Por: Jesús Hernández
Más con penas que con glorias, este mes de febrero presenta dos fechas que ponen en un parte aguas a la sociedad guatemalteca. Partamos del 20 de febrero, que por Decreto se logra conmemorar al héroe nacional Tecún. Sin duda, el vencido es recordado de manera especial en su derrota. No hay que darle más vueltas al mito como para entender la intencionalidad que tiene esa batalla que se dio en nuestras tierras del occidente: oponer resistencia al poder militar, económico y a la mentalidad de voracidad implica muerte.
Algunos académicos ponen en duda la existencia de Tecún y por tanto, se inclinan por el rescate de los héroes anónimos, que sin duda los hay en cada uno de los pueblos. Sobre todo, los que ahora “se juegan la vida” en la defensa de los recursos naturales. Los historiadores se ponen agudos en la investigación para justificar y recrear lo que de verdad pasó en la historia de los subordinados.
Lo más incomprensible de la fecha es el cruce que tiene con el Día de la Marimba. Es decir, se suplantó de manera simbólica un instrumento por una persona. Por tanto, aquí viene lo controversial: es más bonito “el indio” en la estatua, en el escaparate o en el día de la guadalupana, que verlo en las calles, en las manifestaciones –que por cierto se tendrán hoy día (martes 21) como un grito y “alto a la voracidad empresarial”, que vuelve a sangrar a la población con el aumento de la luz eléctrica–.
¿Recibió usted su carta de aumento de la luz eléctrica por parte de la empresa? Si lo recibió sea solidario pues, ¿o no le afecta su economía? No me vaya usted a decir que es de los que votaba por el “fulano aquel” con tal de que no le aumente a la luz eléctrica municipal.
En fin, también desaparecieron al indio Tecum del billete de 50 centavos, para dejar una ficha de un quetzal con el símbolo de la paloma. Algunos “conspiradores” dicen que en el fondo, lo que se lee es “Arzú”. Imaginario que posiciona al hombre blanco, digo yo.
Por cierto, este hombre (Arzú) no se sintió digno de ir a recibir, porque se lo iban a entregar a él, como máximo representante del Gobierno de aquel entonces, el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), también conocido como Guatemala memoria del silencio. Aquí voy con la segunda fecha controversial: el 25 de febrero se conmemora el Día de la Dignificación de las Víctimas. Se recuerda ese día a las más de 200 mil víctimas, las 45 mil personas desaparecidas y lo que implicó en el rompimiento del tejido social en las familias guatemaltecas: más de un millón de desplazados.
En esa fecha se hace memoria de las víctimas y sobre todo, lo importante: ¿qué se está haciendo en el país por lograr la justicia por las violaciones a los derechos humanos cometidos durante la historia reciente?
Estimado lector, seguramente estas dos fechas son controversiales porque implican hacer una memoria justa que se impone ante aquellos que prefieren el olvido, la amnesia, y la intimidación, o en su caso, los que juzgan que cada vez que se hace memoria se divide al país. En sus conciencias pesa el grito de los inocentes. Los hay, incluso algunos que juzgan de manera economicista la memoria de las víctimas y tildan de izquierdosos a los que reclaman respeto a la vida. Se leerán los estereotipos y prejuicios que escribirán cuando se reclama “justicia, memoria y no olvido”.
Yo espero que los “embajadores de la paz” –cuando la gobernadora de Quetzaltenango, un 29 de noviembre de 2016 en el monumento a la paz, ubicado frente al centro intercultural, nombró a los alcaldes de todos los municipios–, hagan alguna actividad conjunta para defender la vida y hacer memoria de los muchos, pero muchos hombres y mujeres que murieron de manera injusta y violenta durante el Conflicto Armado Interno. Será un buen gesto conjunto. Malaya, tengo mis dudas de que se recuerden de ese compromiso.
Alguno que me lee dirá, pero importamos más nosotros, los que sufrimos de inseguridad, de la incapacidad de las instituciones de velar por el orden y por el cumplimiento de las leyes. Así es, pero también es fundamental el “nunca más” como pedagogía de no repetición. Solo así tienen sentido los temas de justicia que se ventilan en los tribunales. Son ese mecanismo que garantiza el respeto a la vida de los pueblos.
“Vamos patria a caminar”, nos recuerda el amigo aquel… de repente, de repente…