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Las cosas buenas de la vida

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Créditos: Dante Liano
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Diante Liano

Debo a Juan Carlos Monedero, en su Curso urgente de política para gente decente (Seix Barral, pp. 248-251) una serie de reflexiones sobre las cuales volveremos después. En cambio, como este Año Nuevo 2025 coincide con la salida del blog, he pensado referir un hallazgo que Monedero comparte en su libro. Se trata de una especie de juego, inventado por  Guille Viglione, un publicitario que piensa y publica un blog extremadamente interesante: “Absolutamente innecesario” (https://absolutamenteinnecesario.com) En ese texto, Viglione propone una serie de situaciones o hechos por los que, de alguna manera, vale la pena vivir. Veamos la primera lista:

“El primer trago de cerveza. Explotar con los dedos burbujas de plástico. Cómo huelen los bebés. Ir a la cama y darte cuenta de que no tienes que poner el despertador. Quitarte los zapatos después de un día duro. El lado frío de la almohada. Pasear descalzo por la playa. Olor a pan recién hecho. Dar una buena noticia. Sábanas limpias. Que un niño busque tu mano cuando vais por la calle. Recomendar algo a un amigo y que le encante. Que pongan en la radio esa canción que siempre escuchabas. Dormirte mientras lees. Café recién hecho. Cocinar para tu familia y que te feliciten. El olor que deja una tormenta de verano. Acabar un buen libro. Encontrar en un bolsillo un billete que no sabías que tenías. Recibir una carta escrita a mano. Volver a ponerte unas chancletas después del invierno. La risa contagiosa. Que tu hija se duerma mientras le haces cosquillas en la espalda. Sacarle punta a un lápiz hasta dejarlo muy afilado. Llegar a tiempo a pesar de salir con retraso. Acordarte de eso que tenías en la punta de la lengua. Regalos hechos con tus manos. Abrir un libro nuevo y oler la tinta fresca. Que a alguien le hagan gracia tus chistes malos. Perder el tiempo. Saberte toda la letra de una canción. Acabar algo y sonreír”.

Incitados por el elenco anterior, algunos han pensado en alargarlo, dice Monedero, y propone otra serie más:

«Que te sonrían de vuelta en la calle. Comer un helado con los ojos cerrados para que el calor te cobije y el frío te reconforte. Los ataques de risa en el lugar más inoportuno. El trinar de los pájaros al atardecer. Sentarse en el balcón a contemplar la vida. Que tu hijo de tres años te dé un beso en la frente. Meter los pies en el agua helada de un río. Andar descalza. Un abrazo de verdad y sin prisas. Una buena conversación a la que se le perdieron las prisas. Ver una tormenta escondida detrás de una ventana. Imaginar. Viajar. Evitar las multitudes y otras veces buscarlas. Los chistes malos y eternos de cuando éramos niños. Escuchar a alguien que transmite entusiasmo. La complicidad. La tortilla de patatas de toda la vida. El amor, aunque me vuelva imbécil…»

«El desnivel de las mayúsculas. El ladrido de un perro en la tormenta. Un viaje que te lleva a donde nació la música. Alguien que se deja caer de espaldas a tu lado sólo porque contaba con que le ibas a sostener. El abrazo con carrerilla de un niño. Abrirle la ventana a una abeja para que por fin se marche. La mirada implorante y triste de un gorila. Enterrar los pies en la arena caliente de la playa. Un mensaje en el espejo de quien se ha marchado antes de tiempo. Una terraza en la que acabar el día en compañía de un vino y un buen libro. Un discurso que nos devolvió las ganas de volver a la pelea. Diferenciar quién no es infierno en medio del infierno y hacerle un sitio en nuestro rincón.» «Llegar a un bar y que te saluden por tu nombre. Silbar por la calle y que un desconocido te haga los coros. Cuidar plantas, que no se mueran, que echen flores pequeñitas y alegres. Jugar a hacer burbujas de jabón con un niño que jamás ha visto una. Quedarte pegada a la puerta del horno viendo cómo sube el pastel que cocinas, fiel a aquella receta de tu madre. Un beso de buenas noches cuando sabes que ya no eres una niña. Entender por qué, a diferencia del sur, un centroeuropeo nunca podrá llamar a su primer motor inmóvil “Diosito”, y no olvidar que hay cosas que sabe la piel que no saben las enciclopedias. Quedarte dormida oyendo llover. Leer con alguien en silencio y compartir a ratos algunas frases. Ir de viaje con un desconocido y descubrir que pasarías todo el tiempo del mundo con él. Perder las llaves, la cartera, el teléfono o todo a la vez, y que diferentes locos y locas lo devuelvan. Comprobar al lado del mar que los cronopios existen…»

Como es natural, uno se siente invitado a prolongar, con su experiencia, otros hechos o situaciones por los que vale la pena vivir. Los que siguen son los míos:

“Ver la restauradora luz del alba. El volcán de Agua siempre al fondo de recuerdos y sueños. Advertir la necesaria presencia de mi pareja mientras vemos una película. Ver al hijo de la portera, que juega en el zaguán, como una promesa de futuro, en donde nadie señalará a los extranjeros ni a los migrantes, sino todos seremos iguales. El negro sabor del café que bebo en la pausa de la clase. El juvenil saludo del bedel cuando entro. La satisfacción redonda de escribir un blog. Ver jugar de malabares a Lionel Messi. La vista de las montañas de mi país mientras el majestuoso avión de regreso lentamente aterriza. Escuchar la calmada respiración de mi esposa mientras duerme y gozar que estamos vivos. La sedienta cerveza después del gimnasio. Reparar con satisfacción un pequeño objeto. El gracioso gusto de dibujar una caricatura. Escuchar el sereno silencio, por la noche. Leer una poesía en voz alta, y sentir que un verso se refleja en la luz de los rostros de los estudiantes. Escuchar la voz de mis hermanos al teléfono y anular diez mil kilómetros de distancia. El aire fresco del altiplano que me devuelve a la infancia. Leer un buen artículo en el periódico y sentir que mi ignorancia se atenúa. Cada entusiasta gol del Inter. El leve perfume del jabón en la ducha de la mañana. Cada beso recibido, cada beso dado. Las almendras antes del crujiente telediario. Leer un viejo texto y asombrarse de que no esté mal. Reírme solo con un programa cómico y que mi esposa me mire, divertida. El limpio placer de rasurarme. El rojo sabor de un buen vino, denso y oscuro. Verificar que todavía existe la capacidad de indignarse, la capacidad de combatir, la capacidad de soñar”.

Propondría, entonces, como un juego en las horas vacías que siguen a la fiesta de Año Nuevo, que cada uno elabore una lista muy personal sobre las cosas valiosas de la propia vida. Bastan diez y el descubrimiento está garantizado. ¡Feliz año 2025!

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