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Créditos: Redes sociales.
Tiempo de lectura: 8 minutos

Por Jody Garcia

Esta es la historia de una niña que fue violada desde los 9 años y que llegó a la adolescencia con una enfermedad de transmisión sexual sin cura. Aunque el agresor fue condenado hace cuatro años, una corte anuló la sentencia y la niña deberá revivir el trauma en un nuevo juicio.

A Claudia (nombre ficticio) se le vino el mundo encima a los 9 años, cuando su primera salida al cine se convirtió en un infierno.

Durante meses, un amigo cercano de la familia platicó con los padres de Claudia para convencerlos de llevarla a ella y sus dos hermanos, de 3 y 6 años, a un centro comercial para celebrar que aprobaron el año escolar y que sus notas eran buenas. Era la primera vez que saldrían sin sus padres. Vivían en Coatepeque, Quetzaltenango, y tampoco habían salido de su comunidad.

La mamá de Claudia recuerda con exactitud las fechas. Tiene un mapa mental con los datos precisos del día en que Bequer Daniel Maldonado Morales, un hombre que en ese momento tenía 37 años, irrumpió en su vida para destrozarla.

– Mi esposo lo conoció cuando era niño en un centro de videojuegos, demaquinitas. Así se hicieron amigos. Perdieron contacto y años después se reencontraron en una de las calles de Coatepeque y, como mi marido lo quería como su hermano, lo invitó al cumpleaños de uno de mis hijos. Llegó a la casa por primera vez el 16 de julio del 2011.

Maldonado Morales visitaba a la familia con frecuencia. Los niños se encariñaron y lo llamaban tío. Los padres de Claudia confiaban en él porque trabajaba en el Ministerio Público como técnico de recolección de evidencias. Cuando salió con los pequeños por primera vez, los papás estaban emocionados ya que ellos no tenían los recursos económicos para pagarles una salida así.

– El 18 de diciembre del 2011, tres días antes del cumpleaños de mi hija (el 21 de ese mes cumpliría 10 años) salieron al centro comercial Pradera Xela. Dijo que los llevaría al cine y a comer. Por primera vez mis hijos salían de la casa, iban a otro lado. Nosotros no teníamos las posibilidades económicas de sacarlos a pasear. No sabíamos que nos iba a pasar algo horrible ese día.

Ese día Maldonado separó a Claudia de sus hermanitos. Con la excusa de necesitaba que le ayudara a entregar un trabajo universitario, la llevó a un parqueo para violarla dentro de su vehículo. Dejó su pistola a la vista de la niña y abusó de ella pese a que le pedía que se detuviera porque le dolía. Cuando terminó, el hombre le dijo que no mencionara nada de lo que le hizo.

Al llegar a su casa, Claudia se bajó del carro y se fue directo a la regadera con la excusa de que tenía calor. Tenía 9 años, no entendía lo que había pasado y no le contó nada a sus padres.

El abuso se repitió dos veces más, el 9 de abril y el 2 de mayo del 2012. La segunda vez la violó en su carro, frente a una heladería y la tercera la llevo a un autohotel. Claudia ya había cumplido los 10 años.

La familia se dio cuenta de lo que pasaba cuando Claudia no pudo esconder más el dolor en sus genitales.

– El 2 de mayo del 2012 mi nena lloraba y se quejaba. Eran las once de la noche y ella nos decía que le dolía mucho su partecita. Yo pensé que no se había bañado bien o que estaba escaldada. La llevé a un cuarto, puse una toalla en el piso para que se acostara y la revisé. La verdad es que la vagina de mi hija estaba putrefacta. Mi niña estaba muy mal, yo entré en shock de ver a mi niña así. Nunca voy a olvidar ese 2 de mayo.

Esa misma noche la llevaron a la emergencia de un hospital. Allí el médico le dijo a la madre que la niña estaba siendo abusada y que el agresor la contagió de una enfermedad de transmisión sexual grave.

Su mamá recuerda con dolor cuando los médicos rasparon los genitales de su hija para tomar muestras de la enfermedad. Gritos y sangre de una niña de 10 años que, además tenía miedo de que le pegaran si confesaba quién la agredió.

Su madre le rogó por días que le contara lo que pasó. La verdad salió a la luz cuando mencionaron el nombre del amigo de la familia que trabajaba en el Ministerio Público y que pensaban, les ayudaría a contactar a un psicólogo para la pequeña.

– Cuando mencioné el nombre de Bequer (Maldonado) la nena empezó a temblar, titubear y llorar, se metía los dedos en la boca. La nena tenía miedo de que yo le fuera a pegar por decírmelo. Hasta ese día supimos qué había pasado.

El 4 de mayo, recuerda la madre de Claudia, llegaron al Ministerio Público a presentar la denuncia. Allí por primera vez la niña de 10 años detalló el horror. Las cosas se complicaron porque la familia no tenía los recursos económicos para contratar un abogado y seguir con el proceso. En su búsqueda de justicia fue clave que el caso lo tomara la organización Mujeres Transformando el Mundo (MTM).

El proceso duró un año y medio. El 17 de noviembre del 2013 Bequer Daniel Maldonado Morales fue condenado a pasar 54 años en la cárcel por violación sexual en forma continuada. En el juicio quedó probado que abusó de Claudia en tres oportunidades cuando ella tenía 10 años y que las consecuencias de la agresión se quedarán con ella para toda la vida.

La justicia se inclina por el agresor

Para llegar a ese resultado, Claudia pasó esa parte de su niñez y adolescencia contándole su historia a decenas de fiscales, abogados y doctores. En el juicio declararon 9 de los médicos que la examinaron. Para ella era muy difícil abrir sus piernas para ser evaluada. En ocasiones los ginecólogos tuvieron que sostener entre varios sus extremidades para poder examinarla. Todos encontraron cicatrices en sus genitales y muestras de una infección de transmisión sexual, herpes de tipo II.  Sin embargo, no todos coincidieron en que había evidencia de que fue violada porque su himen se regeneró.

Esa parte fue clave para que años después de que Bequer Maldonado fuera condenado, la Cámara Penal de la Corte Suprema de Justicia anulara la sentencia y ordenara que todo el juicio se repitiera.

Ni Claudia ni su mamá entienden del todo por qué la historia tiene que repetirse, porque tienen que volver a presentarse ante los jueces. Ya todo había quedado probado, por eso se preguntan por qué el sistema de justicia no les cree y qué más tienen qué hacer. El estrés y miedo de volver a ver a Maldonado, de tener que repasar una vez más lo que pensaba que quedó atrás, lo que trataba de superar, impactó en la salud de Claudia.

– No sé qué pasó. No creen en el sufrimiento de mi hija, no le dan credibilidad al daño causado. Cuando eso pasó ella se apagó, no volvió a ser la niña que era. Estaba mal. A causa de esa situación ella tuvo un tic nervioso en el ojo y ahora eso y la enfermedad (herpes) volvieron a atacarla.

La madre de la niña explica que, para mantener la enfermedad controlada, tiene que cuidar que su hija esté estable emocionalmente, que su sistema inmune funcione bien y que sus defensas estén fortalecidas. Cuando está triste su cuerpo lo refleja. Ahora que el segundo juicio se está desarrollando, Claudia está triste y el herpes volvió a brotar y empezó a esparcirse a una de sus piernas.

El 7 de octubre del 2015, Nery Medina, Delia Dávila, José Pineda Barales y Blanca Stalling, los magistrados que en esa fecha integraban la Cámara Penal de la Corte Suprema de Justicia, resolvieron una casación, un documento donde Bequer Maldonado pedía que se anulara su condena porque hubo inconsistencias y contradicciones con tres de los nueve médicos que evaluaron a Claudia y que declararon en el juicio.

Su fallo le dio la razón al acusado, que alegaba que el Tribunal que lo juzgó no valoró de forma correcta la opinión de tres médicos que, aunque encontraron en los genitales de la niña cicatrices y evidencia de herpes, no vieron signos de un trauma ocasionado por un abuso sexual. Según la Corte, en el primer juicio se violó el debido proceso.

El nuevo juicio inició en julio pasado. Los abogados de la niña denuncian revictimización, pues la pequeña ha tenido que volver a declarar ante los jueces y sus hermanos tendrán que presentarse al tribunal. Las probabilidades de que esta vez el caso quede impune son altas.

Esteban Celada, abogado de Mujeres Transformando el Mundo, explica que uno de los puntos débiles del sistema de justicia es la poca sensibilidad de los jueces ante los casos de violación sexual y las relaciones de poder que dejan a las niñas y mujeres en riesgo. Además, Guatemala cuenta con escasas herramientas para evaluar y entender la enfermedad con la que Claudia fue contagiada, lo que la pone en desventaja frente al Tribunal.

En su declaración en el primer juicio Bequer Maldonado aceptó que conocía a la familia, que los padres y los niños le tenían confianza y que por eso pudo llevarlos de paseo; negó que violara a Claudia. También dijo que quería darles un buen ejemplo y motivarlos para que se portaran bien y sacaran buenas notas.

Mientras tanto Claudia declaró que cuando tenía la menstruación le brotaban ronchas con bacterias en los genitales (…) “él tenía herpes porque todos los doctores me han dicho, todos los doctores que me han visto. Él me dijo que si tenía otra prima, yo le dije que sí y me dijo que la invitara porque él iba a salir con nosotros”.

La conducta del agresor encuadró en un perfil pedófilo, declaró Karla René Lemus Barrios la psicóloga que testificó en el caso, y agregó que su forma de actuar sugiere conocimiento y experiencia previa, por lo que se deduce la probabilidad que existan más víctimas de abuso sexual.

El sueño que quedó pendiente

Con el agresor en la cárcel, Claudia y su familia trataron de dejar atrás ese episodio oscuro. Entre medicamentos y terapias, la niña quiso seguir estudiando para alcanzar sus sueños de ser abogada o enfermera. Pero algo más se interpuso en su camino: la estigmatización.

En el 2012 la directora del lugar donde cursaba la primaria la buscó para convencerla de que siguiera estudiando. La noticia de la violación y la enfermedad que sufría corrió por toda la comunidad y en la escuela los niños la molestaban y se burlaban de ella. Con dificultad terminó el grado de sexto primaría.

Más peso cayó sobre sus hombros de niña cuando la directora del instituto donde estudiaría primero básico le pidió que no utilizara los baños del establecimiento y que tuviera cuidado de dónde se sentara porque podía contagiar a sus compañeros. Apenas entraba a la adolescencia y ya era excluida, juzgada, acosada y rechazada en los espacios donde quería sentirse segura. Para protegerse decidió dejar de estudiar. Sus padres apoyaron esa decisión al ver su sufrimiento

Claudia tiene ahora 17 años. Suspira antes de hablar por teléfono y contar lo que pasó. Su voz es tenue y respira entre palabras para evitar el llanto. Una de las secuelas más dolorosas para ella es el poco acceso a información de la enfermedad que le infectaron, si es curable o no y qué tratamientos existen.

– Hablé con mi mamá, ella me entiende como mujer, le pedí perdón, le dije que me disculpara porque no iba a ver un nieto de parte mía–. Entre el dolor y la confusión por tener que declarar una vez más ante jueces que no creyeron en su historia, Claudia quiere recuperarse y seguir viviendo.

– No quisiera que lo que me pasó se quede así, pero a pesar de eso quiero salir adelante. Quiero ser enfermera, estilista, aprender repostería y costureria. También tenía el sueño de ser abogada para ayudar a niñas que pasaron lo que yo pasé, pero lamentablemente no pude seguir estudiando y no lo voy a lograr.

En Guatemala hay una crisis profunda de pederastia. Los niños y niñas son las víctimas favoritas de los violadores. Entre enero y junio del 2018, el Ministerio Público ha recibido 5 mil 421 denuncias por violación sexual; el 60% de las víctimas son menores de edad.

via Nómada

Prensa Comunitaria hace visible el trabajo de siete periodistas que abordan el fenómeno de la violencia contra la mujer. Con la finalidad de apoyar la amplificación de está temática, compartiremos 24 piezas periodísticas publicadas en el medio digital Nómada.

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