueblos originarios, no quiere decir que seamos rateros. Así nos trató, pero no nos dejamos. Le dijimos que el hecho de que no seamos güeros como él, no significaba que fuéramos rateros, y nos retiramos.

A la fecha como profesionistas, como alumnos, tenemos los mismos derechos. Nosotros somos nacidos en México. ¿Cuántas generaciones más tienen que pasar para que nos den el derecho?

—¿Qué se siente rencontrarse con personas de su pueblo de origen?

—No tengo palabras para describir esta emoción, la alegría que siento en mi corazón. Reencontrarme con gente de mi raíz y origen… Me siento feliz. Cuando llegué aquí me sentí en casa, en familia, la gente se abrió conmigo me comenzó a hablar en q’anjob’al. No me rechazaron por venir de Chiapas ni me cuestionaron, al contrario, estoy aprendiendo mucho acá. Es un reto llevar todo lo aprendido, esto del manejo de la agricultura, los conocimientos culturales de mi pueblo, la historia, el respeto hacia los abuelos, todo este entorno que nos identifica como q’anjob’ales. Es un reto llegar a casa y decirle a mi comunidad lo que se vive en Guatemala. Creo que tengo un gran trabajo: desde ya estoy empezando a dar a conocer a nuestro pueblo que aquí sigue nuestra cultura.

—¿Qué opina de la actividad que se realiza por parte del gobierno ancestral plurinacional?

—Es un trabajo bastante bonito. Que reconozcamos nuestros derechos, que no perdamos lo de nuestros ancestros mayas, que no importa si eres chuj o acateco: unirnos para hacer nuestra lucha. Yo estoy con ellos para lo que siga.

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