Por Cristina Chiquin
Han transcurrido 17 días en el Juicio por Genocidio y delitos contra los deberes de humanidad en donde están siendo juzgados Efraín Ríos Montt y José Rodríguez Sánchez.
Durante este tiempo hemos sido testigas y testigos de la fortaleza del pueblo Ixil. Ellas y ellos han contado a la Juez Jazmín Barrios, del Tribunal de Mayor riesgo A, la historia y la verdad de todo un pueblo que sufrió el terror implementado por el Gobierno de Guatemala en los años 1982 y 1983.
El debate por parte del Ministerio Público y la parte querellante ha demostrado los años de trabajo que ha llevado todo este proceso. Para el pueblo Ixil como para las miles de personas víctimas del Genocidio esto representa la oportunidad de nombrar la verdad y reivindicar la memoria.
En varios testimonios lo han hecho saber: “Queremos Justicia”. Sobre todo porque esto representa un precedente en la historia del país, pero también, es el inicio de un camino que lleva al pueblo a poder desenmascarar los poderes que siempre han sumido a Guatemala en el miedo, el dolor y la pobreza.
Frente a la esperanza de las personas presentes en la sala de audiencia que piden Justicia, está el otro lado: militares activos y retirados, sus familiares, el CaCIF y el gobierno actual, que quieren seguir negando que en el país hubo Genocidio.
Mediante a los símbolos de miedo y de terror que siempre los han caracterizado, han lanzado una campaña mediática y política que lleva como objetivo generar miedo, desinformación y polarización.
Este tipo de mensajes como el boletín “La Farsa del Genocidio”, lanzada por la “fundación contra el terrorismo” solo demuestran la falta de calidad y madurez política que se tiene, sobre todo porque ante un proceso legal que está siendo respetuoso, se lancen este tipo de campañas violentas.
Parte de esta estrategia es la posición de la defensa que, lejos de mostrar un litigio en donde ellos cumplan con su trabajo de defender, retrasa el proceso al presentar amparos y recusaciones. Pero la evidencia más clara es el papel que hacen durante la audiencia en donde insisten en desvirtuar pruebas y en protestar por una supuesta parcialidad.
Duele e indigna ver la actitud de esta defensa, en un papel de mediocridad y prepotencia, duelen también todos los símbolos del terror que familiares de los militares presentan frente a pueblo Ixil.
Una gran diferencia hay entre las risas de desprecio que estos militares tienen frente a los ojos de quienes van en búsqueda de Justicia. Ríen, vociferan, comentan con el racismo que les caracteriza frente a los testimonios del pueblo Ixil y peritajes presentados por el MP y los querellantes.
Para ellos los militares, los oligarcas, es inconcebible lo que tienen frente a sus ojos, porque a pesar de que hoy se juzga el Genocidio, también estos mismos con otras caras, con otros nombres siguen generando terror en el país, sigue despojando al pueblo de su territorio.
Es inconcebible para ellos que la gente alce la voz para señalar sus rostros y decirles llego la historia a sentarles en este banquillo, llegó para conmemorar a nuestros muertos, para dignificar nuestros cuerpos, nuestro corazón, nuestra vida.
Y es así como pequeños símbolos aparecen: un hombre que entra con una playera que dice: “no hubo genocidio” y AVEMILGUA pidiendo y dando firmas para pedir un juicio justo, pataletas, prepotencia, pero sobre todo querer imponer terror.
Frente a todo eso están los ojos que florecen, la vida que camina, la ternura, porque a pesar de todo el miedo que quieran impregnar, la lucha del pueblo por la verdad y la memoria seguirá hoy y siempre, porque florecerá siempre la resistencia por la vida, por el cuerpo, por el territorio.
CCR/eq
Escribiendo la Historia de la verdad y la memoria