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Tiempo de lectura: 2 minutos

Por: Daniel Hernández-Salazar

Eso fue para mí asistir a documentar la audiencia donde se busca llevar a juicio a los responsables de la desaparición, hace 34 años, de Marco Antonio Molina Theissen.  Un niño de 14 años a quien hombres armados secuestraron luego de que su hermana, Emma Guadalupe, escapara del cuartel donde permanecía detenida de forma ilegal.

Este proceso y otros similares constituyen un momento decisivo en el camino de Guatemala hacia la verdad y la justicia. De un golpe cayeron sobre mí los recuerdos de los hechos sucedidos en los años ochenta.

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Las persecuciones, intimidaciones, la represión y las tácticas contrainsurgentes implementadas en toda su dimensión, frialdad y crueldad. Dentro de la sala se sentía un ambiente denso y cargado de símbolos.

Los pronunciamientos de los abogados, cada uno tratando de probar la responsabilidad y culpabilidad de los acusados, en el caso del Ministerio Público. Por el otro lado los defensores buscando negar todos los hechos de cualquier forma.

Miradas delatadoras, intimidantes, o esperanzadas, cruzaban la sala. Los periodistas que cubríamos el evento sentimos de múltiples maneras la presión de los familiares y/o amistades de los imputados.

Hacía tiempo ya que había olvidado muchas de estas sensaciones. No cae mal recordarlas y tenerlas presentes. Les comparto este pequeño ensayo que espero recoja la intensidad del momento. Dejo que las imágenes hablen.

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