Por: Francisco Rodas
Pegasus fue aquel caballo con alas engendrado de la sangre derramada por Medusa cuando Perseo le cortó la cabeza. Este bello animal de color blanco transportó en su lomo a dioses igualmente mitológicos, para darles muerte a aquellos enemigos que amenazaban el Olimpo.
Ahora Pegasus ha retornado pero en forma de un spyware, altamente sofisticado, con propósitos menos nobles que su antecesor.
Todo empieza con recibir un mensaje (SMS) en su celular para que, al abrirlo, descargarse e infectar el teléfono rastreando sus puntos débiles, y así permitir espiar al usuario hasta el punto de usar la cámara y el micrófono para vigilarlo. En ese momento el programa tiene prácticamente el control del usuario, debido a que tiene acceso a los archivos del dispositivo, como videos, fotografías, mensajes, correos electrónicos y lista de contactos.
Su uso en América Latina ha provocado escándalos suficientes para pensar que, si el espionaje ilegal ha llegado a estos niveles, a ver si no es mejor volver a las señales de humo.
Un primer caso llevó al arresto en Miami del ex presidente panameño Ricardo Martinelli, de quien el actual gobierno panameño solicita su extradición por el uso ilegal de ese sistema y la desaparición de los equipos con el que se hacían las interceptaciones. Las pruebas son más que abundantes, consistentes en decenas de cajas con transcripciones de conversaciones telefónicas y correos electrónicos que ocupaban casi la mitad del área de una oficina de la fiscalía.
Un segundo caso tiene en aprietos al gobierno mexicano de Enrique Peña Nieto. Según un reportaje del New York Times, el gobierno de Peña Nieto, igual que Martinelli, ha hecho uso del mismo sin mediar autorización alguna de las autoridades correspondientes.
Los blancos de este espionaje han sido de los más variados personajes de la escena pública mexicana: periodistas, activistas de derechos humanos, empresarios y políticos.
Al igual que Pedro el apóstol, Peña Nieto ha negado más de tres veces que, su gobierno, no está involucrado en tares de espionaje y en el uso de este spyware; lo que contradice las declaraciones de la empresa israelí que lo fabricó (NSO Group Technologies), quien ha dicho que el sistema sólo se le vende a Gobiernos.
La cobertura mediática de estos casos al mejor estilo de John le Carré, nos ha hecho olvidar que el padre del espionaje sigue siendo los Estados Unidos. En su inevitable adicción y paranoia, el año pasado Wikileaks reveló material que comprueba que los gringos no perdonan a nadie para espiarlo, ni a sus más preciados aliados, como ocurre con su principal pivote en medio oriente, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
Países desarrollados y en desarrollo fueron o siguen siendo víctimas de estas interceptaciones. Lo curioso es que quienes protestaron ante este abuso no figura ninguno de los países desarrollados y aliados desde la postguerra. Al contrario algunos países en desarrollo, particularmente de Latinoamérica, no cerraron la puerta pero al menos somataron la mesa.
Aquí en Guatemorales desde hace tiempo se habla que existe una práctica similar ejercida por poderes paralelos al Estado. La alucinación es tal que, actualmente todos nos cuidamos de lo que hablamos por teléfono. No debe extrañar que, aún los organismos que realizan interceptaciones legales, es decir, siguiendo el protocolo de aprobación requerido, sean a su vez espiados.
Se habla, por ejemplo, de que estos sistemas todavía operan en los rescoldos de las estructuras militares y paramilitares que no fueron desmanteladas luego de la firma de la paz. De que existen edificios públicos u oficinas privadas propiedad de personajes gansteriles que hospedan esta logística.
En medio de esta atmosfera, por qué no preocuparse de la relación amistosa y solidaria que hace mucho tiempo se mantiene con el gobierno israelí, país donde se inventó el programa Pegasus, quien a su vez cooperó dotando de armamento al ejército en la época del conflicto armado. La famosa Galil o los aviones Arava, para refrescar la memoria. También causa inquietud quienes, personas e instituciones, podrían estar involucrados, comenzando por las empresas de telefonía.
Pero las irregularidades no llegan hasta ahí. La semana pasada nos enteramos que el gobierno como grupos privados contrataron los servicios de una firma estadounidense para encargarse de hacer cabildeo, entre ello persuadir a la remoción del actual embajador estadounidense.
Del contrato suscrito no se sabe cuál es su alcance, pero por la secretividad que le rodea hace sospechar que no es en beneficio del país.
Hasta ahora sobre el espionaje no existe en proceso investigación alguna, y con lo del cabildeo se está todavía pensando hacerlo dado que existen delitos a juzgar.
Con poca destreza en su cargo y con una asesoría ruinosa, no hace mucho Jimmy dijo que venían tiempos difíciles, insinuando que había una conspiración contra él. Pero quien sabe si quienes le filtraron esta información sean los mismos que la están urdiendo.
Jimmy no se ha dado cuenta que está en el punto donde se unen todos los caminos.